Autores: Eleizalde, Luis de
Titulos: Países y razas : las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos
Materias: Nacionalismo
Editores: Imprenta, Lib. y Enc. Viuda e Hijos de Grijelmo, Bilbao, 1914
Localizacion Sign.Topografica Situacion Devolucion
FONDO DE RESERVA C-94 F-9 No prestable
LUIS DE ELEIZALDE
PAISES Y RAZAS
--Las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos—
AROTZAK DOGUZ AOAN:
BAÑA EUZKADI GOGOAN
BILBAO
Imprenta, Lit. y Enc. Viuda é Hijos de Grijelmo
Calle Arbolancha, núm. 1
1914
(ESTA OBRA ES PROPIEDAD DE SU AUTOR)
LUIS DE ELEIZALDE
PAISES Y RAZAS
--Las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos—
AROTZAK DOGUZ AOAN:
BAÑA EUZKADI GOGOAN
BILBAO
Imprenta, Lit. y Enc. Viuda é Hijos de Grijelmo
Calle Arbolancha, núm. 1
1914
(ESTA OBRA ES PROPIEDAD DE SU AUTOR)
BIBLIOGRAFÍA
Lubor Niederle.- La Race Slave.
Schaffarik.- Ethnographic Slave.
Florinsky.- La Race Slave.
Adam Mickiewicz.- Les Slaves.
Louis Leger.- La Renaissance tchèque au XIXe siècle.
Subert.- Le developpement et la vie des minorités tchèques.
W. Zagorsky.- François Racki et la renaissance scientifiqe et politique de la Croatie.
Militwewitx.- Le Royaume de Serbie.
Roman Dmowski.- La question polonaise.
Marius-Ary Leblond.- La Pologne vivante.
Agence Polonaise de la Presse.- L’instruction publique au royaume de Pologne.
Georges Goyau.- Un clergé national et social.
A.-D. Xenopol.- Les roumains.
L. Paul-Dubois.- L’Irlande contemporaine.
Douglas Hyde.- Literary History of Ireland.
Zimmer.- Der Pankeltismus in Grossbritanien und Ireland.
Cardenal Perraud.- Etudes sur l’Irlande contemporaine.
F. de Pressensé.- L’Irlande et l’Angleterre..., 1800-1888.
Healy.- Maynooth College; its centenary history
Varios.-(Aulnzan, Delaisi, Goblet, etc.- Les aspirations autonomistes en Europe.
Arana eta Goiri’tarr Sabin.- Bizkaya por su independencia.
Campion.- Euskarianas.
Luis de Eleizalde.- Raza, lengua y nación vascas.
INTRODUCCIÓN
Los capítulos que componen este volumen se publicaron durante los años 1913 y 1914 en forma de artículos en el diario nacionalista vasco Euzkadi, de Bilbao, bajo la rúbrica general PAISES Y RAZAS, y con la firma Axe. Aquellos artículos se han reproducido aquí, ordenados y con algunas correcciones y notas.
No entraba en mi propósito, al inicar en el diario Euzkadi la publicación de esta serie de artículos, la reproducción de ellos en forma de libro: no se me ocultaba que son cosas muy diferentes la literatura periodística y la literatura del libro, y que casi siempre se expone á un grave fracaso quien se aventure a conservar en un volumen las impresiones de actualidad, extraordinariamente fugaz, que constituyen de ordinario la literatura periodística. Pero me decidieron á intentar esta aventura los consejos de algunos amigos, nacionalistas vascos, que juzgaba, en su benevolencia, que esta serie de artículos podía ser de alguna utilidad para la causa de este País Vasco, causa que ellos y yo hemos abrazado. Y pensándolo algo detenidamente, puede verse que desde un punto de vista tienen razón esos buenos amigos.
Porque, en efecto, dado que muchos vascos vayan entregándose á la labor de reconstitución, en lo posible, de nuestra antigua, clara y tan decaída nacionalidad vasca, queriendo restaurarla en sus características étnica, histórica, lingüística y político-social, fuerza era mostrarles las vías que otras nacionaldades europeas, tan decaídas y aún más que la nuestra, han seguido para obtener ese mismo resultado, á cuya obtención aspiran los nacionalistas vascos; fuerza era también mostrar á los vascos que siguen aún apartados del movimiento de restauración nacionalista, no tan sólo que esa restauración es justa, conveniente y posible, sino también que en las aludidas nacionalidades se han realizado y se realizan actualmente labores en todo análogas á las que el vasco debe emprender y proseguir, con creciente energía, si realmente desea que su antiquísima nacionalidad sea conservada entre los pueblos vivos, sin llegar á ocupar un puesto en la lamentable necrología de las naciones.
Por cuya razón se ha puesto como epígrafe general de este volumen el dístico vasco siguiente:
AROTZAK DOGUZ AOAN;
BAÑA EUZKADI GOGOAN
* * *
La mayor parte de este libro se dedica al estudio de las nacionalidades eslavas, y esto por dos razones principales: primeramente, por el mayor desconocimiento que acerca de esas nacionalidades existre entre nosotros los occidentales; y en segundo lugar, porque en el seno del mundo eslavo que comienza en los arrabales orientales de Berlín y termina en las márgenes del Océano Pacífico se pueden observar todas las gradaciones y matices de la evolución, así cultural como política, de las nacionalidades, desde la que posee una tradición literaria gloriosísima y una cultura nacional muy adelantada y tal es la nación polaca –hasta la que recientemente ha conseguido, y no sin grandes esfuerzos, la reconquista de su idioma propio, y está echando las bases de su desarrollo literario, como ocurre entre los cróatas.
El lector deberá tener en cuenta que desde que se escribieron los artículos que componen este libro hasta que ha salido á la luz el presente volumen, los sucesos de la guerra universal, que en los actuales momentos arde en tres continentes, han debido introducir modificaciones sensibles en cuanto á la situación política de algunos de los pueblos aquí estudiados. No puede menos de hacerse notar la profunda variación que los sucesos han determinado en la política moscovita con relación á la nacionalidad polaca, y es digno de señalarse el manifiesto del Tsar, en el que consta el reconocimiento de la personalidad nacional de Polonia y se deja ver también el propósito de restaurar en su tradicional integridad la monarquía polaca, con entera autonomía de religión, lengua, legislación é instituciones. Y menos aún se podrá pasar en silencio la memorable sesión del Parlamento de Westminster, en la cual, en plena guerra europea, se votó la concesión del "Home Rule" para la nación irlandesa, coronando de esta manera el gran Asquith –actualmente el primer estadista del mundo, y el hombre que, cuando llegue la hora de la paz, tendrá en sus manos los destinos de la nueva Europa –la obra de reparación iniciada y á través de tantas dificultades proseguida por el ilustre partido liberal inglés.
* * *
Nada, en cambio, hay que rectificar de lo que en el artículo "Los polacos de Galitzia" (Primera parte, Cap. VII & II) escribí á propósito del malogrado archiduqe Francisco Fernando, cuya leal y generosa alma haya acogido Dios en su seno. Sigo ahora creyendo, como entonces que el archiduque no fue jamás un instrumento del pangermanismo ni un siervo del protestantismo prusiano. No era hostil á los eslavos de Austria; su mujer, la duquesa de Hohenberg, que compartió su trágica muerte, era de nacionalidad txeque, y los cróatas tenían puestas en el archiduque sus más caras y legítimas esperanzas.
La Casa imperial de los Habsburgo –lo han de probar los acontecimientos- será la primera víctima del pangermanismo; entregada de lleno á la corte de Berlín, al militarismo de Potsdam y á las insaciables ambiciones magyares, caerá envuelta en la ruina del pangermanismo. De no ocurrir el crimen de Sarajevo, Francisco Fernando hubiera dirigido por muy otros derroteros la combatida nave de la monarquía dual; asegúrase que abrigaba el propósito de constituir, bajo el cetro imperial, una Confederación de nacionalidades autónomas, un gran Imperio federal católico, entre la protestante Prusia y la cismática Rusia.
Y algún día se averiguará quién armó el brazo del estudiante bosniaco que disparó su browning contra el archiduque y su esposa, y de qué antros –acaso muy distintos de los sospechados- salió el proyecto del crimen. Desde ahora, creo poder decir lo siguiente: hubo complot del nacionalismo servio, seguramente; pero hubo también algo que nada tuvo que ver con el nacionalismo servio, ni con ningún otro nacionalismo.
L. de E.
Gazteiz, Octubre 1914.
PRIMERA PARTE
LOS ESLAVOS
CAPÍTULO I
La raza eslava
Ciento treinta y nueve millones de almas constituyen hoy la raza eslava, divididad en siete nacionalidades que son las siguientes: Rusos, Polacos, Serbios de Lusacia, Txeques y Eslóvacos. Eslovenos, Serbio-Cróatas (1) y Búlgaros. La extensión superficial ocupada por esta raza en la región oriental de Europa es verdaderamente considerable. El contorno occidental de esta extensión baja desde San Petersburgo hasta Wilna, casi de N. Á S., avanza hacia Occidente hasta tocar las orillas del mar Báltico, vuelve á descender hacia el S. hasta la latitud de Cracovia –dejando rodeado totalmente de territorio germánico el islote de los servios de Lusacia; se extiende de nuevo hacia Occidente abarcando el país de los Txeques de Bohemia y desciende ya, bordeando el mar Adriático, por los países de los eslovenos, serbio-cróatas y búlgaros, hasta las puertas mismas de Constantinopla.
Este contorno occidental de la raza eslava es atravesado, entre los países de los txeques, eslóvacos y pequeños-rusos por el N., y los eslovenos, servio-croatas y búlgaros por el S., por los madgyares –que no pertenecen á la raza eslava, sino á la finesa- y los rumanos, que son un residuo oriental de la raza latina.
Los eslavos aparecieron primitivamente en la Europa central, donde poco á poco se diferenciaron de los otros pueblos de origen indo-europeo. Sin que se sepa por qué, al cabo de los siglos se fueron formando en el seno mismo de la raza eslava focos distintos y aislado, de actividad política, influyendo acaso en ello los cruzamientos que algunas tribus eslavas tuvieron con elementos exóticos, por ejemplo con los celtas: el hecho es que aparecieron desde luego tres grupos de la raza eslava. El primero de ellos, situado entre el río Vístula y la acual Bohemia, produjo á los actuales polacos, pomorianos ó pomeranianos y txecoeslóvacos. El segundo grupo pasó de la comarca situada entre el alto Vístula, el Dniester y el medio Danubio, á establecerse sobre Drave y en la región de los Balkanes: de este grupo proceden los actuales eslovenos, servio-cróatas y búlgaros. Finalmente, el tercer grupo, cuya residencia se hallaba en el extenso valle del Dnieper, irradió sus tribus por el N. hasta el golfo de Finlandia, el Volga y el Oka, por el E. hacia el Don, por el S. hasta el mar Negro y el Danubio inferior; de esta tercer fracción procede el pueblo ruso.
Las divesas ramas de la familia eslava no son equidistantes entre sí: entre el txeque y el polaco hay más diferencia que entre el txeque y el eslóvaco; entre el gran-ruso y el polaco la distancia es también mayor que entre el gran-ruso y el pequeño-ruso. De suerte que en la vida política y en la literatura se producen sin cesar choques y colisiones sobre si tal ó cual fracción de la raza eslava debe considerarse como nacionalidad autónoma, ó simplemente como tribu de otra nacionalidad.
Todo depende de los puntos de vista que se hayan adoptado en materia filológica, etnográfica, histórica ó política: hay, por ejemplo, filólogo que ve dos lenguas distintas donde otro no ve más que dos dialectos de una misma lengua. Y así, el número de lenguas y naciones de la raza eslava varía mucho con los autores. Dobrowsky estima que existen nueve lenguas y naciones; Schaffarik, en cambiio, sólo cree en la existencia de seis lenguas con trece dialectos, y así de otros publicistas. Lo "objetivo" en esta cuestión, es decir, la opinión despojada de todo género de apasionamientos, parece que ha de consistir en la admisión de siete grupos distintos en la raza eslava, y son los siguientes:
1.º Grupo ruso, en el cual se va admitiendo la existencia de dos nacionalidades: los grandes-rusos y los pequeños-rusos llamados también ukranianos, rusinos y rutenos.
Los pequeños-rusos –cuyo número es aproximadamente de dos millones y medio- mantienen tendencias nacionalistas que habiendo comenzado en el terreno literario y científico, invaden ya hoy el campo político. El punto de origen de este movimiento está en la publicación, en 1798, en el idioma pequeño-ruso, de un libro de J.-P. Kotliarewsky, titulado La Eneida disfrazada. A partir de esta fecha, los pequeños-rusos se dieron á crear una literatura indígena, en su lengua natal, cuya aptitud para el cultivo literario les había sido revelada por la publicación del antedicho libro. En este intento de renacimiento literario creyó ver el Gobierno moscovita un comienzo de separatismo, y prohibió diversas veces, especialmente en los años 1847, 1863 y 1876, la publicación de obras escritas en pequeño-ruso. Estas prohibiciones tuvieron un resultado absolutamente contraproducente: las tendencias de emancipación literaria se acentuaban á medida que llovían las prohibiciones y los actos de represión. Y no paró ahí, sino que la tendencia nacionalista pasó del terreno puramente literario al abiertamente político. Produjéronse, entre 1850 y 1860, numerosas polémicas acerca del pueblo pequeño-ruso y su identidad ó diferencia respecto de los grandes rusos, sosteniéndose el pro y el contra con verdadero apasionamiento, hasta que en 1861, un libro de Kostomarow, titulado Las dos nacionalidades rusas, dejó totalmente resuelta, por lo menos en el terreno científico, la cuestión. Según las conclusiones de este escritor, existen efectivamente dos nacionalidades rusas: una (la pequeña-rusa) puramente eslava; otra (la gran-rusa) compuesta de eslavos, fineses, tártaros, turanios y otras diversas razas con las que se mezcló al N. y al E., la raza eslava.
Actualmente los intelectuales de la Pequeña-Rusia declaran abiertamente que constituyen una nación eslava distinta, la nación "ukraniana", y reclaman para esta nación todos los derechos naturales que necesita para su conservación y progreso. No se conforman con obtener escuelas donde se dé la instrucción en idioma pequeño-ruso, sino que aspiran á la autonomía política, con dos tendencias distintas: la de los moderados que aspiran á la autonomía dentro de la unidad del Imperio actual, y la de los radicales que, previendo la caída del Imperio ruso, quieren constituir la Ukrania en Estado completamente independiente.
2.º Grupo polaco, que en 1900 se apreciaban en unos 17 millones y medio de almas sometidas á tres distintas dominaciones políticas: la rusa, la alemana y la austriaca. Los polacos son eslavos y católicos, de donde se sigue que, para ellos, la dominación más dura es la alemana, puesto que va en contra de su raza y de su religión: los menos oprimidos son los que se hallan bajo la dominación austriaca.
3.º Grupo serbio de Lusacia, que forma un pequeño islote, en vías de extinción, completamente rodeado de tierras germánicas. Según recientes estadísticas, existen en este grupo 92.032 personas que no hablan más que el serbio, y 23.000 bilingües, que hablan además el alemán. En total, unas 117.000 almas, sujetas por todas partes á los embates de la germanización: et non est qui consoletur eas! Lo que favorece la germanización es la dependencia en que estos serbiso se hallan respecto de los alemanes desde el punto de vista económico, y además, el servicio militar, la predicación alemanista, la falta de una clase intelectual, el aislamiento completo de otros focos de eslavismo.
4.ª Grupo txeque, que forma una unidad compacta en Bohemia y en Moravia, pero con una diferenciación cada vez más acentuada, especialmente en cuanto á la política, de los eslóvacos de Hungría.
5.º Grupo esloveno, que habita una pequeña región al Noroeste de Croacia-con Lublanía por ciudad principal. En este país no se conocen las aspiraciones nacionalistas.
6.º Grupo serbio-cróata, formado por estos dos pueblos que, aunque históricamente tienen un origen común, han ido diferenciándose hasta el punto de ser considerado por algunos como formando dos nacionalidades distintas que reivindican vida autónoma. Este grupo de eslavos, originario de los montes Kárpatos, avanzó por los siglos V y VI de la era cristiana, hacia el Danubio, el Save, el Drave y la península balkánica. Razones geográficas hicieron que se iniciasen dos corrientes distintas en el seno de este grupo: las tribus del noroeste, situadas en un país rico, próximo al mar constituyeron ya en los siglos X y XI un Estado importante al cual dieron el nombre de "Croacia", de etimología desconocida. Este Estado fue absorbido en 1102 por la corona de Hungría, y con ella pasó en 1526 al dominio de la dinastía de los Habsburgo. El renacimiento literario y político de los cróatas se ha realizado en el siglo XIX bajo el impulso de dos eminentes patriotas: el sacerdote Francisco Racki y el obispo Strossmayer. (2)
Las tribus del sur y del este, que habitaban una región montañosa y pobre, alejada del mar, se constituyeron políticamente más tarde que los cróatas, tomando como núcleo de concentración la tribu de los serbios –de donde procede su nombre nacional actual- cuya tribu estaba situada primitivamente entre los ríos Tara, Lim é Ibar. La divergencia entre las dos ramas de este grupo se acentuó más aún con la diferencia de religiones, pues los cróatas eran y son católicos, al paso que los serbios, que habían recibido el cristianismo de Byzancio, quedaron afiliados al cisma de Oriente, en el cual siguen. La independencia serbia fue destruída por los turcos en la batalla de Kosovo (año 1389); pero este desastre nacional sirvió para templar el ánimo y la energía de los vencidos, quienes á principios del siglo XIX, después de las insurrecciones nacionales de 1804 y 1815, consiguieron recobrar primeramente su autonomía y después su independencia política.
Como se ha dicho ya, los cróatas pertenecen enteramente al Imperio austro-húngaro. Ocupan, en efecto, toda la parte eslava de la Istria y del litoral, una parte de la Dalmacia y de la Bosnia, toda la Croacia y la Eslavonia, excepto la región de Syrmia y además están disemiandos en la Hungría occidental. En todas estas regiones, las localidades tienen dos, tres y hasta cuatro nombres distintos por razón de la diversidad de razas que las habitan: lo mismo que en ciertos pueblos de nuestra Euzkadi, que tienen también nombre euzkérico y nombre romance. Así, la ciudad que llaman los italianos "Pinguente", es denominada "Buzet" por los cróatas; el pueblo italiano "Fiume" coincide con el cróata "Rieka", etc. El número total de los serbio-cróatas se evalúa en ocho millones y medio, contando los que se hallan diseminados en italia, Rusia, América y otros países. De este número son cróatas unos dos millones y medios.
La antropología de los serbio-cróatas, según Weissbach, acusa los siguientes caracteres: altos, en gran mayoría morenos, muy braquicéfalos y vasta capacidad craneana, índice cefálico medio, 84. Lingüísticamente tiene poco fundamento la opinión de los que distinguen una lengua cróata y una lengua serbia: la opinión más admitida es que se trata de dos grandes dialectos de una misma lengua, con una muchedumbre de variedades intermedias.
Los montenegrinos pertenecen también á este grupo eslavo. Estos llaman á su país Crna Gora (Montenegro: pronúnciese "Tzerna-Gora").
7.º Grupo búlgaro.- Es el último pueblo formado por la diferenciación del iugo-eslavo(3). La cuna de este pueblo estuvo mucho más al Norte de su residencia actual, hacia los montes Kárpatos, desde donde comenzaron á descender, por los siglos III y IV, hacia el Sur, pasando á través de informes tribus tracias y sarmatas, queriendo acercarse al Danubio, cuyas riberas eran para ellos la tierra de promisión. En el siglo VI habían llegado ya á la península de los Balkanes, donde ahora residen. En aquel momento, la península estaba ocupada por diversas tribus eslavas, muy poco unidas entre sí: los búlgaros unificaron poco á poco estos elementos dispersos, constituyendo con ellos una nacionalidad que tomó el nombre de los recién llegados, á causa de que no preexistía ningún nombre étnico que fuese apelativo común de las expresadas tribus. Al lado de estas tribus había también algunos restos de antiguos tracios, germanos, godos, turcos y ávaros: con todos estos elementos, fundidos con los búlgaros invasores, se formó la actual nacionalidad búlgara. Se fundó un imperio formidable, cuyo primer jefe notable fue el zar Simeón I (893-927); pero ya en 1393 los turcos se apoderaron de Trnovo, y en 1396 terminó la independencia búlgara, quedando el país enteramente sometido á los otomanos, hasta que, en 1876-78 la guerra turco-rusa devolvió su independencia á Bulgaria.
Pero, aparte del principado (ahora reino) que se formó á consecuencia de la guerra ruso-turca de 1878, han quedado aún bajo el poder turco compactos grupos de búlgaros en Macedonia, cuya libertad acaso esté ahora asegurada por efecto de la presente campaña de Oriente(4). La población del país búlgaro se estima hoy en unos cinco millones de almas, siendo búlgaros auténticos unos tres millones: los dos millones restantes pertenecen á las razas y nacionalidades más diversas (serbios, turcos, griegos, tártaros, gitanos, etcétera). Los turcos y tártaros van disminuyendo notablemente; son restos rezagados de los antiguos dominadores. En cambio, los griegos forman grupos compactos con poblaciones totalmente helénicas, como Stanimaka, Mesembría, Anchialo, Sozopol y, en parte Burgas.
El número total de búlgaros, de dentro y fuera del reino, se hace ascender á unos cinco millones, establecidos en la Rumelia turca Albania, Macedonia, Asia menor, Constantinopla, Rusia, etc.
La religión de la mayoría de los búlgaros es la "ortodoxa" (cismática), constituyendo una Iglesia nacional, cuyo jefe que se llama "exarca", reside en Ortakeui cerca de Constantinopla. Pero existen dos importantes focos de búlgaros católicos; uno en los distritos de Nicopol y de Svichtoy y en siete localidades de los alrededores de Plovdiv (Filipópolis), y otro en Berdavski Geran y en el distrito de Vratsa.
CAPÍTULO II
El renacimiento literario txeque
: : TXEKETZAZ ITZ : :
: EUZKOTZAZ OLDOZTU :
& I
Precedentes históricos
Los txeques son una nacionalidad eslava sometida á la dominación austriaca. Ocupan el territorio llamado "Bohemia", limitado actualmente por los montes Riesengebirge, Erzgebirge y Boemerwald, en contacto meridional con los eslóvacos y no lejos de los polacos. La nacionalidad txeque se formó ya desde el siglo IX, sobre un conjunto de tribus eslavas –los Sedlicany, Lucany, Deczany, Psovany, etc., -á cuya fusión dio su nombre, como nacional, la predominante tribu de los txeques. La nación txeque, bien defendida por límites naturales, estaba en muy buenas condiciones para conservar su independencia, si, como tantas otras naciones, no hubiera sido sacrificada á la ambición y el egoísmo de sus príncipes. Ya desde el siglo XII avanzaban los alemanes hacia Oriente, siguiendo el curso del Danubio, y el mayor mal fue que los mismos soberanos txeques de la dinastía premíslida, tales como Premysl Otakar I, Vacslav I y, especialmente, Prmysl Otakar II, llamaron á los alemanes á que colonizasen el país. Consecuencias de esto fue que la nobleza y el clero se germanizaron rápidamente; sólo el pueblo resistió á la exotización, aunque cada vez más apretado por un cinturón de ciudades y villas totalmente germánicas o germanizadas. En el siglo XIII, Bohemia y Moravia y aeran países bilingües; la decadencia del pueblo eslavo se acentuaba más y más. Los alemanes, las cosas alemanas, la lengua germánica, estaban en grandísimo avor en todas partes: poco á poco, el idioma alemán asciende á lengua oficial, los habitantes alemanes reciben privilegios, y el patriota Dalimil –de cuya Crónica hablaremos en el próximo artículo- comienza á temer que la lengua txeque desaparezca, vencida por la alemana. A comienzos del siglo XIV, en las fiestas de la coronación del rey Juan de Luxemburgo (1311-1346), la mayor parte del pueblo cantaba en alemán, y la minoría en txeque.
En estas circunstancias, algunos católicos y miembros del clero cometieron la grave falta de abrazar con calor digno de mayor discreción la causa de la preponderancia germánica, hiriendo así vivamente los íntimos sentimientos del patriotismo txeque; á lo que paece, sostenían que el mejor católico era el germanófilo. La desastrosa consecuencia de esta grave falta no se hizo esperar: la bandera del renacimiento txeque fue recogida por el heresiarca Juan Hus, y muchos txeques se hicieron herejes por ser patriotas, conducta injustificable, sin duda alguna, pero no menos justificable que la de quienes habían combatido el "txequismo" en nombre de la Iglesia católica.
Es incalculable el daño que pueden recibir las almas por obra de los que irracionalmente pretenden que el Catolicismo sea acaparado por una nacionalidad cualquiera, con exclusión de todas las demás. La Iglesia es universal, no puede ser nacional, y su carácter supereminente de Iglesia una, santa y católica Esposa y cuerpo místico del único Cristo, hace que la noción de la Iglesia católica nacional sea contradictoria en sus términos.
Se dio, pues, el triste caso de que todo el patriotismo txeque fuese acaparado por los herejes hussitas, cosa que acaso no hubiese ocurrido, si los alemanes y germanófilos no hubieran pretendido acaparar previamente el Catolicismo romano. Bajo la influencia de las guerras hussitas, un buen número de antiguas poblaciones txeques que se habían germanizado, volvieron á eslavizarse; entre otras, Zatec (en alemán Saaz), Litomerice (en alemán Leitmeritz), Kralové Dvor, Jaromer, Kralové Hradec, Nemecky Brod, Czaslaw, Kutna Hora, etc.
Pero este renacimiento txequista, suscitado por una herejía, fue destruído por otra herejía: el luteranismo. Sabido es que la herejía de Lutero fue eminentemente germanista, es decir, nacionalista en el peor sentido que puede tener esta palabra, en el sentido de infringir la unidad de la verdadera y santa Iglesia católica universal, para sustituirlas por Iglesias nacionales, regidas por los respectivos soberanos. Y ante todo y sobre todo, el luteranismo era alemán y germanizante, digno precursor del pangermanismo que actualmente se ejerce contra los polacos, contra los iugoeslavos, contra los daneses de Slesvig, etc.
Así, pues, bajo la influencia del luteranismo, una gran parte del territorio txeque volvió á germanizarse durante los siglos XVI y XVII. Sobrevino después un largo período de guerras y persecuciones, á consecuencia del cual, regiones enteras quedaron asoladas y desiertas, circunstancia que aprovechó muy hábilmente la dinastía para atraer compactas masas de inmigrantes alemanes, de la Misia, de
Voigtland, de Franconia y del Palatinado.
Con la desastrosa derrota de la Montaña Blanca (1620), la nación txeque cayó bajo el poder de una dinastía alemana, que ya desde 1627 emprendió con nuevo vigor la obra de germanización del país. No es posible describir en pocas líneas cuánto decayó la nacionalidad txeque en esta dolorosa etapa de su existencia. La inmigración exótica aumentaba por momentos, al paso que los indígenas se veían precisados á emigrar, en masas considerables, del suelo natal. Muchas familias que conservaban intacta la tradición nacional emigraron, otras muchas perecieron, otras tuvieron que cambiar de nacionalidad. Inmensos dominios fueron confiscados y pasaron á extranjeras manos. El cinturón germánico que oprimía al país txque se estrechó más y más.
En esa época perdieron los txeques al norte las regiones de Zlutice (en alemán, Ludlitz), Zatec (Saaz), Postoloprty (Postelberg), , Teplice (Tiplitz), Usti (Aussig), Bilin, Lovosice, Ceska, Duba, Steti, Mimon, Vartemberk. Al nordeste perdieron los distritos de Rokytnice, Vrchlaby, Hostinny; al oeste, los distritos de Primda, Hostoune, Ronsperk, Horsova, Straze, Bor, Plane, hasta Manetin. Ante la acción invasora del germanismo, los txeques perdían la lengua patria y con ella la conciencia nacional.
Sucesivamente cedían y se germanizaban la nobleza, las clases intelectuales, la burguesía y finalmente el pueblo. En el siglo XVIII, los patriotas que quedaban desesperaban completamente del porvenir de su nación. En 1790, Pelcel decía que dentro de cincuenta años sería bien difícil encontrar un solo txeque.
Sin embargo, el renacimiento estaba bien próximo.
Iban a entrar en campaña tres patriotas ilustes: el lexicógrafo Jungmann, el arqueólogo Schaffarik y el historiador Palacky, los restauradores de la nación txeque.
& II
La labor de los escritores
Durante largo tiempo se ha creído que la literatura txeque poseía poemas épicos anteriores á la época cristina, cuyo manuscrito se suponía encontrado, en 1817, en la aldea de Krávolé Dvor. Luego se ha sabido que se trataba de una falsificación, admirablemente hecha, y urdida con el objeto, en cierto modo patriótico, de dotar á la nación txeque de un elemento de poesía y leyenda. El hecho es que á partir de este descubrimiento (?) se exaltó el sentimiento patriotico de los txeques, y su literatura nacional tomó los más altos vuelos, exactamente lo mismo que si hubiera descubierto un auténtico documento. Todos los eslavistas de aquella época, Schaffarik, Palacky, Jungmann, etcétera, cayeron en el lazo, y la resonancia alcanzada por la "antigua" literatura txeque fue inmensa. Un solo eslavista, Kopitar, censor de la prensa en Viena, dio la nota discordante, expresando su opinión de que los supuestos poemas txeques pudieran muy bien no ser otra cosa que una imitación de las "pesmas" serbias publicadas pro Vouk Stefanowitx Karadhjitx (5) Pero si el falsificador, supuesta cierta la falsificación, no se propuso más que dar un impulso á la literatura txeque, preciso es confesar que consiguió realizar su intento. Es curioso de observar que parecidas sofisticaciones, las de supuestos poemas de Ossian y de los cantos bretones de Barzaz Breiz, han contribuido poderosamente al desarrollo de los estudios celtistas en Escocia y en la Bretaña continental.
En realidad, los dos primeros textos ciertos de literatura txeque datan del siglo XIII: pertenecen á la primera etapa del desarrollo literario de toda lengua, y por consiguiente se reducen á meras traducciones de obras alemanas ó latinas de la época. El primer escritor txeque verdaderamente original es el autor de una crónica rimada que comprende desde la creación del mundo hasta el año 1314, conocida con el nombre de Crónica de Dalimil. Su autor, sea Dalimil ó un apócrifo que tomó su nombre era un ferviente, y á veces acre, patriota. Para él, no había más que dos clases de reyes: los enemigos de los alemanes, que eran los reyes buenos, y los favorables á la gente germáncia, á quienes el cronista obsequiaba á la gente germánica, á quienes el cronista obsequiaba con toda clase de "epítetos". Véanse algunos botones de muestra:
"Spytihnev llegó á ser rey. Inmediatamente mostró su cólera contra los alemanes: en tres días los expulsó a todos. Cuando hubo limpiado la tierra de alemanes y demás extranjeros, como se arrancan las ortigas de una huerta, ó las pelusas de la cola de un caballo, marchó contra el rey de Hungría".
En otro pasaje refiere que el príncipe Oldrich se casó con una aldeana txeque llamada Bozena. Los aristócratas murmuraban, pero el príncipe les dio la siguiente lección de patriotismo:
"Todos nosotros procedemos de un mismo padre. La nobleza proviene de los aldeanos. Muchas veces el noble vuelve á ser aldeano. Prefiero casarme con una aldeana txeque que con una alemana, hija del emperador. El corazón de todo hombre palpita por su patria. Una alemana amaría menos á mi pueblo. Tendría una corte alemana, y educaría á mis hijos á la alemana, y el pueblo se dividiría y la patria correría peligro."
En otra ocasión, el rey Vratislav II quiso nombrar un Obispo alemán. La Crónica dice que los nobles le hicieron la siguiente observación:
"Rey, no queremos Obispo alemán. Tu hermano arrojó á los alemanes del país. No sabemos quién te ha podido meter sangre alemana en las venas. Rey, de tus txeques no tienes más que el honor, de los alemanes no tienes más que la perfidia."
El siglo XVI fue, para los txeques, el siglo de oro de su literatura. Por desgracia, desde el punto de vista católico, el hussismo perduraba vivazmente, y su heterodoxo espíritu impregna casi toda la literatura clásica de la lengua txeque. Uno de los más célebres prosistas de aquella época fue el impresor Adam de Veleslavin, quien consiguió transmitir á la lengua txeque la savia del humanismo greco-latino. Tras de este escritor brilló, en la primera mitad del siglo XVII, el célebre Komensky, conocido en toda Europa con el nobre latinizado de Comenius. Cuarenta años de su vida empleó este hombre en componer un Tesoro de la lengua txeque, que comprendía un diccionario, una gramática, una fraseología y una colección de viejos proverbios populares. Por desgracia para la nación txeque, este manuscrito, que jamás se imprimió, fue destruído por un incendio en 1656. Siglo y meido más tarde tuvo que rehacer Jungmann todo el trabajo de Komensky. Aún escribió este autor varias otras obras, que se han conservado, en lengua txeque, obras de teología, ascesis y pietismo heterodoxos. Esta última circunstancia hace que las obraas de Komensky sean miradas con justificada prevención.
La segunda mitad del siglo XVII y los tres primeros cuartos del XVIII señalan la mayor decadencia de la lengua txeque; sólo una pequeña parte del pueblo usaba esta lengua, y el movimiento literario de ella era nulo. La nación txeque atravesaba la más dura de sus épocas de persecución. No le faltaron, sin embargo, intrépidos defensores; entre ellos fue distinguidísimo el jesuíta Balbín, que publicó en 1775 su Disertatio apologetica pro lingua slavonica, praecipue bohemica, en defensa de la perseguida lengua txeque; no fue muy escuchado en las altas esferas oficiales. El antipático emperador José II, que soñaba con la germanización total de sus Estados, prohibió en 1871 el uso de la lengua txeque en las escuelas, sustituyéndola por el alemán. Pero entonces se produjo una reacción formidable a favor del txequismo; acerca de ella escribe el conde Kaspar Sternberg, en sus Memorias, lo siguiente:
"La opresión de José II había despertado el nacionalismo que hacía mucho tiempo estaba amortiguado. El emperador, que quería centralizarlo todo, pretendía también ahogar la lengua de Bohemia, pero ningún pueblo se deja arrebatar el "palladium" de su nacionalidad. En la coronación de Leopoldo como rey de Bohemia, en 1791, se oyó á todos los que sabían el txeque hablar esta lengua en los vestíbulos del palacio."
Pero los comienzos del renacimiento literario fueron modestísimos. Uno de los principales fautores de él, el historiador Palacky, los relata así.
"Durante mucho tiempo estuvimos bajo la poco consoladora impresión de que era imposible obtener el renacimiento de una literatura muerta ya desde hace dos siglos. Se estudiaba los viejos manuscritos con amor, pero sin esperanza."
En esta ocasión ocurrió el descubrimiento de los manuscritos de Kralove Dvor, aludidos en el comienzo de este artículo; el efecto fue inmenso. Los txeques, que hasta entonces habían envidiado á los serbios sus "pesmas", á los rusos sus "bylinas" y á los alemanes sus "Nibelungen", vieron ya satisfecho su amor propio nacional con los nobles versos que relataban episodios de sus antiguas luchas con los alemanes y con otros invasores. El acto de la falsificación fue, seguramente, desleal; pero el resultado fue tal, que el falsario jamás imaginó seguramente que había de prestar tan gran servicio á su patria. Hoy se sabe ya, casi á punto fijo, que todo ello fue una superchería; pero los txeques no dejan de reconocer que influyó muy felizmente en la marcha de su renacimiento literario. Un historiador txeque moderno, Karasek, dice lo siguiente:
"El autor y el descubridor de los manuscritos han contribuído á levantar la conciencia nacional de los txeques. Han provocado un movimiento tan profundo, que solamente la revolución de 1848 se le puede comparar. Los defensores de la autenticidad de los manuscritos se vieron obligados á practicar determinados estudios históricos, de manera que, aún desde este punto de vista, los textos, aunque apócrifos, dieron felices resultados."
La segunda mitad del siglo XIX ha traído á la literatura txeque dos eximios poetas, ambos recientemente fallecidos, Jaroslav Vrchlicky (de cuyo fallecimiento dio reciente cuenta la revista Euzkadi) y Svatopluk Czech. Estos dos escritores han terminado la creación del lenguaje poético txeque, iniciada por los poetas de principios del siglo pasado.
Czech ha sdio el gran poeta del patriotismo txeque. Véase cómo se expresa en elegantísimos versos txeques, cuya traducción francesa debemos á Louis Leger:
"Cuando vuelvo de los países lejanos, impesionado por el encanto deslumbrador de los paisajes extranjeros, llamean en mi alma las auroras encantadas de Oriente y la blanca Constantinopla, ensueño mágico, y el riente mar de zafiros y esmeraldas. Pero cuando apercibo por vez primera el bosque de Bohemia, las chozas, los campos, las floridas praderas, y, en la bruma matinal, la silueta de Praga, la de las cien torres, un suspiro de felicidad se escapa de mi pecho: "Oh, mi Bohemia, mi hermosa Bohemia."
Otras veces evoca el recuerdo de las pasads glorias de su patria:
"Fuímos hombres libres: este país nos pertenecía. Nuestros trabajos eran para nosotros: para nosotros también nuestras sementeras. Defendíamos, contra todos, nuestros dominios; hacíamos victoriosas guerras por nuestro hogar y nuestro honor".
Contrastan, por lo amargas, las palabras de la "cunera" que la madre del esclavo (el esclavo txeque, evidentemente) canta á su hijos.
"Te mandarán que rindas homenaje, inclinándote hasta el suelo, á los autores de nuestros males. Tu espíritu infantil beberá inmediatamente el veneno de la servidumbre. Para no ser más que un instrumento de tu amo, ahoga en ti los menores vestigios de tus sueños de libertad".
"Y cuando hayas llegado á la edad adulta, ídolo de las soñadoras vírgenes, te llevarán, con el yugo sobre el hombro, bajo las banderas del amo. Te enviarán al combate á derramar por su honor y su gloria, tu joven sangre generosa..."
"...Cierra los ojos, querido mío, y para la miserable vida del esclavo, no los abrás más".
Otras veces levanta la voz para excitar á los compatriotas á la concordia y á la perseverancia, á la vista de los males de la patria:
"Veo esfuerzos dispersos: oigo una cacofonía de diversos lemas. Cada mañana aparece un nuevo jefe. ¡Ah, si todas las manos se uniesen en un haz fraternal! Que todos los esfuerzos divergentes desaparezcan ante el esfuerzo único: arrojar el yugo".
Y excitaba la confianza de los eslavos en sí mismos:
"No contemos con nadie en este vasto mundo; no tenemos un solo amigo... No creamos más que en nosotros mismos, en nuestra labor, en nuestra perseverancia. No creamos más que en nuestro santo entusiasmo por nosotros mismos, en la confianza de la raza eslava".
CAPÍTULO III
Un patriota txeque
LADISLAO RIEGER
O’Connell, Racki, Kollar, Rieger, Arana-Goiri, Palacky, Schaffarik, Strossmayer... ¡cuán ilustres hombres!... Cada uno de ellos representa una nacionalidad que resurge, un pueblo á quien se le devuelve el deseo de vivir, un pueblo que recobra la conciencia de sí misma.
Y como es cierto que la biografía de esos grandes patriotas encierra múltiples y provechosas enseñanzas y que esas figuras presentan admirables ejemplos de fuerza moral, de invicta constancia, de abnegación, de virtud, de aquí que, siguiendo modestamente la vía iniciada con tanta brillantez por nuestro colaborador euzkerista Jel-alde, al publicar en estas mismas columnas su extenso estudio acerca de Daniel O’Connell (estudio que, digámoslo de paso, bien merece los honores de la redición en folleto aparte), me proponga en estas líneas dar á concoer los rasgos principales de la vida y obras de este patriota txeque, Ladislao Rieger, que, después de Palacky y á las órdenes de él, fue el alma del movimento de resurgencia txequista durante la segunda mitad del siglo pasado.
Ladislao Rieger (1808-1904) era un hijo del pueblo: su padre ejercía la modesta profesión de molinero. Hay que observar aquí que los grandes agitadores no salen, en general, de las clases aristocráticas políticos, los apóstoles de los renacimientos nacionales no salen, en general, de las clases aristocráticas: á excepción de O’Connell, que era de origen aristocrático y conservador, todos los citados pocas líneas más arriba proceden del pueblo: Racki era hijo de un aldeano, el padre de Palacky era un pobre maestro de escuela, el del obispo Strossmayer era un tratante de caballos, completamente analfabeto... En las nacionalidades que resurgen las clases aristocráticas suelen estar lo suficientemente exotizadas para que los movimientos nacionalista les sean profundamente antipáticos...: habrá excepciones, no lo niego, y serán verdaderamente egregias en todos los sentidos de esta palabra, incluso el estrictamente literal.
Para ser buen patriota hay que comenzar por ser buen hijos, y el joven Rieger lo fue excelente. Su padre quiso hacer de él un molinero, y lo inscribió en las listas del gremio, sin oposición ninguna del joven. Pero éste quería aprender, y encontró medio de seguir, por la enseñanza libre y robando horas al sueño, el primer curso de la Facultad de Derecho de Praga, en cuyos exámenes tuvo buen éxito. Rieger padre, hombre de buen sentido, encantado del rasgo de energía de su hijo, le permitió ya seguir á sus anchas los estudios.
Por aquel tiempo –hacia 1840- hervía ya en Praga y su Universidad el renacimiento político y literario txeque: el joven Rieger se hizo notar muy pronto entre los más ardientes partidarios de la nacionalidad txeque, sufriendo persecuciones y prisiones por dar asilo á emigrados polacos y á otros nacionalistas eslavos de tendencia revolucionaria. En 1844 tomó parte en la fundación de la sociedad txeque Mestanska beseda, cuyo objeto era crear en Praga un centro de cultura eslava, completamente independiente de las influencias intelectuales germánicas.
Doctorado ya en Leyes, viajaba Rieger por Italia en 1848, cuando le sorprendió la revolución que agitó, más o menos, todos los países de Europa aquel año. Volvió inmediatamente á Austria, y se encontró en Viena con la comisión de patriotas txeques que iba á pedir al emperador la reconstitución del antiguo reino de Wenceslao, (Bohemia, Moravia y Silesia), con una dieta central y única residente en Praga: algo así como si los vascos pidiéramos al Gobierno de Madrid la reintegración foral, con una Diputación Suprema única para toda la parte peninsular de Euzkadi. Rieger se unió a esta comisión, trabajó con ella, y con ella volvió á Praga, formando ya parte, como miembro titular, del comité nacional txeque.
En aquella ocasión fue cuando, por vez primera, después de largos siglos, la nación txeque se hizo oir de toda Europa en una circunstancia memorable. Y fue que en el momento mismo en que los txeques, como todas las nacionalidades eslavas de Austria, trataban de reconsituirse según su tradición político-nacional, los pangermanistas reunían su Congreso de Francfort, para tratar de la unión de todos los pueblos germánicos, incluso el de Austria con sus nacionalidades eslavas, en una "hiper-Alemania" que impusiera su voluntad á Europa y al mundo entero: ¡Deutschland über alles! ¡Y hubo un ministro germano-austriaco, llamado Pillesdorf, suficientemente imbécil para osar á los txeques á acudir al Congreso de Francfort, indicando que el delegado más caracterizado de Bohemia sería... Palacky!
Si á los vascos se nos invitase á un Congreso de la llamada raza latina... (doblemso piadosamente esta hoja).
El insigne patriota Palacky rehusó con toda firmeza tal honor, y aún tuvo la satisfacción de dirigir á los pangermanistas de Francfort las siguientes palabras:
"Yo no soy alemán, yo soy txeque, de origen eslavo, y lo poco que valgo lo he consagrado al servicio de mi nación. Esta nación es pequeña, pero constituye desde sus orígenes una individualidad histórica; verdad es que sus príncipes han entrado en el concierto de los pueblos alemanes, pero el pueblo jamás se ha considerado alemán..."
Y para contestar al Congreso pangermanista de Francfort, los txeques idearon convocar un Congreso de nacionalidades eslavas en Praga. Ocurrió en esto que el emperador Fernando, amilanado por los progresos que el espíritu revolucionario hacía en Viena, se trasladó a Inspruck, dejando su Gobierno en la capital. Los txeques tuvieron entonces un golpe de audacia política: afectaron creer que el Gobierno de Viena no estaba de acuerdo con el soberano, rehusaron la obediencia a aquel Gabinete, y, de acuerdo el lugarteniente real de Praga, conde Thunn, con el comité nacionalista txeque, organizó un Gobierno provisional compuesto de ocho miembros, entre los cuales estaban Palacky y Rieger. Este y otro de los "ministros" txeques fueron los encargados de pedir al emperador la ratificación del Gobierno provisional de Bohemia y la convocatoria de la dieta: ambas peticiones fueron concedidas.
De vuelta á Praga (17 de Junio de 1848), se encontraron los comisionados con la más completa é inesperada ruina de todas sus esperanzas autonomistas: había estallado una insurrección popular, el Congreso de las nacionalidades eslavas se había disuelto á tiros, y la ciudad había sido bombardeada por el general príncipe de Windischgraetz. Antes de poder funcionar legalmente, el Gobierno provisional había cesado de existir.
* * *
Entonces comenzó la brillante carrera parlamentaria de Rieger, labor que algunos han comparado, no sin mcuhos puntos de analogía, con la de O’Connell en el Parlamento de Westminster.
Sofocados los movimientos revolucionarios, se abrió en Viena una dieta, especie de Parlamento en el cual tuvieron representación todos los países del imperio, excepto Hungría, que tenía su Cámara especial. Era una Babel de lenguas y nacionalidades diferentes. Los txeques enviaron también su grupo parlamentario, en el cual figuraban Palacky y Rieger. Los eslavos no querían hablar el alemán en la dieta, y un diputado germano, Borrosch, los había comparado con aquel grosero que se va á hacer visitas con el traje de casa. Esta comparación dio pie á Rieger para la réplica siguiente:
"Vosotros queréis colocarnos la camisa de fuerza. La nacionalidad es un derecho sagrado, tan sagrado como el derecho de libertad individual y los demás derechos naturales, y si esta asamblea acordase que los eslavos, los italianos y los demás representantes de las diversas nacionalidades deben hablar el alemán en la dieta del imperio, declaro solemnemente que jamás, jamás me someteré á ese acuerdo, porque ni aun esta alta asamblea me puede privar de un derecho natural. Protesto de todo atentado contra mi nacionalidad".
Sobrevinieron nuevas turbulencias revolucionarias, y se disolvió la dieta. Rieger, que no se consideraba seguro en territorio del Estado austriaco, partió para el extranjero, residiendo algún tiempo en Francia (dónde fue encarcelado, por mantener relaciones con emigrados nacionalistas polacos y húngaros), y en Inglaterra, dedicado al estudio de las ciencias que podían ser de alguna utilidad para la causa de la Patria, y á a literatura txeque: tales canciones que ahora son populares en Bohemia, el Herrero, por ejemplo, fueron compuestas en aquella época. Restituído á la Patria en 1851, casó dos años después con la hija de Palacky, y estos dos hombres, unidos ya con el lazo del parentesco, como lo habían estado toda la vida por los no menos fuertes del más puro patriotismo, se dedicaron á componer una "Enciclopedia nacional," obra en doce tomos infolio, publicada por el enérgico patriotismo y el ejemplar desinterés del editor Kober.
* * *
El 4 de Marzo de 1849, el emperador, que lo era ya el actual Francisco José, promulgó una "cosa" llamada pomposamente "Constitución del imperio". En ella se establecía un Reichsrath, ó Consejo del imperio, especie de Parlamento bastardo, en el cual las nacionalidades extragermánicas estaban deficientísimamente representadas. Quia nominor leo... los alemanes, una minoría, se adjudicaban el mayor número de votos en esta asamblea. Rieger fue uno de los pocos diputados que la nación txeque pudo enviar á dicho Parlamento.
Allí supo mantener, contra toda esperanza, contra toda parcialidad, sus doctrinas de siempre, tocante á los derechos de la nacionalidad txeque. En la sesión del 19 de Junio de 1861 –casi en la época en que nuestros diputados y senadores "fueritistas" se las habían con Sánchez Silva y consortes –reclamaba Rieger la enseñanza en lengua txeque para los de esta nación y lengua, y ante la hostilidad de la asamblea para con una petición tan razonable y justa, dejó escapar las amargas palabras siguientes:
"Todos sabemos que ni los hombres ni los pueblos consiguen ser tan justos para con los demás como para consigo mismos. Nosotros, los txeques, lo sabemos por triste experiencia que, por desgracia, se renueva todos los días".
El presidente llama al orden á Rieger, y le invita á sentarse.
RIEGER.- No hablaré de la cuestión de las nacionalidades, pues ya veo que la palabra no es libre aquí.
EL PRESIDENTE.- Os vuelvo á llamar al orden.
RIEGER.- Y yo os vuelvo á llamar a la justicia.
Poco después de esta sesión, los diputados txeques se retiraron del Parlamento.
* * *
La vida de Rieger, toda entera, se puede resumir en este tema que adoptó para sí, y al cual fue hasta la muerte fiel:
"En el trabajo y la ciencia está nuestra salvación. ¡No cedamos! ¡Neejme se!"
CAPÍTULO IV
& I
"Serbija"
Así llaman, pronunciando casi vascamente, los serbios á su Patria y nacionalidad, el pequeño y valentísimo pueblo yugo-eslavo, que, defendiendo tenazmente su brava independencia, parece, en los momentos en que se escriben estas líneas, destinado á determianr esa conflagración general cuya posibilidad angustia á Europa entera desde hace tantos años. (6)
Algunos escritores, dándosela de enterados –y mostrando, en realidad, la más supina ignorancia en achaque de países, nacionalidades y razas- suelen hablar de "nacionalidad serbo-cróata", cosa que es, exactamente, tan incorrecta, tan falsa, tan errónea como hablar de "País vasco-nabarro". ¡Como si nuestra nacionalidad hubiera sido formada por la fusión de dos pueblos distintos, el vasco y el nabaro! ¡Como si entre guipuzkoanos y bizkainos, por ejemplo, hubiese un parentesco más estrecho que entre cualesquiera de ellos y los nabarros! Asimismo, no hay "nacionalidad serbo-cróata": hay una nacionalidad serbia, de la cual forman parte, sin diferenciación étnica, los cróatas. Estos y los serbios difieren por la religión y por la situación política: pero no por la nacionalidad.
La estadística señalaba, en 1908, á la nacionalidad serbia un contingente de diez millones de almas, repartidas en tres Estados políticos: el reino de Serbia, actualmente en lucha con Austria, con una población de tres millones, mas el millón de serbios recientemente redimidos de la dominación turca é incorporados á esta monarquía nacional; el reino de Montenegro, con sus 400 á 500.000 habitantes; la monarquía apostólica(?) austro-húngara, que contiene entre sus súbditos cinco millones y medio de serbios, distribuídos en estas regiones: Croacia, Dalmacia, Bosnia-Herzegovian, el Banat de Temesvar (Hungría) una parte de Istria.
¡Serbios contra serbios tendrán que luchar en la presente contienda, unos por la nacionalidad serbia, bajo la bandera de los Karageorgewitx, de los hijos del héroe nacional Kara Georges, "Jorge el negro"; otros, contra su propia nacionalidad, bajo el estandarte imperial é imperialista de los Habsburgo! ¡Y en la misma lengua se pedirán –y acaso se negarán- cuartel! A estos crímenes contra naturaleza conduce la desatentada política de los Gabinetes europeos, el menosprecio del principio de las nacionalidades, la holladura del derecho á vivir de esas nacionalidades, la funesta práctica de los principios imperialistas. Y muy probable será que mañana los polacos de la Posmania (sometidos al Imperio alemán) y los polacos de Galitzia (sometidos á Austria) tengán que asarse á tiros y ensartarse á bayonetazos con los polacos de la región del Vístula (sometidos á Rusia), sólo porque así lo han acordado los respectivos Gobiernos imperiales é imperialistas.
Un progreso en el cual son posibles tales crímenes contra las nacionalidades es, sencillamente, una mentira repugnante y populicida, mil veces odiosa.
* * *
Los serbios que, con los búlgaros, forman el grupo de las naciones yugo-eslavas ó eslavas del Sur (yug en su lengua, casi como en nuestra lengua vasca, significa "sur") penetraron pacíficamente en el imperio bizantino en el siglo VII, llamados por los emperadores que querían formar con estas tribus una muralla de contención contra los ávaros. Ocuparon las tierras, vacías de población entonces, limitadas por el Danubio y el Drave al norte, al Adriático al oeste, el Timok al este y el curso inferior del Drin al sur. Una parte importante de la nación serbia –los cróatas, los dálmatas y una porción de los bosniacos y herzegovinos- abrazó la religión católica desde el mismo siglo VII; el resto de la nación serbia, que caía más en la esfera de influencia de Byzancio, fue catequizado, á fines del siglo IX por los santos Cirilo y Metodio. Cuando la Iglesia de Byzancio se separó de Roma, los serbios bizantinos siguieron en el cisma á la Cátedra patriarcal de Constantinopla, lo cual fue –aun nacionalmente hablando- una catástrofe.
La nacionalidad serbia, como la vasca, no consiguió nunca constituirse en un solo Estado, suficientemente fuerte para resistir á las presiones exteriores. Los cróatas fueron los primeros en organizarse políticamente, ya desde el siglo X, constituyéndose en reino, cuya corona, andando el tiempo, llegó á recaer en el rey de Hungría, aunque con plena distinción de poderes y conservando Croacia su entera independencia y su peculiar organización política, administrativa, económica y militar –exactamente lo mismo que nuestro Señorío de Bizkaya, cuando el que poseía esa dignidad llegó á ser separadamente, rey de Castilla. El fundamento histórico de las reivindicaciones nacionalistas de los cróatas es, pues, exactamente el mismo que invocan hoy los bizkainos nacionalistas.
En el resto de la nación serbia aparece el primer núcleo políticamente organizado con el reino de Raskia, fundado por el Papa San Gregorio, quien elevó á la dignidad real al "jupan", ó jefe de clan, Miguel, constituyéndose un minúsculo reino con los distritos de Raskia y Novi-Bazar. Un siglo más tarde, en 1217, se forma ya un Estado serbio de consideración, en la región meridional del Danubio, con el advenimiento del gan "jupan" Stepan I Nemania, coronado rey por un legado del Papa Inocencio III. La dinastía de los Nemánidas, fundada por este soberano, no cesó, durante ciento treinta y ocho años, de ensanchar las fronteras de sus dominos, atrayendo á este núcleo de organización nacional á todos los clanes serbios diseminados por las fronteras. El apogeo de esta monarquía se realizó bajo el reinado de Stepan Duxan (1331-1355), que llegó a reunir bajo su centro toda la nación serbia, excepción hecha de Croacia, Dalmacia y Bosnia. Pero á la muerte de este monarca se deshizo la mayor parte de su patriótica obra, y, para colmo de desdichas, la invasión turca acabó de destruir, con la batalla de Kosovo (1389), la independencia de la nación serbia: solo un puñado de aldeanos, refugiados en la "montaña negra" (Tzerna Gora), consiguió sustraerse de la dominación otomana, constituyendo el embrión del actual reino montenegrino.
* * *
El turco destruyó la independencia, pero no la nacionalidad serbia; aniquiló las instituciones políticas generales, pero no las instituciones administrativas locales. Tampoco destruyó la lengua ni la religión de los vencidos: dejó subsistir asimismo una buena parte de la legislación nacional. El Qorán, en efecto, el Código religioso-civil-criminal de los musulmanes, sólo obliga á los "creyentes": de ninguna manera es aplicable á "perros cristianos" Asimismo, ¿no está escrito que el "creyente" perciba el tributo del "infiel"? Por consiguiente, no conviene que el vencido abrace el Islam.
En estas condiciones, el pueblo serbio pudo conservar muy vivo el sentimiento de su nacionalidad, durante los cinco siglos de la dominación osmanlí.
La primera insurrección nacional estalló en Febero de 1804 y duró once años, hasta Diciembre de 1815. El héroe patriota de esta dura pelea fue el aldeano Jorge Petrowitx, denominado "Kara Georges" por los turcos. A las órdenes de este patriota peleaba un puñado de aldeanos, montañeses y pastores, entre los cuales figuraba el joven cabrero Vouk Stepanowitx, que fue después el ilustre fundador de la literatura serbia. A consecuencia de la victoria de Mixar, en la cual Kara Georges, con 7.000 infantes, 2.000 jinetes y dos cañones de madera, derrotó completamente á un cuerpo de ejército turco, de 30.000 hombres, capituló Belgrado á mediados de Agosto de 1806. Pero en 1813, los turcos abrieron la campaña con 200.000 hombres contra 34.000 que pudieron reunir los patriotas serbios Rusia estaba harto ocupada en rechazar la invasión napoleónica, y no podía prestar ninguna ayuda á los patriotas de los Balkanes: Austria, que podía hacerlo, no quiso ayudarlos. Belgrado volvió al poder del turco. Kara Georges, con todos los suyos, con la mayor parte de la población de Belgrado, se refugió al otro lado del Danubio, en Zemlin, territorio austriaco. Austria, que había prometido acoger á los fugitivos, cometió la deslealtad de considerarlos prisioneros de guerra, encerrándolos en fortalezas y ciudadelas.
Las represalias de los turcos fueron horribles: "delante de cada puerta de la ciudad de Belgrado –escribía en Febero de 1815 un testigo presencial- hay, á cada lado del camino, una fila de sesenta á setenta serbios empalados, cuyos cuerpos están comidos por los perros, hasta donde estos animales pueden alcanzarlos".
La segunda insurrección nacional comenzó el Domingo de Ramos de 1815, en la aldea de Takovo. Dirigido por Milox Obrenowitx, fue tan rápido y vigoroso este movimiento, que los turcos tuvieron que replegarse en todas partes. La situación de Europa había cambiado: Napoleón había sido vencido en Waterloo, Rusia estaba libre. El resultado fue que el sultán se vió obligado á reconocer la autonomía de Serbia, primer paso para la indepedencia. Las etapas recorridas han sido, en efecto, las siguientes: de pura provincia turca á provincia autónoma (1815); de provincia autónoma á principado puramente serbio, pero vasallo de Turquía (1833); con sucesión hereditaria, instituída por los mismos serbios sin intervención del sultán (1859); finalmente, reino independiente (1878-1882)."
* * *
¿Quedaban con tanto satisfechas las aspiraciones patrióticas de los serbios? No, en tanto que el "panserbismo" no realice completamente su programa.
El "panserbismo" no es otra cosa que el nacionalismo serbio integral. Aspira, en su parte política, á reunir en un solo Estado toda la nacionalidad serbia, la "Gran Serbia", como la llaman, para distinguirla del actual reino del mismo nombre, qu een realidad no es más que una parte, una fracción de la nación serbia. El primer panserbista fue el príncipe Miguel Obrenowitx (1859-1868), que estaba ya en tratos con el comité nacionalista búlgaro y con el célebre Obispo de Dyakovo, Mgr. Strosmayer, uno de los jefes del movimiento nacionalista cróata, cuando fue asesinado (cui proderat?) por dos sicarios en el parque Koxutniak, el 10 de Junio de 1868.
Bosnia y Herzegovina, provincias serbias, rescatadas de la dominación turca, habían sido entregadas á Austria "en depósito", hasta que se realizase la acordada incorporación de dichas provincias al reino de Serbia.
Austria, depositaria infiel, se las anexionó –ya sabemos cuál es el término moral equivalente á la palabra "anexión"- hace cuatro ó cinco años: de aquí el asesinato de Sarajevo, cometido sin duda por alguna Sociedad panserbista.
Y de ahí –como pretexto- la actual guerra.
& II
Resurrección de un pueblo
Serbia es uno de los cuatro pequeños países que recientemente han asombrado al mundo con la épica lucha sostenida para arrojar al Asia la barbarie otomana, vergüenza de nuestro continente. Serbia es uno de los más notables ejemplos de resurgimiento nacional que presenta la historia contemporánea. En poco más de un siglo, Serbia ha pasado de miserable provincia turca á Estado independiente que, castigando con mano dura á sus antiguos opresores, labora por la liberación de otras nacionalidades cristianas de la Península balkánica, sometidas hasta ahora á la dominación musulmana.
Cuatro siglos de opresión turca ha sufrido Serbia, hasta los comienzos del siglo XIX. Pesaba sobre los serbios un despotismo brutal y desenfrenado, agravado aún con las rapacidades de los pachás. A la menor tentativa de protesta, sufrían los serbios mosntruosos castigos: el empalamiento, como cosa corriente. Los opresores incendiaban las bibliotecas públicas para matar, con la literatura indígena, todo espíritu de cultura nacional, toda esperanza de renacimiento. Pero ante el odio de los oprimidos, inextinguible y tenaz, todas estas medidas de represión quedaron vanas. Las canciones populares, las pesmas, celebrando las hazañas de los héroes legendarios de la raza, se transmitían oralmente de hogar en hogar, y mantenían vivo el amor á la independencia. El serbio esperaba con impaciencia que sonase la hora de la liberación... Llegó eset momento cuando Kara Georges (Jorge el negro), el fundador de la dinastía Karageogewitx actualmente reinante en Serbia, á la cabeza de un puñado de montañeses, pastores y aldeanos, arrojó al turco del suelo patrio. Serbia quedaba redimida.
Al renacimiento político precedió, como en todas partes, el renacimiento literario, iniciado por dos hombres de gran talento, ferviente patriotismo y voluntad de hierro. Dositéi Obradowitx y Vouk Karadhjitx.
La lengua del pueblo yacía casi muerta, proscrita de la enseñanza y carente de toda literatura. El pueblo, de consiguiente, vegetaba en la más completa ignorancia, privado de alimento intelectual: sólo podía encontrarlo en las efusiones nacionales expresadas en las poesías de los bardos, en las pesmas. Obradowitx primeramente, y luego el continuador de su obra, Karadhjitx, se dedicaron á la enorme labor de reconstruir el idioma nacional, elevándolo á la categoría de lengua culta y literaria. Cincuenta laboriosisímos años de su existencia consagraron al renacimiento de la literatura patria, cada uno de estos dos campeones de la cultura nacional.
La vida de Obradowitx (1744-1811) fue agitadísima. Ardiendo en patriotismo y devorado por la sed de saber, aprendió el latín en Agram, el griego en Dalmacia y en Smyrna, los dialectos arnautas en Albania, el alemán en Viena, en cuya capital tradujo al idioma serbio las fábulas de Lessing, y publicó odas serbias á la insurrección nacional, que acababa de estallar, y á la toma de Belgrado. Recorrió después Italia, Alemania é Inglaterra, y volvió á establecerse en Venecia, donde la munificencia de varios ricos comerciantes serbios, tan patriotas como él, le permitió dedicarse exclusivamente al cultivo de la lingüística y de la literatura nacional. Libre ya la patria, fue llamado en 1807 por Karageorges para formar parte del Senado nacional, y falleció en Belgrado en 1811, teniendo la fortuna de ver realizado el sueño dorado de toda su vida: la Patria libre, y la bandera nacional flotando sobre las murallas de Belgrado.
El mérito de Obradowitx consiste en haber revelado al pueblo serbio los tesoros del idioma y de la literatura nacionales, en haber hecho comprender al pueblo la importancia de este factor moral de la Patria, y en haber abierto un camino llano y seguro para la restauración de la poesía nacional, llena de efluvios del alma serbia, fecunda en fermentos de patriotismo.
El continuador de su obra fue Vouk Stefanowitx Karadhjitx, el verdadero fundador de la literatura serbia. Hijo de un aldeano, y cabrero en su primera juventud, vivió en íntimo contacto con el pueblo, impregnándose totalmente en el espíritu popular. Compañero de armas, á los 17 años, del héroe libertador Kara Georges, tuvo que emigrar, como tantos otros patriotas, después del fracaso de la primera insurrección. Refugiado en Viena, en 1813, publicó una serie de artículos sobre el idioma serbio, que le atrajeron, primero la atención, y luego, la amistad del censor de prensa Kopitar, distinguido filólogo. La colaboración de ambos dio por resultado la publicación en 1814-16, de la primera colección de cantos populares de los Balkanes, y en 1818, la del Diccionario serbio: Como consecuencia de estas labores, las pesmas tuvieron gran resonancia en toda la Europa literaria, mereciendo se traducidas por Goethe y comentadas por Herder. Este éxito animó a Vouk en sus trabajos, y puesto á la labor con nuevo ardimiento, consiguió realizar respecto del idioma serbio la obra que los Grimm habían llevado á cabo en el idioma alemán: estudiar, discutir y profundizar las leyes gramaticales, fonétics y ortográficas: definir y aclarar la morfología y la significación del léxico, y, en una palabra, cimentar inconmoviblemente las bases de la lengua literaria.
No faltaron, entre los mismos serbios, encarnizados adversarios de esta labor de restauración. Mercede á la decadencia anterior, se había implantado en Serbia una literatura apócrifa, compuesta de toda clase de elementos extraños, la cual se adornaba con el vano y poco merecido nombre de clasicismo. Los partidarios de esta pseudo-literatura, hombres por otra parte distinguidos por su patriotismo y sus conocimientos, hicieron esfuerzos inauditos para desvirtuar la obra lingüística de los restauradores, á cuya cabeza estaba Vouk, y contando con el apoyo oficial, llegaron á prohibir la circulación en Serbia de las obras de Vouk. No pudo durar tan extraña prohibición. En 1860 fue levantada, y algunos años más tarde, en 1868, entró definitivamente como lengua restaurada en la literatura serbia. Cuatro años antes había muerto Vouk, sin tener el consuelo de presenciar el triunfo definitivo de sus ideas.
CAPÍTULO v
El Renacimiento Cróata
& I
Los cróatas son una nacionalidad de raza eslava, que con los serbios, los búlgaros y los eslovenos forman el grupo llamado "iugo-eslavo", ó eslavo del sur. Los cróatas ocupan hoy el territorio comprendido entre el Drave y el mar Adriático, al noroeste de Serbia y al suroeste de Hungría: se hallan sometidos á la dominación política del Estado austro-húngaro, y profesan la religión católica.
Antes del siglo VI, los cróatas habitaban el país situado al norte de los montes Kárpatos, hacia el Vístula, de cuyo territorio fueron expulsados por los Avaros, viniendo á establecerse al país que ocupan actualmente. Su primitiva organización político-social era curiosa. La unidad social era la familia, y no existían la propiedad individual ni el derecho de herencia. La familia sola poseía las tierras, y todos sus miembros las cultivaban, bajo la dirección de un "starexina". La familia primitiva, á fuerza de extenderse y de multiplicarse, llegaba á formar una unidad de categoría superior, la "obtina" (escribo estas voces eslavas con arreglo a la grafía euzke´rica, en lo posible), siempre bajo el régimen de la comunidad de bienes: regía este grupo un "starosta", elegido por los "starexinas". Un grupo de "obtinas", que habitaban una región bien delimitada, formaban una "jupa", regida por un jefe llamado "knez". A su vez, estas "jupas" se organizaban en una unidad de categoría superior, y de esta suerte se formó, en los comienzos del siglo VII, un Estado cróata limitado por los ríos Bojana, Drina, Danubio, Drave, Sana y Save, y por las montañas de Istria.
Sometidos por Carlomagno, después que este príncipe hubo destruído la dominación de los ávaros, los cróatas tuvieron su Roncesvalles en 828, y gozron tranquilamente su independencia, que no volvió á ser amenazada hasta el año 907, por la invasión de los magyares ó húngaros. Ante la inminencia del peligro que traía la invasión magyar, el "knez" Tomislav después de someter á su autoridad á los demás príncipes ó "jauntxus" de la nación cróata, rechazó victoriosamente todas las acometidas de los magyares, y después de derrotar al emperador de los búgaros Simeón, se hizo proclamar rey de los dálmatas y de los cróatas el año924. Así nació, en circunstancias muy parecidas á las del Señorío de Bizkaya, y casi en la misma fecha, el reino de Croacia.
Por desgracia, se extinguió la dinastía de Tomislav, y los trastornos que provocaron siete "jauntxus" pretendientes á la corona determinaron que en 1102 los cróatas eligieran por rey suyo á Coloman, rey de Hungría, aunque con absoluta separación de las dos coronas, con el juramento de respetar la independencia y la constitución cróatas. Los sucesores de Coloman solían proclamarse reyes de los cróatas después de haberse posesionado de la corona de Hungría, y, como diríamos aquí, "después de haber jurado los Fueros".
La historia de la Croacia durante toda la Edad Media, con sus luchas dinásticas y por la defensa de su independencia, constantemente amenazada por los magyares, á pretexto de la unión meramente personal que existía entre las dos coronas, es en todo análoga á la historia de nuestros Estados Vascos medievales, que en tantas ocasiones, y á veces con las armas en la mano, tuvieron que oponerse á las pretensiones liberticidas de los reyes, que eran á la vez, aunque distintamente, nuestros "Jaunes".
Relativamente á Hungría y á Austria, los cróatas formaban una nacionalidad pequeña y débil; por consiguiente, aunque el derecho de Croacia á la independencia era innegable, esta nación tenía que hacer verdaderos prodigios de equilibrio y de diplomacia para mantener su autonomía política, inclinándose unas veces hacia Viena, otras hacia Buda-Pesth, según que el peligro le pareciese más grande de un lado ó del otro.
Los magyares, apoyados en su belicosa y turbulenta aristocracia, no cejaban en su empeño de absorver la Croacia, anexionándosela sin el menor reparo. Creían que con este incremento de fuerza podrían ellos mismos resistir mejos á la influencia germánica que les amenazaba por parte de Austria. En estas luchas y peripecias transcurrieron varios siglos, durante los cuales, y por la razón que vamos á decir enseguida, la conciencia nacional cróata se fue borrando casi completamente.
A fines del siglo XVIII, dominaba todavía en Croacia el régimen fedual, que contribuyó de manera harto eficaz al oscurecimiento de la conciencia nacional de los cróatas. Las únicas clases auténticamente influyentes en el país –nobleza y clero- estaban bastante germanizadas, bastante alejadas del espíritu de la nación, cuya lengua se preciaban de desconocer, cuyas costumbres se ufanaban en despreciar. El pueblo, ignorante y despreciado, no estaba en condiciones de sostener ninguna idea de reivindicación nacional.
Sobrevino en esto la revolución francesa y fue el golpe de muerte para Croacia. Porque los aristócratas de aquel país, sólo atentos á conservar sus privilegios y aterrados ante las convulsiones demagógicas cuya noticia les llegaba, idearon estrechar más y más los vínculos de comunidad de clase que tenían con la aristocracia magyar, y á este fin sacrificaron la independencia de su patria, urdiendo la unión "real" de Croacia y Hungría.
Y efectivamente, en la Dieta húngara de 1790 se decidió que en lo sucesivo Croacia dependiera del consejo real de Hungría.
Pero la desatentada y opresora política pangermanista del repulsivo emperador José II, discípulo á la vez del absolutismo borbónico francés y del "filosofismo" enciclopedista, dio el contraproducente resultado de despertar las ideas nacionalistas en los diversos pueblos y razas sometidos á su centro imperial; Bohemia, Hungría y también Croacia. Un nuevo elemento, hasta entonces inerte, comenzaba á agitarse y á intervenri: el pueblo. Todavía no se daba la masa popular cuenta exacta de las aspiraciones cuyos gérmenes la agitaba; pero no le faltaron espíritus clarividentes que percibieron inmediatamente cuál podría ser el resultado de esta agitación popular, bien encauzada. Entre ellos, entre los que pensaron -¡bien prematuramente!- en un posible renacimiento de las nacionalidades caídas, descuella el gran patriota cróata Maksimilijan Vrhovac, (pronúnciese "Frhovats"). Obispo de Zagreb, ciudad que los alemanes llaman "Agram". Este Prelado fundó una imprenta episcopal, adquirió libros, apoyó á los literatos Dobravsky y Kopitar (de quien varias veces hemos hablado en estos artículos), en sus trabajos é investigaciones. Hizo más el Obispo de Zagreb: ordenó á todo el clero de sus diócesis que se dedicase á recoger las canciones populares de lengua cróata. ¡Y era de ver aquel clero, educado por la nobleza en ideas germanistas y anticróatas, obligado á buscar las canciones de la lengua que despreciaba!
Bien miserable era por aquella época la situación de la lengua croata. Careciendo de toda literatura, porque sólo se publicaban de cuando en cuando mezquinos librejos, fraccionada en multitud de dialectos ragionales, con una anarquía gráfica parecida á la que hasta hace poco "reinaba" en nuestro Euzkera, influída al sur por el italiano, y al norte por el magyar y el alemán, ni siquiera tenía unidad de alfabeto, pues si en la mayor parte de Croacia se han empleado siempe los caracteres latinos, en Bosnia se habían adoptado los caracteres llamados "cirílicos", que se usan en Serbia y en Rusia.
Sin embargo, el impulso estaba dado, y una joven generación de patriotas se iba á encargar de proseguir la generosa obra iniciada por el Obispo Vrhovac. Al frente de esta joven escuela nacionalista estaba Luis Gaj (pronúnciese "Gai").
Gaj (1809-1872) había estudiado en Viena, Gratz y Pesth, donde había estado en contacto con eslavos de diversas nacionalidades: txeques, serbios, eslovenos, etc., todos empapados de ideas de eslavismo. Este contacto despertó en Gaj el sentimiento de la raza eslava y del nacionalismo cróata. Quiso primeramente conocer los derechos históricos de su patria, y por los consejos de Adalerto Muhar, estudió largamente, en las bibliotecas de Gratz y en la del Museo de Pesth, las fuentes históricas de Croacia. En Pesth tuvo la fortuna de trabarconocimiento con dos ilustes txeques, el poeta Juan Kollar y el arqueólogo Schaffarik, y estos dos patriotas hicieron comprender á Gaj la importancia que para un pueblo tiene su lengua nacional.
Vuelto Gaj á su patria, propagó entre sus amigos las ideas nacionalistas que había adquirido en sus viajes: todos las aceptaron con entusiasmo, y se abrió la era de la propaganda patriótica, por medio de folletos escritos en latín y en alemán, porque las clases ilustradas desconocían el cróata, y el pueblo no sabía leerlo. Esto ocurría entre 1832 y 1834, en el tiempo en que los vascos estaban batiéndose desesperadamente para saber si en Madrid había de reinar una mujer ó un hombre.
Siguiendo los consejos de Schaffarik y de Kolla, emprendió enseguida Gaj la tarea de unificar la ortografía cróata, para echar la base del futuro lenguaje literario: quedaba la cuestión de los dialectos, que era harto más difícil de resolver. Existían tres principales, el "xto", el "kai" y el "txa". La cuestión era elegir uno para que sirviera de base al lenguaje literario, y aquí se dividieron los pareceres: Schaffarik optaba por el "xto", pero el esloveno Kopitar defendía con todas sus fuerzas el "kai" sosteniendo que todo dialecto tiene derecho á vivir literariamente, generosa aspiración, si fuese compatible con la práctica. Al fin, pero no sin larga y á veces violenta lucha, prevaleció la opinión de Schaffarik, y el "xto" quedó consagrado como dialecto literario.
A partir de este momento, el renacimiento fue en auge. En 1834 fundó Gaj un diario y una revista para propagar sus ideas; después, organizó una sociedad para el cultivo y la difusión de la lengua nacional, y en 1838, una sociedad titulada "sala de lecturas", cuya actividad no decayó un solo momento.
El conde Ianko Draxkovit publicó un folleto en alemán titulado Una palabra á las nobles hijas de Iliria, excitándolas á estudiar y usar la lengua cróata y á abandonar el uso del idioma alemán, que era todavía el de las clases "ilustradas". El éxito fue inmenso: todas las damas adoptaron el traje nacional, hablaron la lengua nacional, y, el entusiasmo fue en aumento. El "sabor" (especie de Diputación provincial") pidió en 1840 que se enseñara el cróata en todos los establecimientos de segunda enseñanza, en estos términos: "Animados por el ejemplo de otros pueblos creemos que nuestro deber está en cultivar cada vez más nuestra lengua, á fin de poder expresar el carácter de nuestra nacionalidad".
Para entonces los vascos habían acabado de romperse la crisma sin conseguir poner en claro si en Madrid había de reinar una mujer ó un hombre...
& II
Racki y el Obispo Strossmayer
La historia de las luchas contemporáneas por las nacionalidades caídas nos prueba suficientemente que en vano se puede esperar exclusivamente de la estéril agitación y de las continuas protestas el resurgimiento de una nación. Un pueblo ignorante, desconocedor de su modalidad peculiar que sólo perciba por instinto, desdeñoso de todo saber, está condenado, por bravo y altivo que sea, á sufrir, sin esperanza el yugo extranjero. No es esto suponer, ni mucho menos, que la intelectualidad pura sea el origen de todo bien, sino sólo expresar la condición necesaria, aunque no suficiente, de la libertad de un pueblo. En especial, las naciones que hayan atravesado un largo período de decadencia necesitan para revivir, volver á tomar puesto, con sus caracteres propios, entre los países de intensa vida intelectual: de esta manera se desligarán de la influencia extranjera que sólo puede perdurar sobre una raza iliterata é indigente.
Estos principios sirvieron de invariable norma á toda la vida literaria y política de uno de los más ilustres fautores del renacimiento cróata, el sacerdote Francisco Racki (pronúnciese "Ratxki"), de quien, y de su magnífico colaborador, el Obispo Strossmayer daremos algunas noticias en las presentes líneas.
Racki (1828-1894) era hijo del pueblo, como el serbio Vouk Stefanowitx, como el txeque Ladislao Rieger, como nuestro Arana-Goiri, como todos los iniciadores de renacimiento popular. De Dios provienen toda salvación y toda vida: parece, sin embargo, que en estos casos de resurgimientos nacionales quiere Dios que el medio de la salvación del pueblo sea el pueblo mismo.
Podemos figurarnos á Racki, con sus primeros años, con un "mutil" de carácter serio, taciturno, de salud delicada, poco dado á corretear con los de su edad, aficionado á la lectura y al estudio. Por aquel tiempo, el germanismo era la tendencia intelectual y social dominante en Croacia. El padre de Racki no era patriota: es decir, era un pobre aldeano que, por no saber nada de nada, se sentía deslumbrado por la cultura germánica y aspiraba á que su "mutil" se educara alemanamente. No de otra manera discurren el día de hoy muchos labradores acomodados de Gipuzkoa y de Bizkaya, que envían sus hijos á Gazteiz y á la llanada alabesa, á que aprendan "erromantze". La servidumbre del espíritu, carácter común á todas las nacionalidades caídas. Bien es verdad que todavía no puede el Partido patriota ofrecer á los vascos los medios suficientes para satisfacer á todas sus necesidades espirituales, razón decisiva para que nos apresuremos á llenar colmadamente este vacío.
Así, pues, Racki padre colocó á su hijo de huésped en una familia alemana en Varajdin, para que siguiese los estudios de segunda enseñanza en el Liceo ó Instituto de aquella ciudad. Esta población poseía, por aquella época, algunos focos de movimiento eslavista que trataban de resistir á las influencias germánicas y magyares. Los patriotas de Varajdin organizaban festejos patrióticos en los que la juventud tomaba principal parte: habían fundado una biblioteca nacionalista, é instituído un concurso para premiar el major manual escolar escrito en lengua cróata –cosa que todavía no se nos ha ocurrido hacer á los vascos.- Era, pues, la ciudad un foco bastante intenso de eslavismo, cuya influencia no dejó de alcanzar al joven Racki, á pesar de todas las precauciones paternas. El hecho es que, con motivo de terminar sus estudios de segunda enseñanza, ya compuso Racki una poesía latina donde se expresan claramente tendencias nacionalistas.
Pasó después Racki á cursar los estudios eclesiásticos en el Seminario de Señ, cuya biblioteca posái una serie de 68 obras eslavas, entre ellas la Revista del museo txeque, La Hija de la gloria, (7) del gran poeta txeque Kollar, algunos folletos de propaganda eslavistas, varias obras de Palacky, Kanetxny, Schaffarik, etc. Es indudable que la lectura de estas obras hizo profunda impresión en el ánimo de Racki, y determinó la dirección de toda su carrera literaria.
El momento, sin embargo, no era nada propicio al eslavismo: el Gobierno de Viena acababa de disolver violentamente el Congreso eslavista de Praga y de suprimir la sociedad Lipa Slowanska, á la cual pertenecía ya Racki. A pesar de esta última circunstancia, el temperamento personal de Racki no le disponía á tomar una parte activa en las luchas meramente políticas: lo que en el movimiento eslavista interesba más á Racki era la parte literaria y lingüística, ciertamente más trascendental y de mayor alcance que la política callejera. Y así, mientras en 1848 se debatía apasionadamente en la prensa y en las tribunas la cuestión de las nacionalidades, Racki, que acababa de cumplir los veinte años, componía tranquilamente un manual de gramática txeque, en cuyo prefacio escribió las siguientes patrióticas palabras: "Todos los pueblos han hablado ya –dice el gran apóstol del eslavismo, Juan Kollar; ahora es la vez de los eslavos. Y, en verdad, todo patriota que observe atentamente los sucesos de los últimos años, debe alegrarse de ver que la gran nación á que pertenece y que no por su culpa, sino por la perfidia de los extranjeros, parecía casi amenazada de desaparecer –que esta gran nación eslava, despierta por fin. Pero, por otra parte, con qué tristeza se observan las señales de las mortales heridas que ha recibido, la imposibilidad en que se halla de seguir el camino libertador que otras naciones más pequeñas han recorrido ya (se refería, acaso, á Grecia y á Bélgica, cuya independencia era entoces muy reciente), la falta de fueza de alma, destruída ó disminuída por la influencia extranjera: parece que le vemos desaparecer en el crespúsculo vespertino. Hay que regenerar este cuerpo agotado ó de lo contrario, cavar su tumba."
Pero, ¿cómo reanimar á este cuerpo agotado? A esta pregunta contesta así Racki:
"Hay que infundir en este cuerpo un espíritu nuevo, el espíritu nacional que, según nuestro gran Tomaseo, reside en el idioma..."
Esas sencillas líneas condensan todo el programa de acción que siguió fielmente Racki durante su vida entera.
Poderosamente secundado por su Obispo Ojegovit, que era también un ardiente patriota, y contando con los auxilios pecuniarios de este prelado, pasó Racki á Viena donde se encontró por vez primera con Strossmayer, el futuro apóstol de la causa nacional de los iugo-eslavos, el cual era entonces capellán de la corte, y director del "Augustineum", especie de Seminario eclesiástico. La amistad que trabaron entonces estos dos eclesiásticos no se debilitó jamás. Algún tiempo después, ya ordenado de presbítero Racki, llegó a vacar una plaza de canónigo en el capítulo cróata de San Jerónimo de Roma, restaurado por el Papa Pío VI, que era oriundo de Croacia. Para esta vacante fue propuesto Racki, con el apoyo de los Obispos Ojegovit y Strossmayer (que lo era ya de Dyakovo), y el cardenal Haulik, arzobispo de Zagreb (Agram).
La situación económica de este capítulo de San Jerónimo era muy precaria, pero no por eso dejaba de pensar Racki en el provecho que para la causa patria podía obtener de su estancia en Roma, y así escribía á Hattala, profesor de la Universidad de Praga, las líneas siguientes: "Los iugo-eslavos debemos procurar que nuestro instituto de San Jerónimo sea para nosotros una academia y una agencia." Y en otra carta al mismo profesor, añadía: "En una palabra, debemos aprovechar las circunstancias y darnos á conocer á la gente de aquí, y por Roma nos conocerá el resto del mundo." Racki sabía bien lo triste que para una nacionalidad caída es el ser desconocida de todo el mundo.
Evidentemente, no podemos seguir á Racki á través de los estudios y trabajos que realizó durante su estancia en la capital del mundo católico; por consiguiente, los pasamos en silencio, y llegamos al punto que prácticamente más nos interesa, la fundación de la Academia cróata por Strossmayer y Racki.
El primero de esos ilustres patriotas era ya, desde 1830, Obispo de Dyakovo. Hijo del pueblo cróata, poseía cualidades que se complementaban perfectamente con las de aquél. Ambos era profundamente religiosos y unían á un ardiente patriotismo, la más perfecta adhesión á la Iglesia Católica romana. Pero sus temperamentos eran muy distintos: Strossmayer era apasionado, entusiasta, impetuoso; Racki tenía en cambio un temperamento frío y apacible, pero extraordinariamente tenaz.
De pronto vieron ambos la necesidad imperiosa de establecer la Academia, como centro de la labor intelecual del nacionalismo cróata.
"Señores, -decía Moseñor Strossmayer á los cróatas que habían acudido á felicitarle por su iniciativa de fundación de la Academia- soy hijo de pobres, y he conocido por experiencia en mi juventud las dificultades de adquirir instrucción. También he comprendido fácilmente la importancia que entraña para nuestra querida patria la posibilidad de dar á sus hijos medios de adquirir una instrucción superior. En ls diversas naciones latinas y germánicas, los grupos provinciales están separados entre sí por diferencias más profundas que las que existen entre los diversos pueblos iugo-eslavos. Si aquellos han conseguido vencer estas dificultades y suprimir las diferencias (dialectales), y fraccionamiento literario (subsiguiente), nosotros también lo podemos conseguir, y sabremos perfeccionarnos constantemente".
De la fundación y trabajos de esta Acaemia, hablaremos (Jainkoa’k lagun) en el siguiente artículo.
& III
La Academia
Cuando después de un letargo de varios siglos trataron los iugo-eslavos de iniciar el renacimiento literario y político de su raza, pensaron que la antigua ciudad de Zagreb, llamada "Agram" por los alemanes podía ser el foco de este renacimiento y el centro de acción del partido nacionalista. Y en Zagreb establecieron la Academia iugo-eslava.
Ya desde 1859 proyectaba el Obispo Strossmayer la fundación de esta Academia. Al año siguiente, y probablemente por la inspiración de Racki, se decidió á realizar el proyecto, dedicando á él la no despreciable suma de 50.000 florines (el florín equivale á algo más de dos pesetas). En una especie de manifiesto publicado para dar á conocer sus proyectos, decía el Obispo Strossmayer los siguientes párrafos que tienen evidente aplicación á nosotros los vascos.
"No será fácil que las naciones muy pequeñas lleguen á tener una copiosa literatura original, y aún los pueblos más numerosos estarán condenado á parecida esterilidad, mientras no consigan fundir todos sus dialectos en una sola lengua escrita. Todos los pueblos antiguos y modernos lo han comprendido así, y han combinado los recursos más profundos de su idioma y de su genio para producir sus literaturas nacionales. ¿Por qué hasta ahora, no ha adquirido la literatura iugo-eslava el desarrollo que parecían prometerle las felices disposiciones de los naturales? Porque éstos no se reunían en su esfuerzo común. Aislados, sus esfuerzos se consumían, estérilmente; pero cuando se elevan hasta la idea de una labor común, sus éxitos serán rápidos y sus proyectos decisivos."
A este fin propone el magnánimo prelado la fundación de la "Academia iugo-eslava" donando al efecto la expresada suma de 50.000 florines. No se limitó á esta donación la munificencia del Prelado; más tarde donó otros 20.000 florines, después regaló á la Academia su magnífica colección de cuadros, y por último cedió otra suma de 40.000 florines. Y aparte de estas espléndidas donaciones deben contarse las que el ilustre Obispo hizo a favor de la enseñanza nacional, entre ellas la de 50.000 florines para la Universidad cróata. Además hizo el Obispo Strossmayer un llamamiento á todos los amantes de Croacia; los patriotas no se esquivaron y en poco tiempo se habían suscrito ya 200.000 florines para la obra nacional de la Academia.
Los trabajos de organización de ésta fueron encargados á Racki. Este cumplió su misión redactando el reglamento de la futura corporación y explicando, en una serie de artículos periodísticos, la naturaleza, objeto y fin de la asociación proyectada. En el reglamento se expresaba que se creaba la Academia para la defensa de las ideas iugo-eslavas, paa el progreso de las ciencias y de las artes en las nacionalidades eslavas del sur, y para el estudio de todas las cuestiones que pudieran interesar á estas nacionalidades. El idioma oficial de la sociedad sería el serbio, pero se admitían escritos en esloveno y búlgaro. La Academia sería eminentemente "nacional", es decir, en exclusivo consagrada al estudio de la lingüística, la historia, la arqueología, la geografía y de todas las ciencias, dentro de los límites que pudieran interesar á la causa iugo-eslava. Finamente, se dedicaría también á prestar apoyo á los escritores jóvenes, y á fomentar la afición á la literatura nacional.
También hubo necesidad de una campaña de prensa, y por dos razones. Primeramente, los serbios comenzaron á ver con malos ojos los proyectos de fundación de esta Academia: influídos pro las mezquinas pasiones de la titulada "ortodoxia" (el cisma bizantino), por la envidia y los celos que siempre ha mostrado el clero cismático respecto de la Iglesia romana, temían que la Academia fuese un foco de eslavismo católico, y se mostraban hostiles á un proyecto que tenía el "pecado original" de haber sido iniciado por un Obispo y un sacerdote romanos. Además de esto existían ya organismos y sociedades literarias, como la Moetitsa Hrvatsea, que se creyeron amenazados de muerte con la aparición de la nueva Academia. Racki tuvo que disipar todos estos recelos, por medio de una serie de artículos publicados en el periódico "Pozor" de los cuales reproducimos estos párrafos, porque mutatis mutandis tienen aplicación á nuestras cosas vascas.
"La erudición es el poder ante el cual se desvanecen la mentira, los prejuicios y el despotismo en todos los ramos de la vida pública.
"el peublo que posee ciencia asegura su porvenir, quebranta las cadenas de la esclavitud en que lo sujeta la dominación extranjera, y puede aspirar á ser una potencia capaz de hacerse oir en el mundo.
"Nosotros los iugo-eslavos, estamos divididos en tres ramas por el idioma, en cuatro por la historia. No hemos adquirido todavía la noción de nuestros intereses generales: solo por medio de la ciencia la hallaremos. Estamos disputando acerca de cuál ha de ser el centro de acción de los iugo-eslavos, en lugar de dedicarnos á conocer sus fuerzas. Rebuscamos las diferencias lingüísticas entre el serbio y el cróata, sin ocuparnos de las riquezas del idioma común. Juzgamos que la historia no ha creado suficientes divergencias entre los diversos pueblos iugo-eslavos, y todavía nos dedicamos á agriarlas más, descubriendo diferencias etnográfics. Es verdaderamente buscar tres pies al gato.
"La historia iugo-eslava nos es más desconocida que la de Alemania, la de Francia ó la de Inglaterra.
"El derecho público serbio ó cróata, como si no existiera para nosotros: hasta ese punto lo desconocemos. ¿Y qué decir de las ciencias que no interesan directamente á nuestro pueblo, pero que nos son necesarias en cuanto somos miembros de la humanidad?
"Toda actividad científica –añadía Racki- debe tener un centro sin el cual el individuo aislado, aunque fuese un genio, no conseguiría desarrollarse completamente. Los cróatas y los serbios, después del renacimiento de principios de siglo, han fundado varias sociedades literarias... Lejos de mí el pensamiento de discutir las generosas intenciones de estas sociedades, ni de rebajar sus resultados morales; pero nos vemos obligados á confesar que el balance científico de su acción no es el que desaría nuestro patriotismo.
"¿Y por qué –Porque son esfuerzos aislados. Lo que necesitamos es el trabajo común, el centro único. Solamente la Academia iugo-eslava alcanzará este resultado."
Después de mil contratiempos y dificultades que podrá figurarse muy bien el lector sin que las refiramos y que fueron vencidos por la constancia, el entusiasmo y la paciencia de los dos fundadores, pudo por fin celebrarse la sesión inaugural de la Academia, el día 28 de Julio de 1867. Asistían representaciones de diversos países eslavos. Strossmayer abrió la sesión con el Crucifijo en la mano, pronunciando estas nobles palabras:
"Designado por vosotros para ser el primer protector de la Academia, deseo que este Crucifijo permanezca siempre en este local, á fin de recordar á los académicos que la fé con sus luces penetra doquiera que el espíritu humano se eleva por su trabajo y su genio" Después que Strossmayer hubo señalado las tendencias religiosas de la Academia, tomó la palabra Racki para exponer los planes de la futura labor científica.
La Academia ha cumplido colmadamente sus promesas, con la publicación de un gran Diccionario serbio-cróata y una muchedumbre de obras de historia, literatura, legislacion, etc. de los pueblos iugo-eslavos. El alma de toda esta obra ha sido Racki, aconsejando, fortaleciendo y dirigiendo. Velaba escrupulosamente por el fomento de la lengua nacional, censurando con toda franqueza á los escritores que por costumbre ó por indiferencia se valían de otra lengua:
"¿Para qué llevar leña al bosque?" –decía al profesor Bulit que en 1882 había publicado en alemán, una obra acerca de San Donato de Zagreb. Bulit comprendió la lección, y prometió no volver á escribir más que en cróata.
Hasta 1909, la Academia ha publicado 303 obras que representan unos 7.000 pliegos de impresión. Entre las obras más importantes publicadas por esta corporacion están el Gran Diccionario serbio-cróata, antes mencionado, y la obra histórica tiutlada "Monumenta spectantia historiam slavorum meridionalium". Aemás edita cinco revistas de lingüística, historia y erudición. Este esfuezo intelectual se realiza en una ciudad que no pasa de 40.000 habitantes, para una pequeña nación que con dificultad llega á tener dos millones de almas. Pero esa pequeña nación es la Patria, tanto más digna de ser amada cuando más pequeña y más débil sea: porque, como lo dice nuestro pueblo euzkeldun con buen sentido: iturri txikia aundiak aña egarria kendu.
CAPÍTULO IV
Polonia y sus actuales orientaciones
& I
Tres naciones extranjeras –Rusia, Prusia, Austria- han despedazado á Polonia y han devorado sus despojos; pero ninguna de ellas ha podido asimilarlos. Las injusticias nacionales se pagan siempre aquí abajo, y la cuestión polaca ha llegado á ser, para las potencias opresoras, una úlcera que jamás se cierra, y desde el punto de vista internacional, un constante peligro para la paz europea.
Los polacos constituyen la única nación eslava que desde tiempo inmemorial habita el mismo suelo en que ahora es conocida –el país comprendido entre el río Oder, los montes Kárpathos y el mar Báltico, con el río Vístula como arteria principal del país. Conlindan con las nacionalidades también eslavas de los blancos-rusos, pequeños rusos, (ukranianos) y eslovacos, y están en hostil contacto con las razas extranjeras de los alemanes y los magyares.
Son los polacos, por muchos conceptos, la aristocracia, la élite, de la raza eslava. Su etnografía, aparte de la evidente filiación eslava. Su etnografía, aparte de la evidente filiación eslava, es desconocida. Aparecen en el campo de la Historia, allá hacia el siglo IX, mucho más tarde que los vascos. Créese que el nombre nacional actual procede del de la tribu de los "Polian", que llegó a ser predominante entre todas las que poblaban el país de los Liakh ó Lekh.
La lucha con los alemanes empezó muy pronto y con poca fortuna para la nacionalidad polaca; ya desde el siglo XIII, la Silesia, que era país polaco, cayó en poder de los alemanes, que comenzaron á germanizarla á todo escape: el polonismo de esta provincia no ha revivido hasta el siglo XIX, y en circunstancias bastante extrañas, como veremos más adelante. La actual Pomerania (en alemán Pommern), hoy totalmente germanizada, era ciertamente eslava de origen, como lo indica su nombre (po – more: "á lo largo del mar"), probablemente polaca. Y el entendido eslavista txeque Lubo Niederle, de quien tomo alguno de estos datos, afirma que los mismos prusianos no son más que eslavos germanizados, como en nuestra Península son vascos erderizados todos los riojanos y gran parte de los alto-aragoneses.
Agréguese á esto la colonización alemana que fomentaron desconsideradamente ciertos "jauntxu" polacos, más atentos á sus intereses personales que al bien de la patria, en diferentes regiones del país: estos focos germánicos no se asimilaron jamás, y llegaron á constituir un grave peligro para la nacionalidad polaca. Afortunadamente, el clero se mostró muy clarividente y muy patriota: surgió la literatura nacional, y comenzó á ejercer una saludable influencia sobre las clases altas de la nación.
Perdiendo cada día terreno por el Oeste, la nación polaca trató de extenderse hacia el Este, donde encontraba elementos étnicos afines, entre los lituanios y los pequeños-rusos. Pero ya por entonces se había formado, con el ducado de Mosxú, un centro político importante, el núcleo del futuro Imperio ruso. Los moscovitas entraron en pugna inmediatamente con los polacos, los cuales, por otra parte, no habían sabido constituirse en una suficientemente robusta organización política que sirviera de base á la resistencia nacional. Tras de una serie de vicisitudes y luchas que no podemos ni aún de paso, referir, sobrevinieron los tres repartos de 1792, 1793 y 1795, que despojaron de su independencia a la nación polaca.
Hoy, ocho millones y medio de polacos se hallan bajo el Estado ruso, algo más de cuatro millones bajo el de Austria, y tres y medio millones bajo Alemania. Los polacos son, en su inmensa mayoría, católicos.
* * *
Nunca han renunciado los polacos al proyecto de reconquistar su personalidad política. Pero sus métodos de lucha por la nacionalidad han variado notablemente, y el principal objeto de las presentes líneas consiste en mostrar esta evolución de procedimientos, y las condiciones actuales de la lucha por el polonismo.
Después del reparto, y durante mucho tiempo, los polacos, nación altiva y valerosa, que posee una clase noble singularmente patriota y caballeresca, no vieron otro medio que el de las armas para la reconquista de la independencia nacional. Esta fue la etapa "romántica" del polonismo. Durante ella se realizaron las fogosas insurrecciones de 1830 y de 1863-64, tan duramente reprimidas por el moscovita.
La insurrección de 1863-64 fue organizada por la nobleza y las clases intelectuales: no fue un movimiento popular, propiamente hablando. Los aldeanos se mantuvieron, en su mayoría, indiferentes, y en ocasiones hostiles. Los insurgentes fueron castigados con una dureza implacable; el salvajismo de los agentes moscovitas, y en especial el vergonzosamente célebre Muraview, se ejerció á sus anchas sobre todo lo que significaba polonismo; sus principales víctimas fueron los nobles y el clero católico. Estas dos clases sociales eran, hasta entonces, consideradas como la auténtica y exclusiva representación del nacionalismo polaco. El pueblo no se contaba ó se contaba como hostil al polonismo representado por los nobles, á causa de las divergencias de clases.
El Gobierno moscovita quiso aprovechar estas circunstancias para dar el golpe de gracia al polonismo, libertando á los aldeanos de la tutela semi-feudal, á la que todavía estaban sometidos. El Gobierno ruso trataba por este medio de debilitar la influencia social de la gran propiedad, que estaba en manos de los nobles, creando una clase de pequeños propietarios aldeanos que (imaginaban los rusificadores) serían anti-polacos y afectos al poder moscovita. Pensaba, pues éste que la nueva clase social estaría en permanente hostilidad con sus antiguos señores y con sus tendencias, y á este fin, los funcionarios moscovias recibieron instrucciones para fomentar esta guerra sorda por medio de continuas excitaciones contra la nobleza, hechas en un sentido puramente socialista.
Pero los planes del Gobierno moscovita resultaron totalmente fracasados, porque el pueblo, emancipado de la tutela de los nobles, se sintió nación, y no solamente no coadyubó á la rusificación, sino que constituyó el núcleo de un nuevo aspecto del nacionalismo polaco, más racional y más eficaz que el de la etapa "romántica". Se cerró la era de las insurrecciones, terminó el período de las luchas armadas, tan cruentas como estériles. Comenzó otro género de lucha.
Después de 1864, un observador superficial hubiera podido asegurar que Polonia y el polonismo habían dejado de exisir, lo mismo que después de 1876 pensaron muchos que ya había muerto el País Vasco. Pero después de 1864 hubo en la vida de la nación polaca un período de trabajo interior en condiciones notablemente modificadas. La nación concentró sus energías sobre sí misma, y de esta concentración surieron profundas transformaciones en la visión misma de las cosas y en el carácter nacional. El centro de gravedad de la vida nacional se trasladó á las capas más profundas, al "substratum" mismo, de la nación, y los elementos populares, hasta entonces pasivos, se incorporaron á la vida nacional: se desarrolló la instrucción de las masas y el sentimiento nacional despertó y se desarrolló en la clase de los aldeanos. A consecuencia de estos hechos, la nación tomó una conciencia enteramente nueva de sus propias fuerzas, y adquirió una energía política hasta entonces desconocida. Es necesario decir que este movimiento estaba impulsado principalmente por la energía joven, porque la generación anterior, que había sido testigo de la derrota de 1864, conservaba una depresión de ánimo incompatible con toda acción eficaz. Pero en los diez últimos años del siglo pasado, comienza á manifesarse entre los polacos el muy definido sentimiento de un renacimiento nacional, la convicción de que la nación no es un comercio en quiebra, al cual sólo le resta el pasado: la nación tiene ante sí todo el porvenir, y la cuestión es prepararle el mejor porvenir posible.
Se forma una nueva noción de la causa polaca. En lo sucesivo, será la lucha por la existencia de la personalidad nacional, y por la afirmación de esta personalidad en cada uno de los tres Estados del reparto. Los polacos, dentro del más profundo respeto á la ley establecida, trabajarán por conservar su personalidad nacional y por fomentar más y más en todos los órdenes de la vida privada y pública.
Esta es la nueva orientación política de los nacionalistas polacos, expuesta en líneas generales. A estudiarla con el posible detalle, dentro de cada uno de los tres Estados, se dedicarán los artículos siguientes.
& II
Una de las causas que más han retardado el renacimiento nacional de Polonia –principalmente en la región sometida á Rusia- ha sido la profunda separación de las clases sociales en aquella nación. La antigua jerarquía social, que abría un abismo enre el "jaun" y el "jopu", entre el señor y el vasallo, subsistía aún bien pasada la mitad del siglo XIX, y aislaba á los aldeanos del resto de la sociedad, impidiéndoles llegar á ser ciudadanos conscientes de su nacionalidad.
Los patriotas (nobleza, clases intelectuales y clero) veían bien los graves inconvenientes que para la causa polaca se seguían de tal estado de cosas, y sacrificando con gusto los privilegios de clase al supremo interés de la Patria, hicieron muchísimas gestiones para reformar el régimen social existente, en el sentido de conseguir que los aldeanos pudieran ser propietarios de las tierras que cultivaban. Todas estas gestiones fueron inútiles; á veces eran reprimidas y aun castigadas por el receloso é implacable poder moscovita.
Ocurrió en esto la insurrección secesionista de 1863-64, y tras la dura represión subsiguiente, el moscovita, cuya atención había llamado la actitud indiferente y aún hostil de los aldeanos polacos ante la insurrección organizada por los señores, otorgó motu proprio la reforma social antes en vano solicitada, pensando que la nueva clase de pequeños propietarios que surgiera sería totalmente adicta al Tsar y hostil al polonismo de los nobles. A mayor abundamiento, los agentes y funcionarios rusos se encargarían, mediante acertadas instrucciones de atizar y vivificar los recelos de los exvasallos hacia sus antiguos señores. Este plan infernal ha resultado espléndidamente fracasado, que Dios no lo permite todo á la maldad de los hombres.
El aldeano polaco, convertido en pequeño propietario, ha revelado inesperadas cualidades intelectuales y morales: es sobrio, económico, apegado á la tierra que labra, ganoso de poseerla en propiedad y de aumentarla, aficionado á la instrucción, abierto á las ideas de mejora positiva en los procedimientos de cultivo. Los patriotas que veían esas felices disposiciones en el aldeano razonaron con clarividencia de la siguiente manera: "Puesto que es necesario despertar la conciencia en el pueblo para que se incorpore á la causa patria, y puesto que la instrucción es el medio más eficaz de conseguir ese despertar, organicemos cuanto antes la instrucción popular á base de nuestra cultura patria". Y se pusieron inmediatamente á la obra, organizando con febril actividad Asociaciones é instituciones de enseñanza en los tres Estados del reparto.
En la región polaca de Austria (Galitzia), el quehacer era relativamente fácil, puesto que dicha región goza desde 1867 de una casi autonomía, habiendo Austria reconocido la nacionalidad polaca y admitido como legal el partido nacionalista. Existen, por consiguiente, leales relaciones de amistad entre Austria y los polacos; no que éstos hayan renunciado á su nacionalidad polaca y adoptado la austriaca, sino que se ha procurado, con éxito, que el Estado no entre en conflicto con la nacionalidad polaca; de esta manera, los polacos han podido conciliar sus deberes de patriotas con sus deberes de súbditos del Estado austriaco, y hoy por hoy se sostiene este modus vivendi.
En la región polaca de Prusia, el problema de la instrucción es ya más difícil, no que falten medios de cultura, sino que la enseñanza oficial –obligatoria, y muy bien organizada por el Gobierno- tiene un carácter profundamente pangermanista y antipolaco: Prusia se propone absorber á Polonia por medio de los maestros de escuela y los judíos, sin olvidar á los pastores protestantes y, á veces, el Centro alemán. Por fortuna, los polacos pueden oponer buena resistencia en este terreno de la instrucción, porque precisamente la región sometida á Prusia es la que, en toda Polonia, posee una cultura más antigua y por consiguiente más adelantada.
El problema presenta su máximum de dificultades en la Polonia rusa. No se autoriza jamás la fundación de escuelas libres, y se castiga con fuertes multas (que á veces han llegado á 300 rublos, es decir, unas 900 pesetas) el "delito" de aprender á leer y á escribir fuera de la escuela oficial. En ésta, la enseñanza –no hay para qué decirlo- es completamente rusa, y el maestro, pagado por los Municipios polacos, es un agente á las órdenes del Gobierno, á veces un polizonte, y siempre un espía y un delator. Con todo, de un censo practicado en 1897 resultaba que el 60 por 100 de las personas que sabían leer y escribir, sólo lo sabían en polaco, lo cual prueba que la enseñanza clandestina ha sido muy abundante y vivaz.
Véase, pues, cómo los ilustres patriotas polacos trabajan por el resurgimiento nacional, guiados por un ardiente amor á Polonia, sin escatimar los sacrificios, afrontando las persecuciones y las multas que les inflinge el moscovita. Este admirable movimiento por la cultura nacional se inicó hacia 1885, y rápidamente se ganó toda la actividad del partido nacionalista. Todo el país polaco se cubrió de una red de "círculos" secretos de instrucción: se fundaron, sabe Dios cómo, bibliotecas populares; la juventud propagaba libros y folletos por todo el país; se establecieron escuelas clandestinas en las casas de campo y en los caseríos, escuelas dirigidas por las mujeres y las hijas de los propietarios; los aldeanos comenzaron á recibir periódicos de tendencias populares y nacionalistas, cuya prensa, á pesar de los estorbos de la censura gubernamental, influyó considerablemente en el despertar patrio, mediante la definitiva incorporación del pueblo á la causa nacional.
Una fracción del nacionalismo polaco, la tendencia representada por la revista clandestina Przeglad wszechpolski ("revista panpolónica") afirma que, dada la situación de la nación y considerando el inminente peligro de muerte, no se puede ya permitir á los ciudadanos que se consuelen diciendo que son las nobles víctimas de una injusticia, y quedándose después tan tranquilos. Es preciso sacar del país la mayor suma posible de enegías para emplearlas en la lucha por la existencia nacional. Menos declamaciones, menos tópicos y ficciones románticas, y más acción eficaz.
Evidentemente, tiene razón. Porque, en efecto, las naciones que poseen un Estado propio tienen ya, por este mero hecho, garantizados sus más esenciales intereses; por consiguiente, la indiferencia política de una gran masa de ciudadanos no tiene, en suma, excesiva importancia. No ocurre lo mismo en una nación amenazada en las bases mismas de su existencia, minada interiormente por la acción política de un Gobierno extranjero: en tales circunstancias, la inacción del ciudadano es un crimen de lesa patria.
Cuando una nación se vé así atacada en todas las manifestaciones de su vida, cada ciudadano debe combatir y defender el bien nacional contra sus destructores, cada ciudadano debe tomar la parte que pueda en la obra de reconstrucción nacional. En las naciones independientes que gozan de amplia vida política, la cual puede desarrollarse sin ningún obstáculo, el espíritu político del ciudadano está ya formado, más o menos, y con todo aun en esas naciones, se encuentra una muchedumbre de individuos que usan de la política con arreglo á una serie de fórmulas hechas, de tópicos y de ficciones que revelan el menor contacto posible con la realidad de las cosas, la carencia de toda idea acerca de las verdaderas necesidades del país. Pues cuánto más no ocurrirá esto en una nación gobernada por extranjeros, imposibilitada de trabajar por sí misma y para sí misma, y privada de la experiencia que es el mejor de los maestros en política.
Dedúcese de aquí la perentoria necesidad de educar á la nación por medio de la prensa, de la literatura y de la escuela.
CAPÍTULO VII
Polonia y el germanismo
& I
Alemania y los polacos
El despertar de la conciencia nacional de los polacos se deja sentir inmediatamente en los tres Estados del reparto, Alemania, Rusia, Austria.
En Alemania, el renacimiento polaco se inició hace unos quince años, oponiendo inesperada resistencia á la colonización germánica que con la eficacísima ayuda de los judíos proyectaba realizar el Gobierno del Kaiser. En la Polonia actual, como en la Euzkadi de la Edad media, como en todas partes, el odioso Beni-Israel guarda fielmente su puesto y hace su papel constituyéndose en espontáneo y eficaz auxiliar de los opresores contra la nación que soporta el parasitismo hebráico.
Bajo el poder alemán se ha operado el notable renacimiento polaco de Silesia, en cuyo país las clases sociales superiores ha ya largo tiempo que estaban completamente germanizadas; el pueblo, por otra parte, parecía no ofrecer más que materiales aptos para la inmediata germanización. Pero Silesia se mantenía profundamente católica, y su catolicismo ha sido la firme base de su resurgimiento nacional. Suscitóse la cuestión del Kulturkampf (lucha por la cultura), y como esta cultura impuesta por Bismarck había de ser luterana, el pueblo católico de Silesia formó un compacto bloque contra el Gobierno, y luchó en las elecciones bajo la dirección del Centro alemán. Como, además, aquella cultura había de ser germánica, por reacción contra ella se fortificó el sentimiento polaco de los silesianos de tal manera que, cuando más tarde el Centro alemán se hizo auxiliar del Gobierno en la obra de germanización de Polonia, los silesianos se separaron del Centro, y en lo sucesivo han enviado sus diputados á formar parte del grupo parlamentario nacionalista polaco del Reichstag, cuyo grupo jamás ha querido confundirse con el Centro alemán –y ha hecho perfectamente.
Hagamos observar, de paso, que no solo los polacos, sino aun los diputados alsaciano-loreneses conservan su independencia respecto del Centro alemán. No han faltado, como es de suponer, las declamaciones de órganos del Centro que querían absorber todas estas fracciones de valientes diputados nacionalistas para matar las aspiraciones nacionalistas opuestas al pangermanismo, cuyo decidido campeón es el Centro. Pero el intrépido abate Wetterlé, jefe del grupo alsaciano-lorenés del Reichstag, ha sabido contestar como debía á los mauristas de por allá:
"Arreglaremos nuestros asuntos como nos parece bien. Que nos dejen en paz, como nosotros dejamos en paz á los demás para que se las arreglen como puedan. Más necesita el Centro de nosotros que nosotros de él, para que venga queriendo aplastarnos con su superioridad numérica."
Sumarse los diputados polacos y alsaciano-loreneses al Centro alemán equivaldría á negar la personalidad nacional de Polonia y de Alsacia-Lorena, y á reconocer tácitamente que estos países son meras provincias alemanas: á lo cual claro es que no están dispuestos aquellos bravos patriotas, ni en ningún caso están obligados.
La germanización de Polonia hubiera sido rápida, eficaz, irremediable, si á la cultura oficial impuesta por el Gobierno kaiseresco no hubiesen podido oponer los polacos más que una cultura inferior. Pero como no ha sido así, sino que por el contrario, los polacos han respondido con una cultura indígena, rica en vitalidad y muy capaz de rivalizar con la de los adversarios, el kaiser y sus satélites han tenido que recurrir al único medio de desnacionalización polaca que tenían á su alcance: la fuerza material. Han dictado una serie de mandatos para la proscripción del polonismo en la escuela, en el ejército, en la administración y, en algunos lugares, en la misma iglesia. Para coronar esta "magnánima" obra de conquista, el Gobierno alemán ha promulgado recientemente dos leyes; una, prohibiendo el uso del idioma polaco en las reuniones públicas, y otra disponiendo la expropiación de las tierras polacas para entregarlas á colonos alemanes. Hasta se ha fundado un partido especial destinado á apoyar al Gobierno en la germanización de Polonia, partido que se denomina hakatista, según las iniciales de los nombres de sus tres fundadores, Hansemann, Kenneman y Tiedemann. Quiera Dios todopoderoso que estas abominables medidas de opresión y de muerte queden vanas y sin resultado.
En verdad el mayor enemigo de los polacos es Alemania. Y no se limita el gobierno germánico á oprimir todo lo posible á los polacos queyacen bajo su dominación política: se constituye además en el mayor obstáculo para una reconciliación franca y leal de Polonia y de Rusia, cuya reconciliación acaso se hubiera realizado ya sin la continua presión que el Gabinete de Berlín –bien secundado en esta labor por el odioso fanatismo del clero "ortodoxo"- ejerce sobre el de San Petersburgo. Momentos ha habido, durante la guerra ruso-japonesa y el subsiguiente período revolucionario, en los cuales los polacos de Rusia estaban muy bien dispuestos para una "entente" con la autoridad constituída, á base del reconocimiento de la personalidad nacional de Polonia, y en este sentido se expresaban los diputados polacos de las Dumas. Previendo el peligro, el kaiser Guillermo II ofrecía al tsar Nicolás el apoyo de sus hulanos y de los coraceros alemanes, para el caso en que los polacos de Rusia comenzasen á agitarse. Y la balanza moscovita siguió inclinándose más hacia Berlín que hacia Varsovia. Los polacos que son clarividentes, no dieron ocasión á que el kaiser tuviera el gusto de hacer el polizonte en Varsovia.
De estos episodios de la lucha entre Polonia y Alemania, deben sacar las nacionalidades caídas enseñanzas provechosas, y estimo que lo son las siguientes: el medio más eficaz de desnacionalización, el primero que doptan siempre los dominadores, es la imposición de la cultura exótica. Si el país dominado no puede oponer propia cultura que compita con la impuesta, está perdido sin remedio. En el caso contrario, es decir, si existe una cultura indígena capaz de luchar con ventaja con la impuesta, el dominador se apercibe pronto de que toda su obra de asimilación es estéril y vana. Entonces recurre á la represión violenta. Pero para que una acción de este género pueda ser eficaz, ha de reunir las condiciones siguientes: ser suficientemente larga, constante é implacable. Y no hay actualmente ningún gobierno bastante fuerte (ni siquiera el Gobierno se encontrará, tarde ó temprano, ante el siguiente dilema: ó avanza tanto por el camino de la represión que llega á rebajar el sentimiento de la legalidad en la masa general de los ciudadanos y á destruir en ellos la fe en la estabilidad de las instituciones sobre las cuales reposa su existencia social y política –en cuyo caso la seguridad del Estado llega á verse seriamente amenazada-, ó el instinto de conservación de la sociedad, instinto no menos poderoso en los dominadores que en los dominados, se impone y obliga al Gobierno á retroceder en el camino de violencias que había emprendido.
Por esta razón, mientras Polonia pueda oponer á la cultura oficial una cultura indígena capaz de rivalizar con aquella, la existencia de la personalidad nacional de los polacos está asegurada, cualesquiera que sean los manejos del Gabinete de Berlín y del pangermanismo.
Et nunc iterum erudimini...
& II
Los polacos de Galitzia
Galitzia es una región austriaca separada de la Polonia rusa por el río Wisla (Vistula), confinando por el S. con Hungría y por el E. con Rumanía y Rusia. Este país está habitado principalmente por dos nacionalidades de raza eslava: los polacos y los ruthenos, ó pequeños-rusos, ó rusinos, ó "ukranianos". Los polacos ocupan algo menos de la mitad de Galitzia, teniendo por capital la importante ciudad de Cracovia (en polaco "Krakow"); el resto del país pertenece á los ruthenos, siendo de notar, sin embargo, un foco polaco de cierta extensión, en los alrededores de la ciudad que tiene tres nombres, á saber: "Lembert", en alemán, "Lwow" en polaco, y "Leopol" en rutheno.
Polacos y ruthenos son católicos, si bien éstos poseen un rito nacional, distinto del romano. Tienen un Arzobispod e su rito en Lemberg. El número de los polacos de Galitzia asciende á unos cuatro millones.
Austria presenta la nota simpática de ser, entre las tres potencias del reparto de Polonia, la única que no oprime excesivamente á los polacos. En 1863, cuando los polacos de Rusia se levantaron en armas contra la opresión moscovita, Austria fue una de las potencias que firmaron la nota dirigida al Gobierno del Tsar, reclamando la concesión de reformas y de ciertas libertades administrativas á la Polonia rusa. Entre muchos pecados que ha cometido Austria contra las nacionaliaddes, tiene sin embargo esta buena acción. Y no ha retrocedido en esta vía de benevolencia hacia los polacos.
Ya desde 1866, y sin duda como consecuencia de la batalla de Sadowa, dejó Austria de ser un Estado esencialmente germanista, y comenzó á reconocer como tales nacionalidades á las extra-germánicas que se hallan bajo el cetro imperial de los Habsburgo. Entre estas nacionalidades, una de las mejor definidas es sin duda la nacionalidad polaca de Galizia, en la cual ningún pretexto podía pretender intervención ninguna el elemento alemán. Así, pues, los polacos obtuvieron una especie de Diputación provincial autónoma en Lwow (Leopol, Lemberg), y el uso de la lengua polaca, como oficial en las instituciones gubernamentales. Además la representación política de la autoridad imperial fue confiada también á los polacos. Y contra todas las previsiones, estas relaciones de mutua confianza entre la nacionalidad polaca y el Estado austro-húngaro no se modificaron ni aún cuando Austria, reconciliada ya con Prusia, ingresó en la Triple Alianza, la cual sin embargo establece entre el imperio de los Habsburgo y el de los Hohenzollern un lazo mucho más estrecho que el de una alianza ordinaria entre Estados cualesquiera.
Hay que reconocer, no obstante, que los polacos han sido leales á Austria. Olvidando la terrible opresión subsiguiente la reparto –cuando Austria era una monarquía absoluta, fundamentada en la burocracia y en la política –olvidando el desastre económico que resultó de la desatentada política de Metternich: dando al olvido las siniestras matanzas de 1846, como represión de un movimiento insurreccional, los polacos, en cuanto han visto alguna benevolencia para con ellos en las esferas del poder, en cuanto se han persuadido de que no se trata de estrangular su nacionalidad, por medio de la proscripción, franca ó hipócrita, de su idioma, en cuanto han palpado la compatibilidad de la afirmación de su personalidad nacional con los deberes legales para con el Estado del que forman parte, no solamente no han puesto estorbo ninguno á la marcha de la política interior y exterior del imperio sino que en muchos casos han servido de mediadores en los conflictos de nacionalidades que se han suscitado en la política interior, y han prestado muy buenos servicios al Trono de los Habsburgo.
La amenaza para los polacos de Galitzia no procede de Viena sino de Berlín. Porque para compender bien el estado actual de la cuestión polaca, hay que tener siempre presente este principio: el verdadero enemigo de Polonia es Alemania, y concretando más, Prusia. Los prusianos son eslavos (probablemente polacos) germanizados, y con todo, ó acaso por ello mismo, el Gabinete prusiano es el que induce al moscovita á no transigir jamás con el polonismo porque, contra lo que ordinariamente se cree, y á pesar de la alianza franco-rusa, el Gabinete alemán tenía gran influencia sobre la Corte del Tsar.
La clave del porvenir está en manos del Archiduqe heredero Francisco Fernando, (8) príncipe que, ó mucho nos equivocamos ó está llamado á ser una de las principales figuras políticas en la Europa de mañana. Todos los informes nos lo presentan como un hombre, de edad madura ya, enérgico, activísimo, muy dispuesto á tomar, cuando suene la hora, el timón de la complicada máquina política, que es el imperio austro-húngaro. Este archiduque es conocido por haber recibido una educación moral y científica de lo más esmerado, hombre de costumbres austeras, muy afecto al Papa y enemigo del protestantismo, algunos ven en él un Carlos V, y no faltan los que lo comparan con Felipe II. Este hombre probablemente será enemigo de Prusia, y esto es ya una garantía para los eslavos del imperio, y especialmente para los polacos. Además, el archiduque Francisco Fernando está casado con una txeque de gran talento y corazón, la condesa Sofía Chotek, actualmente duquesa de Hohenberg: esta señora está excluída de ser emperatriz de Austria, porque no es de sangre imperial, pero nadie le impedirá ser reina de Hungría, de Bohemia y de Croacia, si llega el caso. No sabemos si pasarán de ser una fantasía de periodistas los proyectos atribuídos á Francisco Fernando: devolver su autonomía á todas las nacionalidades eslavas del imperio, agregar á él los Estados católicos de la Alemania meridional, á quienes parece que pesan bastane el protestantismo y la arrogancia de Prusia, y fundar una vasta confederación de Estados autónomos, bajo el centro imperial de los Habsburgo.
La alianza austro-alemana, que se firmó en 1879, fue determinada por el común miedo á Rusia, pero desde entonces han ocurrido muchas cosas que han modificado las condiciones del problema europeo: la expansión rusa en el Extremo Oriente, su pasividad en los Balkanes –donde ha acabado por proceder en perfecto acuerdo con Austria- el desatre de la guerra con el Japón, y otras cosas de este género han hecho desaparecer el temor de un ataque de Rusia contra Austria. Si, á pesar de desaparecido este peligro, subsiste la alianza de Austria con Alemania, únicamente se podrá explicar por la inercia del emperador Francisco José, viejo y fatigado, y por la influencia del partido germanista de Austria, el cual ya enseñó hace unos años la oreja anticatólica con su famoso grito de guerra: "Los von Rom". Pero evidentemente, á una exacerbación de pangermanismo entre los austriacos responderán los eslavos del imperio, que además son todos católicos, con una recrudescencia de agitación separatista, circunstancia que no dejará de tener en cuenta la perspicacia de Francisco Fernando, y tanto más cuanto que el elemento germánico está en ínfima minoría en los países del imperio, porque, numéricamente, dominan los eslavos.
CAPÍTULO VIII
Polonia por su nacionalidad
¡Desgraciada mil veces la nación que ha caído en manos del extranjero! Tanta y tan honda es su miseria, que sólo puede encontrar expresión adecuada en la voz vehemente de un inspirado "nabi" como Jeremías, cuando sentado ante las ruinas de Jerusalén, lloró la destrucción de su Patria en estrofas que no tienen parecido en ninguna literatura conocida.
Productos de la dominación extranjera son el desmembramiento, la abyección del carácter nacional, y el peor de los suplicios: la pérdida del idioma. La "afasia" étnica y nacional es la última palabra, el término de la conquista. No muere la raza, pero la sociedad, es decir, el conjunto de instituciones nacionales que le permitían expresarse en su idioma, caen en manos del extranjero, se desnacionalizan y perecen, llevándose consigo la sintáxis, la gramática y el léxico. En lo sucesivo, lo que el niño aprenda en la escuela será el habla del vencedor. No solamente se le volverá oscura, deforme, lejana, la historia de su raza, sino que hasta los vocablos mismos por cuyo medio expresaba él sus necesidades, su alegría, sus penas y los más ardientes sentimientos, se le petrificarán en el cerebro por falta de uso. Será el prisionero de un olvido obligatorio, el desterrado de sí mismo, el individuo en estado de atomización, arrancado de sus antepasados y de su Patria.
Por esta razón, las nacionalidades conscientes no escatiman los sacrificios ni la labor para proporcionar á sus hijos la instrucción, así elemental como superior, con sujeción á las características y á las necesidades del alma nacional. Y cuando la labor de destrucción nacional emprendida por el extranjero llega hasta el punto de proscribir las escuelas indígenas –como ha ocurrido en Irlanda y ocurre hoy en Polonia- los patriotas dignos de este insigne calificativo, han practicado la instrucción clandetina, afrontando valerosamente el rigor de crudelísimas leyes, antes de dejar á la juventud, de quien principalmente depende el porvernir de la Patria, abandonada á sí misma y obligada á recibir la enseñanza antinacional que les ofrecen los dominadores. Las nacionalidades conscientes comprenden perfectamente que lo moral y lo intelectual acaban siempre por superponerse á lo material: las fuerzas morales é intelectuales son las que hacen vencer á las naciones ó determinan la ruina de ellas. En una nacionalidad caída no es lo peor la material dominación extranjera: lo pero es la decadencia moral y mental. Bien es verdad que esta decadencia suele ser casi siempre consecuencia de aquella dominación: pero también es cierto que la regeneración moral y mental de un pueblo es siempre posible (aunque no fácil), aun bajo la dominación de extranjeros tan poderoso como se quiera imaginar. Todo es cuestión de VOLUNTAD EFICAZ: querer y saber querer, "nai": ahí está el secreto.
* * *
Ninguna nación en peores condiciones extrínsecas que Polonia para resistir á la rusificación por la vía de la instrucción popular, según entraba en los planes de los Gobiernos moscovias. El personal á quien los poderes moscovitas encargaron de esta labor era especialmente apto para ella.
Un profesor ruso, destinado á cualquier establecimiento escolar de Polonia, ó es un individuo que se propone avanzar en su carrera haciendo méritos en la tarea de rusificación, ó es un ser enteramente degradado que posee los más bajos instintos morales: todos los conocidos pertenecen á una de estas dos categorías, ó á ambas.
Y con todo, la nación polaca, sin amilanarse ante los obstáculos de todo género que se le presentaban, comenzó á organizar, fuera y á espaldas de los establecimientos oficiales, grupos de instrucción y de enseñanza de carácter nacional. Los días de fiesta y durante las vacaciones, los alumnos de las escuelas oficiales se reunían para estudiar la lengua y la literatura patrias, la geografía y la historia nacionales, así como también para llenar las graves deficiencias de la enseñanza oficial, en cuanto á la cultura general, y para rectificar los erroes que se les habían inculcado en las escuelas del Gobierno Profesores polacos anónimos héroes de la cultura patria, eran los encargados de dar conferencias, según un plan previo, cuyo curso se seguía con gran interés. Uniendo el patriotismo con la cultura y ésta con la caridad, los expresados grupos organizaron también socorros mutuos en beneficios de los compañeros pobres.
Bajo el patronato de los padres de familia, se formaban de esta manera escuelas privadas en las que se llegaba á dar todos los cursos de la segunda enseñanza. Por su parte los adultos se organizaban también para el estudio en comunidad y para seguir los cursos de instrucción universitaria que estaban al cargo de eminentes profesores polacos á quienes estaban cerradas las cátedras rusas.
Los maestros de primera enseñanza de tales instituciones privadas se formaban para esta profesión en los seminarios eclesiásticos, donde el clero católico (9) que en Polonia fue siempre muy patritoa –se encargaba de rectificar los errores y suplir las deficiencias de la preparación oficial para el magisterio.
Toda esta labor se hacía á expensas de la iniciativa privada, con infinitas precauciones para no despertar las fáciles suspicacias del moscovita, cambiando frecuentemente de locales para escapar de la molesta vigilancia de la policía rusa, y no consiguiendo de ninguna manera sustraerse de las multas y procesos que diariamente caían sobre estas instituciones.
Por otra parte, la Universidad oficial de Varsovia era un verdadero desastre. Su profesorado, compuesto exclusivamente de rusos elegidos con todo cuidado para secundar la tarea de rusificación, no se ocupaba, salvas rarísimas excepciones, más que de esta tarea. La ciencia, las asignaturas y los cursos no servían para otra cosa sino para matar en los alumnos toda idea y todo sentimiento de su nacionalidad y rusificarlos del modo más completo posible. La Economía política, por ejemplo, en manos del profesor Simonenko no servía más que para ensalzar los "beneficios" que Polonia recibe de manos de Rusia, falsificando la estadística y rebajando odiosamente el valor de las instituciones genuinamente polacas. Naturalmente, la juventud patriota, que era la inmensa mayoría de la juventud polaca, no acudía á tal Universidad, y ésta, que costaba un dineral al Gobierno moscovita, contaba con un exiguo número de alumnos: 445, durante el curso de 1876-77, para una población de seis millones de habitantes. Entonces, para nutrir á tan anémica institución; el célebre Pobiedonostsew, todopoderoso procurador del Santo Sínodo, consiguió una autorización ministerial para que pudeiran seguir los cursos de la Universidad de Varsovia los alumnos de las escuelas eclesiásticas "ortodoxas" de todo el Imperio, rechazados, á causa de su bajísimo nivel intelectual, por todas las Universidades rusas; y solamente aceptados por la de Tomsk, en Siberia. Con tal "refuerzo" de la población escolar, claro es que el "prestigio" de la Universidad de Varsovia subiría enormemente... Pero la cuestión era justificar la existencia de esta institución, aunque sólo sirviera para los obtusos hijos de los "popes" ortodoxos.
Ante tal obstinación rusificadora de los poderes moscovitas, la juventud polaca en masa declaró el "boycott" á todas las escuelas oficiales, comenzando la emocionante lucha que aún dura, y cuya reseña, á grandes rasgos, dejaremos para otro día.
Pero sin narrar un episodio que por sí solo es elocuentísimo para dar una idea de la mentalidad de los altos poderes rusos, acerca de esta cuestión escolar de Polonia.
Cuando el triste Tsar Nicolás II visitó Varsovia por primera vez, algunos polacos pensaron en una aproximación á la persona de este melancólcio soberano podía mejorar la situación de la Patria, y abrieron una suscripción pública en toda la nación polaca para hacer un obsequio al Romanow citado: se consiguió reunir la respetable cantidad de dos millones y medio de rublos –más de siete millones de pesetas- que se puso á la disposición de su imperial majestad. La cantidad se destinó á la creación en Varsovia, de una Escuela politécnica "rusa".
Y está dicho todo.
SEGUNDA PARTE
LOS CELTAS
Capítulo I
Irlanda y su clero
& I
Jamás ha habido, jamás, desde la propagación del Cristianismo en Europa, un país más oprimido que Irlanda. Sobre esta desdichada nación pesan siete siglos de opresión y de ruinas; en especial, los tres últimos siglos no han sido otra cosa que una larga y horrible agonía de este pueblo insular. El "humanitario" Cromwell, el campeón de la fe protestante, la odiosa Isabel, los repulsivos hipócritas que se titularon Guillermo III y Jorge Iii aherrojaron de tal suerte al pueblo irlan´des, que ya á fines del siglo XVIII el escritor Burke denunciaba la política inglesa respecto de Irlanda como "un sistema consciente y coherente, bien concebido y bien compuesto, una máquina de extraordinaria destreza, superior, para la opresión y el empobrecimiento de un pueblo, para el envilecimiento de la naturaleza humana, para todo lo que jamás pudo concebir la imaginación pervertida de los hombres".
Ya en sus tiempos el "humanitario" Cromwell había llegado á vender como esclavos millares de irlandeses de ambos sexos, en Jamaica y en las Islas Barbadas. Los gobernantes ingleses que sucedieron á este tirano, hediondo é hipócrita, prosiguieron su obra de devastación, privando metódicamente á los irlandeses de todos su medios de vida. Sabias leyes, vetos largamente estudiados y reglamentos muy meditados fueron acabando sucesivamente con todas las industrias que poesía la Isla; la de tejidos, la vidriería, la de cervezas, la quincallería, etc. Hasta los ferrocarriles, que en todas partes son una fuente de riqueza pública, contribuyeron en Irlanda á la miseria nacional, con sus exhorbitantes tarifas que impedían toda salida á los productos irlandeses. Quedaba la tierra como única fuente de riqueza, y sobre ella se ejerció finalmente la implacable opresión inglesa, que ya desde el siglo XVI se había propuesto acabar con el pueblo irlandés.
Aquí se ejerció el sistema inglés de los "landlords" ó grandes propietarios, á quienes el pobre aldeano irlandés tenía que pagar las rentas exprimidas, como decía Swift, de su sangre y de su carne. El sistema era ya opresivo, pero no era suficiente: había de llegar á ser devastador. Y en efecto, hacia 1848 los "landlords" imaginaron derribar las casas de labranza y convertir todas las tierras en pastos: 282.000 caseríos fueron destruídos así, en diez años. Sobrevino, naturalmente, un hambre horrorosa que costó la vida á cerca de un millón de irlandeses lejos de su infortunada Isla. Mientras tanto, los miembros de la familia real inglesa, hacían chistes: "Después de todo –decía alegremente un príncipe de la expresada familia- Irlanda no está tan mal comodicen. Me aseguran que las patatas podridas mezcladas en proporciones convenientes con las algas marinas y con la hierba, constituyen un alimento muy sano. Y todos sabemos que el irlandés puede vivir de cualquier cosa". (Fr. De Pressense: Irlanda é Inglaterra, desde el acta de unión hasta nuestros días, pág. 276).
Al odio que el nombre de Irlanda suscitaba, en Inglaterra se unía el desprecio que el inglés sentía por su desgraciada víctima. "Pronunciad la palabra Irlanda –decía una vez Sydney Smith- y veréis cómo los ingleses vuelven las espaldas al sentido común para obrar con una barbarie de tiranos y una estupidez de idiotas". Ser irlandés era un crimen; ser patriota irlandés, mayor todavía. Y se dio el caso estupendo de que las puertas de un "club" católico ingés se cerrasen para un católico tan glorioso como Daníel O’Connell, el fundador del Nacionalismo Irlandés.
A fines del siglo XVIII, el imperio británico atravesó una crisis bastante grave: se le emanciparon los Estados Unidos, y otras colonias comenzaron también á querer sacudir el yugo inglés. Irlanda entonces aprovechó la ocasión para hacer reconocer la autonomía de su Parlamento propio. Esto ocurría en 1782: seis años más tarde, los católicos conseguían que se les reconociera el derecho á poseer tierras, y en los años sucesivos fueron reconquistándose algunos derechos elementales para el clero y las escuelas: el derecho de los católicos á ser abogados, en 1792; el derecho de voto en 1793. Finalmente, en 1795 se estableció el célebre Seminario de Maynooth, de donde ha salido después casi todo el clero irlandés. Por desgracia para la causa nacional, los primeros profesores de este Centro eran sacerdotes franceses emigrados á causa de la Revolución, excelentes personas y santos sacerdotes seguramente, peor algo influídos por ciertos principios de la teología galicanista que daba excesiva importancia á los derechos "sagrados" de los reyes, cuya influencia los convertía en tímidos seres, demasiado inclinados á condenar toda resistencia que pudiera degenerar en rebelión: agréguese á esto que dichos profesores habían tenido que huir de Francia por causa de los excesos de la Revolución, y se comprenderá que esta circunstancia había fortificado más y más sus ideas absolutistas, y que todo movimiento popular les había de parecer sospechoso. No era este, seguramente, el temperamento que reclamaba la defensa de los derechos de la nación irlandesa. De las aulas del colegio de Maynooth salió, por fortuna, un clero de un temperamento muy distinto del de los viejos profesores franceses; surgió un clero que profesaba las ideas, á la vez más romanas y más emancipadoras, del Cardenal Belarmino y del P. Suárez, ideas que corregían notablemente la doctrina absolutista del "derecho divino" de los reyes y concedían alguna más atención al derecho de los pueblos. De este clero joven procedieron el insigne patriota Juan mac Hale, que después fue Obispo de Killala, y todo el clero que ha sido como el alma del movimiento nacionalista irlandés durante más de cien años.
En 1800, la mayoría del Parlamento irlandés votó la unión de Irlanda é Inglaterra: dicen que el Gobierno inglés había gastado 75 millones de francos para "conseguir" esta votación. El hecho es que, cuando las campanas del templo metropolitando de San Patrick repicaban celebrando, como si fuese una gloria patria, este "acontecimiento", Daniel O’Connell que creyó volverse loco de vergüenza y de rabia, hizo juramento de que no duraría el deshonor de su patria, si estuviese en su mano el evitarlo.
Al frente del Gobierno inglés estaba el famoso estadista Pitt, que se esforzaba en hacer creer á los católicos irlandeses que, con la unión, se iba á iniciar la era de su emancipación completa: la mayor parte de los obispos viejos, que pertenecían algo á la escuela absolutista de los franceses de Maynooth, se tragaron el anzuelo. Estaban aterrorizados pro la insurrección irlandesa de 198, y esperaban más provecho para la causa de la Iglesia del favor de los poderes que de la acción del pueblo. Pitt quiso aprovechar esta buena disposición episcopal: propuso cierto género de Concordato, en cuya virtud, se reconocía una especie de "veto" á la Corona inglesa en los nombramientos de Obispos de Irlanda, á cambio de ciertas retribuciones pecuniarias.
Sin embargo, esta última circunstancia no fue del gusto de algunos Obispos irlandeses. Así, por ejemplo, Moylan, Obispo de Cork, escribía estas significativas líneas: "Los enemigos de la paz podrían prevalerse de este proyecto para enajenarnos el espíritu del pobre pueblo, insinuándole que estábamos pagados por el Gobierno para apoyar sus disposiciones contra el pueblo, y que no prestaríamos atención más que á nuestros propios intereses, sin consideración para las miserias y las angustias del pueblo". (John Healy: Maynooth College; its centenary history, pág. 247).
Estas sanas ideas se extendieron á la casi unanimidad del Episcopado irlandés, de tal manera, que, como el Papa Pío VII pareciese dispuesto á la concesión, la asamblea de Obispos, reunida en Dublín, dirigió á la Santa Sede una exposición donde se leían las líneas siguientes:
"Aunque veneramos sinceramente al Pontífice supremo como jefe visible de la Iglesia, no podemos concebir que nuestros temores por la surte de la Iglesia Católica Romana en Irlanda puedan ó hayan podido ser desetimados por una determinación de Su Santidad, adoptada ó proyectada, no solamente sin nuestro concurso, sino en oposición directa con nuestras resoluciones repetidas, y con la memoria presentada por nosotros y sostenida con tanta competencia por Monseñor Murray, nuestro diputado, que en caliad de tal era más competente para informar á Su Santidad sobre el estado real y los intereses de la Iglesia Católica en Irlanda, que cualquier otra persona de quien Su Santidad se haya informado". (Healy: op. cit. Página 266).
Dos amistades se ofrecían al episcopado de Irlanda: la amistad del Estado inglés y la amistad del pueblo irlandés; lucrativa aquélla, pobre pero afectuosa ésta. No podía aceptar la primera sin perder la segunda: se quedó con esta última.
El Nacionalismo irlandés acogió con entusiasmo esta noble decisión episcopal: los patriotas creían con razón, que era una gran victoria esta de conseguir que su Iglesia siguiera siendo independiente y dueña de sí misma.
& II
Los Obispos Mac Hale y Doyle
La noble bandera del Nacionalismo irlandés fue desplegada por el insigne O’Connell hacia el año 1813. Proponíase como fin inmediato la abrogación del acta de Unión de 1800, y mediatamente la restauración de la independencia irlandesa, obra de fe sobrehumana, de esperanza heróica, solamente accesible á quien creyese que los destinos de las naciones están en las manos del Omnipotente, y que El levanta á los oprimidos y humilla á los soberbiso: firmemente lo creían O’Connell y sus valientes compañeros, y se decidieron á la obra, movidos por su fe en Dios y por su amor á la patria irlandesa.
El clero joven del Seminario de Maynooth no tardó en secundar la patriótica acción de O’Connell. Un joven profesor de aquel Seminario, el sacerdote John Mac Hale, á quien estaban encomendados los cursos de Teología dogmática en aquel centro docente –y era estimadísimo por su erudición, su ciencia y su piedad- coadyuvó en alto grado á la propaganda nacionalista con la publicación, entre 1820 y 1823, de unas notables cartas tituladas "Cartas de Hierófilo", en las que se fustigaba sin miramientos la opresión inglesa y su tradicional iniquidad, atacando á la Iglesia protestante oficial que se enriquecía con el sudor de los católicos, injustamente obligados á sostenerla, acusando al Gobierno inglés de proceder con evidente mala fe en los asuntos de Irlanda, expesando con una pluma acerada y mordaz las quejas seculares del pueblo irlandés contra sus opresores. La resonancia de estas cartas fue enorme. El Arzobispo protestante Magee intentó contestar: pero sobrevino entonces otra lluvia de cartas irlandesas firmadas por J.K.L., cuyo autor era James Doyle, Obispo de Kildare y de Leighlin.
O’Connell y los nacionalistas batían palmas: "Al fin, ya tenemos un hombre –escribía O’Connell, refiriéndose a Mac Hale –agregadle J.K.L, que no tiene menos valor ni menos elocuencia: con la ayuda de estos dos, lucharemos y venceremos".
Las cartas de Doyle estaban escritas en términos violentísimos: "Si estallara una rebelión desde Carrikfergus hasta Cape Clear –escribía el Obispo Doyle- ningún Prelado católico fulminaría sentencia de excomunión". En otro paraje añadía: "Los sacerdotes y el pueblo, en un momento en que se dejasen guiar por los impulsos naturales, podrían recurrir á la fuerza material.." Este enérgico lenguaje, proviniendo de un Obispo aterraba á los viejos profesores del Seminario de Maynooth –á los franceses aquéllos de quienes se dijo en el primer artículo que estaban educados en ideas de absolutismo. Y... dirigieron á los Poderes constituídos un mensaje de adhesión y lealtad...
El cual importó muy poco á los nacionalistas. Tan poco, que ya desde el año 1823 comenzaron á organizarse, é iniciaron al año siguiente una poderosa Asociación de colectas públicas para ayudar a O’Connell en sus trabajos de propaganda patriota. Las colectas se hacían en las parroquias, y los curas eran los tesoreros del movimiento nacional. El clero se convirtió en institución mendicante, no para él, sino para la causa del pueblo; de esta manera se acostumbraba á los irlandeses á comprender los sacrificios que exige una noble causa, y á realizarlos. El clero pedía á los irlandeses para Irlanda, y toda la suma de virtudes eficaces que existen en la caridad se consagraba á resucitar una nación muerta.
En 1825, Mac Hale fue consagrado Obispo de Killala, pobrísima diócesis del Oeste, en la cual el hambre era endémica. A la vista de las miserias de sus desgraciados diocesanos se renovó el ardor patriótico del Obispo Mac Hale: su voz se elevaba de contínuo, elocuente, ardorosa, para protestar de la tiranía usuraria de los "landlords" ó grandes propietarios, de la indiferencia ó mala voluntad de los Gobiernos que dejaban perecer miserablemente á millares de irlandeses de la insufrible hipocresía de los potestantes que pretendían sobornar al clero católico, ofreciéndole una nómina oficial, mientras los pobres fieles de la Iglesia Romana se tenían que quitar el pan de la boca para pagar los diezmos á la Iglesia protestante. Y en otras ocasiones, el Obispo Mac Hale tomaba el báculo del peregrino, y se iba á visitar, á través de toda Europa, los restos de las colonias de emigrantes irlandeses que supervivían en Falndes, en Francia, en la Franconia alemana, en Italia, para evangelizarlos y prediarles en la lengua nativa, en gaélico... Porque este Obispo irlandés, que hablaba la lengua inglesa con el atidlamiento de un verdadero clásico, era un celtista consumado, un "gaelista" impenitente. De vuelta á la Patria, ocupaba sus escasos ocios en componer poesías religiosas y versiones de himnos litúrgicos, en gaélico, en ese viejo idioma del cual dicen sus conocedores que posee una notable aptitud para la expresión mística y del sentimiento religioso. Mac Hale se esforzaba en resucitar, en irlanda, el celtismo, frente al sajonismo invasor exótico. Bien había menester la lengua gaélcia de un impulsor de este género: casi completamente abandonada, aún por los patriotas, yacía en la mayor postración, hasta el momento en que Mac Hale, con la publicación de sus poesías y de sus traducciones de la "Iliada", reveló la posibilidad de que el despreciado gaélico, que muchos consideraban como una especie de "patois", fuese susceptible de cultivo literario. El éxito fue halagüeño: tímidamente al principio, con más firmeza después, el gaélico comenzó á ser usado en la predicación y en la instrucción religiosa, y la vieja lengua de Erin llegó á tomar derechos de ciudadanía en el reino de las letras –y en el Reino de Dios.
Más tarde, cuando después de la muerte del gran O’Connell, la indiferencia religiosa del partido "Joven Irlanda" y los excesos del "fenianismo" obligaron al Obispo Mac Hale á abandonar con tristeza la política patria, el cultivo de la literatura gaélica le consolaba de esta amarga decepción. Jamás abandonó Mac hale sus labores de "gaelismo": pensaba, con gran razón, que una de las más eficaces maneras de hacer Patria consiste en hacer literatura patria, en hacer que los compatriotas se sientan orgullosos de su lengua nacional, del auténtico idioma de la raza.
Como Mac Hale, y por las mismas razones que él, todo el clero irlandés se apartó durante treinta años del campo de las luchas políticas. Cuando Parnell, con su "National League", volvió á plantear el problema del Nacionalismo irlandés sobre bases que no herían las conciencias católicas, el clero volvió á la lucha por la causa patira con el mismo entusiasmo que en los tiempos de O’Connell. Ya para entonces dormía en el Señor el gran Obispo patriota John Mac Hale. Pero jamás podrán ser olvidados los servicios prestados á la Patria irlandesa por este insigne Prelado.
En especial, los esfuerzos realizados por él para realzar la lengua y literatura gaélicas merecen el eterno reconocimiento de los patriotas. Y es de notar que en esta vía tuvo que vencer, poco más ó menos, los mismos obstáculos, los mismos prejuicios que en nuestro país se presentan á los euzkeristas actuales. Hablaba en una ocasión Mac Hale, en gaélico, con un aldeano irlandés que se obstinaba en contestarle en inglés, y como el Prelado instase á su interlocutor á usar también la lengua gaélica, obtuvo exactamente la misma respuesta que no dejaría por cierto de dar alguno de nuestros aldeanos en la misma circunstancia: "No hablaré en gaélico por el respeto que debo á V.E." Podrá juzgarse de la incomprensión del pobre aldeano irlandés, y del desencanto del Prelado.
Afortunadamente, el impulso gaelista dado por Mac Hale no cayó en el vacío. Existen hoy una "Sociedad para la propagación del gaélico", fundada en 1879 por el sacerdote Nolan, el cual es también fundador de la "Unión gaélica", y publica un diario en esa lengua. Uno de los principales focos del movimiento gaelista es el Seminario de Maynooth, donde existe una cátedra de lengua gaélica, regentada primeramnete por O’Growney, y actualmente por O’Hickey. Los seminaristas dan funciones teatrales en gaélico y publican un anuario en esta lengua. Los Obispos publican sus pastorales en este mismo idioma. Los párrocos, á cuyo cuidado está el nombramiento de maestros, exigen ya que los aspirantes á ese cargo conozcan el gaélico y que lo hablen. Un sacerdote, celtista muy conocido, el P. Dineen, ha reeditado recientemente las obras poéticas gaélicas de O’Rahilly, Mac Donnell, O’Sullivan y otros escritores del siglo XVIII. Pasó ya el tiempo en que se consideraba el gaélico como lengua irremisiblemente perdida: hoy se ve en todas partes un renacimiento admirable.
Escuelas y colegios sindicatos y cajas rurales, cooperativas y sociedades gaélicas se diseminan por todos los condados de Irlanda, y son como los puntos de concentración de la "vida nacional nueva" que, en la Irlanda de los quince últimos años, tiende á "organizarse al lado de la política y fuera de la política". La cuestión primera es hacer una Irlanda "irlandesa", es decir, "gaélica", y todo lo demás vendrá sin que nadie pueda evitarlo.
Et nunc, erudimini...
CAPÍTULO II
El renacimiento gaélico en Irlanda
Recorramos, amigo lector, las animadas calles de Dublin, la bella capital irlandesa. Detengámonos, si quieres, á escuchar los retazos de las conversaciones que se escapan de los grupos callejero, comentando las noticias del día: ahora, en vísperas del "Home Rule", en medio de las bravuconadas de Ulser que termina de organizar su ejército de "cabezas redondas", como aquellos de Cromwell, puedes figurarte que no faltarán animadísimos comentarios en las calles y los squares de la capital de Erin. Aquí ves un grupo de nacionalistas parlamentarios que hacen conjeturas sobre lo que habrá podido resolverse en la misteriosa reunión que acaban de celebrar en la isla escocesa de Arran los más importantes miembros del Gobierno que preside Asquith: allá, un conciliábulo de partidarios de la "Fuerza física", enre los caules acaso no falte algún viejo feniano, de la escuela de los O’Donovan Rossa, los Mitchell y los Stephens, gesticula furiosamente, enseñando los puños crispados á esa región del Norte, convertida ahora por los ulsterianos en campo de guerreras maniobras. Acerquémonos, si te place, á escuchar lo que se dice en este corrillo de irreductibles, que siempre es cuioso medir la tensión máxima de los extremos y oir la palabra flamígera de los exaltados. Fíjate en ese viejo hercúleo, que habla en estos momentos: es el agitador por vocación irresistible, el irreductible, por temperamento. La pasión le hace echar lumbre por los ojos y comunica un temblor muy pronunciado á sus largas patillas grises. Este hombre participó seguramente en sus mocedades de los últimos atentados fenianos, y se batió en América, contra los esclavistas: acaso estuvo complicado en la Commune de París, y con seguridad, entre nosotros, hubiera andado en la partida del cura Santa Cruz. Fíjate también en la catadura de su auditorio: es la brava gente del bronce de Dublín, dispuesta á cualquier golpe de audacia por la libertad de la Patria, y observa que esos cargadores de docks y esos obreros de los arrabales fabriles son los más castizos representantes de la índigena raza céltica, descendientes, algunos de ellos, de los más poderosos jefes de los antiguos clanes, los O’Neill, los O’Connor, los O’Donoghue... Pero oigamos al viejo que perora:
-To Hell with Ulster! (Al infierno Ulster!)... Y os digo además, que vuestro "Home Rule" es un engaño: es una nueva añagaza de los ingleses para matar á Irlanda. Queremos el verdadero Parlamento nacional irlandés, y no esa especie de Asamblea que quieresn constituir para administrar el gas y el agua y otras cosillas de esa importancia. Irlanda para los irlandeses, y to Hell con todos los sajones!... Os añado que todos los "home-rulistas" no son más que unionistas vergonzantes que aceptan la cadena británica, en connivencia con el clero, porque el clero se ha pasado al campo enemigo, y to Hell también el clero! –acaba diciendo el viejo demagogo en un arrebato de furor.
Pero en el momento preciso de pronunciar estas últimas palabras, héte aquí que cruza la calle el P. Dineen, renombrado celtista, y todos, comenzando por el orador, le hacen una ovación.
-Adiós, father Dineen, good-bye! Vocifera el agiador, y toda la concurrencia entona la vieja balada nacional "Soggarth aroon", el himno de la fidelidad de los corazones irlandeses á su benemérito y patriota clero. Y conste una vez más, amigo lector, que la versatilidad es, por fortuna, el obligado compañero de toda exaltación.
Dejemos ya los squares y las vías de segundo orden y vámonos á "O’Connell-street", la gran avenida dublinescas, donde quiero mostrate cosas demás fuste que los mítines callejeros. Observarás la profusión y la riqueza de los comercios establecidos en las dos aceras de esta brillante vía, y acaso te llame la atención la cantidad de apellidos ingleses que aparecen en las muestras. No creas, sin embargo, que los poseedores son ingleses, ni de origen siguiera. En Euzkadi tienes una infinidad de Pérez, López y Fernández, que no son tales, sino por ejemplo, Pérez de Arriluzea, López de Etxaguen, Fernández de Aranzabal, que han tenido la mala idea de desusar su auténtico apellido, quedándose con el insignificante y anodino patronímico... Y aquí ocurre cosa muy parecida. Porque ni ese Burns que aparece ahí es tal, sino un "O’Byrne" anglizado, ni ese otro Chauncey tiene ascendencia ninguna inglesa, sino la muy céltica de "O’Shaughnessy", ni aquel Teltown es más que un "Tailtin" gaélicoa disfrazado de inglés. Porque además, hay que saber, y esto es ya un colmo, que un acta el Parlamento "irlandés" del año 1465 había obligado á los "irlandeses" á tomar apellidos "ingleses", derivados de oficios, de colores, de lugares, etc.; tales los apellidos Butler, Miller, Glover, Gooke, Lundon, White...
O’Connell-street, número 24. Detengámonos aquí. Un alto edificio de ladrillo, sobre cuya puerta de entrada se lee: "connradh na Gaedhilge", es decir: "Liga gaélica". En el piso hay una imprenta que no trabaja más que en gaélico, y un despacho de libros, folletos y periódicos celtas. Subimos al primer piso y nos encontramos con una serie de oficinas en las que no se habla ni se escribe más que en gaélico. A la primera palabra ingles que se les dirija, contestan muy finamente aquellos celtas con un "no english, sir!", probando que quedan todavía en la Irlanda anglizada, algunos lugares donde nada se hace con saber sólo el ingles. Como se vé, estamos ya lejos de los tiempos en que los mismos patriotas, los tenaces nacionalistas, despreciaban el idioma nacional, recluído entonces á los últimos condados del Oeste. Los irlandeses han comprendido que vale más Patria sin independencia que independencia sin Patria. Han comprendido que la nación está constituída, tanto ó más que por la independencia, por la suma de valores intelectuales, morales y sociales que el pasado lega al presente, que el presente aumenta y enriquece para el porvenir. Han comprendido que la personalidad y la fuerza de un pueblo consisten precisamente en esta suma de valores, y que prescindir de ellos equivale á condenar al pueblo á su "desnacionalización" irremediable. Que el factor más eficaz de la renacionalización es el renacimiento de la lengua propia.
Aquí tenemos una sala de lectura. Observa que las mesas de trabajo están recubiertas de publicaciones gaélicas, folletos, revistas y periódicos, tales como And Claidheam Soluis, Banba, Utadh, etc. ¿Ves este señor, de alguna edad ya, pero ágil y vivo, que atraviesa rápidamente la sala? Es el alma de todo el movimiento gaélico de Irlanda, el Dr. Douglas Hyde, el hombre de quien los aldeanos del Oeste decían. "No es posible que sea un caballero, porque habla el irlandés!" Porque has de saber que tan bajo había caído el idioma gaélicos en el concepto de los irlandeses mismos que, según refería un celtista alemán, "Paddy", es decir el aldeano irlandés habla gaélico á su cerdo, á su asno, á la media docena de chiquillos y á la docena entera de lechones que viven con él en la "txabola", á todos los que comparten su miseria; pero hablar gaélico al señor cura, á la "miss", al forastero que encuentran por el camino... ¡jamás! Hay que demostrarles que se tiene "instrucción". ¡Imagínate la energía que habrá necesitado desplegar el docotro Douglas Hyde para iniciar el renacimiento gaélico en contra de tales prejuicios! Es verdad que este renacimiento tuvo un ilustre precursor en la persona del gran Obispo patriota John Mac Hale, cuya sismpática silueta viste trazada en uno de los artículos de esta serie de "Países y razas".
Si pudiéramos hablar durante unos minutos con este "leader" del renacimiento gaélico, con ese admirable Douglas Hyde, te conmoverían los acentos del dolorido patriotismo que emplearía para trazarte el cuadro de la anglización de Irlanda, y sin quererlo, harías más de una triste aplicación á nuestro desgraciado País Vasco... El patriota irlandés te diría, poco más ó menos lo siguiente:
Entre otras muchas calamidades, los irlandeses estamos sufriendo la influencia nefasta de la eneñanza primaria inglesa, organizada en 1831 por Lord Derby y el Arzobispo anglicano Wathely. El maestro, sea inglés ó irlandés, es siempre anticeltista y no tiene otra preocupación que la de matar, "asesinar", la lengua gaélcia. No es que esta lengua esté oficialmente proscrita de las escuelas, pero tiene buen cuidado de que el maestro la ignore ó la aborrezca, si no la ignora, y toda la enseñanza se da en inglés y es inglesa. La historia irlandesa está prohibida, ó (lo que es peor= se da completamente falsificada, de suerte que todos los hechos gloriosos del patriotismo irlandés aparecen como vulgares ú odiosas sedicioens... Lo más triste es que, bajo la influencia de la escuela inglesa y de la burguesía, tan vácua y suficiente aquí como en todas partes los pobres aldeanos irlandeses han llegado á despreciar la lengua de su raza, viniendo á considerarla como signo de inferioridad social, como algo que se debe ocultar cuidadosamente, lo mismo que los mestizos ocultan el círculo azul de las uñas, signo delator de la impureza de la sangre. Se anglizan á todo escpae nuestros pobres irlandeses, y si todavía tomasen lo mejor del carácter inglés, las cualdiades nobles y buenas!... Pero no; solamente se adaptan á la parte vil y grosera del carácter inglés, pierden completamente aquel respeto de sí mismos que distinguía en otro tiempo á los hijos de esta pobre nación, se dejan influir por las costumbres reprobables de la lengua inglesa, comulgan cada mañana con una hostia diabólica, amasada con todos los horrores crímenes de la víspera, aportada por la baja Prensa londinense que penetra hasta en las últimas aldeas, distribuyendo en ellas á enorme dósis el veneno de sus escándalos y malas doctrinas!...
Hay que fijarse además en un detalle elocuentísimo: los habitantes de los distritos que menos han sufrido la infuencia anglizante, donde mejor se conserva el idioma gaélico, son también moralmente hablando, mejores que los del resto de la Isla: son más limpios, más virtuosos, mejor hablados que los demás; los sentimientos religiosos son muy vivos en las comarcas que hablan el gaélico, al paso que se amortiguan fácilmente y aún desaparecen bajo la influencia del espíritu y del idioma ingleses. Esta observación la han hecho unánimemente los protestantes y los católicos. La lengua gaélica, toda impregnada de misticismo y de espiritualismo, es para los irlandeses el mejor medio de conservación de su fe religiosa, la mejor defensa contra el agnosticismo y el paganismo de los tiempos presentes.
Ahora se comprenderá fácilmente por qué los creyentes y los patriotas ponen tal empeño en conseguir el renacimiento gaélico, que todo esfuezo y todo sacrificio les parecen pequeños y soportables á trueque de conseguir el noble resultado que se proponen.
Intelligite et vos, et erudimini...
CAPÍTULO III
Irlanda gaélica
& I
Según las leyendas nacionales irlandesas, los "gaels", tribus de raza céltica, llegaron á la Isla Verde, procedentes de la Península ibérica, mil años antes de N. S. Jesucristo. La lengua gaélica actual parece ser un derivado del idioma que hablaban aquellas primitivas tribus irlandesas. Jamás las legiones romanas pisaron el suelo de Erin, y por consiguiente, Irlanda quedó excluída del gran movimiento de civilización que tuvo á la Roma de los Césares por foco; mientras bretones, galos y germanos se romanizaban más ó menos, la Isla Verde permaneció inviolablemente céltica, gaélica, y tuvo que desarrollarse por sí misma, con sus propios recursos. A pesar de ellos, y á principio de nuestra era cristiana, existía en Irlanda una brillante civilización indígena, en cuya investigación han trabajado recientemente afamados arqueólogos y lingüistas (d’Arbois de Jubainville, Gaidoz, Loth, Zimmer, Maine, Douglas Hyde, etc).
Las artes y las letras se cultivaban con esmero; á fines del siglo VI, la música irlandesa conocia ya, según Grattan-Flood, la escala diátonica, el contrapunto y la harmonía. La literatura gaélica de esta época brilla con singular esplendor: epopeyas, leyendas, poemas que constituyen tres ciclos, el mitológico, el heróico y el ossiánico, relatos históricos en prosa y verso, todos los géneros que han conocido las literaturas posteriores existían ya entre los "gaels", desde los comienzos de la Edad Media, en monumentos literarios que se asegura han servido de fuentes de inspiración á tan grandes poetas modernos como Tennyson y Swinburne.
La más rápida decadencia del idioma gaélico se ha realizado durante el siglo XIX, precisamente en la época en que mayores triunfos políticos ha alcanzado la nación irlandesa, y acaso por esto mismo. Antes de 1847, casi toda la masa popular del país hablaba el gaélico, excepto en las ciudades; hoy, en cambio, apenas si existe un 13 por 100 de irlandeses bilingües, que conocen el gaélico y el inglés, y sólo un ínfimo 0,4 por 100 posee el gaélico como única lengua... Hay que decirlo todo: gran parte de la responsabilidad de esta decadencia alcanza al partido nacionalista uqe, cegado con la lucha puramente política, desdeñaba la más profunda y trascendental labor de conservación y desarrollo del idioma nacional. Y se daba el contrasentido de que el gran poeta Th. Moore y el gran "leader" Daniel O’Connell fundasen, respectivamente, la poesía y la política patriotas sobre la base del idioma inglés. Más aún: el mismo O’Connell se esforzaba en propagar entre los irlandeses la lengua inglesa, "el idioma de las discusiones parlamentarias y de los grandes mítines populares", pensando que de esta manera hacía labor patriótica!...¡Lamentable error, debido á una visión meramente unilateral de las cosas!... No cayó en él nuestro gran Arana Goiri.
Porque con todo, y por encima de todo, un pueblo sin lengua nacional, no es más que media nación, ó nación á medias: una nación debe guardar su idioma más celosamente aún que su territorio, porque el idioma es su más sólida fortaleza, el irreductible signo de su personalidad, la verdadera frontera nacional.
"Cuando la lengua sea irlandesa, todos los corazones serán irlandeses!... ¡Cuando Irlanda hable el irlandés, será libre para siempre!..." –dice el patriota Thomas Davis, en Our National Language.
Irlanda gaélica es IRLANDA LIBRE.
¿Sabéis, lectores, lo que es una lengua nacional? ¿Será un inane, vacío sistema de signos algebráicos, una colección de fórmulas muertas? No; es la genuina expresión del alma nacional. Es el genio del pueblo, es, por así decirlo, su forma de espíritu y de corazón, es la calve de su tradición y de su psicología, de su historia y de su mentalidad; para nosotros los vascos, que carecemos de literatura tradicional, nuestra lengua, ella sola, es toda una literatura virtual, porque contiene en estado potencial un mundo de ideas y de sentimientos!
* * *
Demos ahora una idea general de la organización y de los métodos de acción de la "Liga gaélica".
Esta Asociación tiene por objeto conservar, propagar, fomentar y desarrollar el "gaelismo" bajo todos sus aspectos, y principalmente el idioma gaélico. A la cabeza de ella hay un presidente, que es el doctor Douglas Hyde, dos vicepresidentes y un comité ejecutivo, llamado Coiste Gnotha, compuesto de cuarenta y cinco miembros. En cada localidad existe una rama de la Asociación (Graobh), centro de acción local y popular. El número de estas ramas locales ha ascendido, desde 1900 á 1906, en la significativa progresión siguiente:
Año 1900............... 120 ramas
Año 1902............... 412 ídem.
Año 1906............... 964 ídem.
Cada rama afiliada á la "Liga" debe contribuir anualmente con una cantidad variable, según el número de sus miembros. Varias ramas locales pueden federarse formando un comité de distrito, el cual organiza los festivales gaélicos, los mítines de propaganda, abre las clases de lengual gaélica, distribuye folletos, etc. Anualmente se celebra en Dublín un Congreso de la "Liga", titulado Ard Fheis, al cual envían representantes las ramas locales y los comités de distrito, y en el cual se lee, en irlandés, la memoria anual de la "Liga", y se eligen los miembros del comité supremo. Los ingresos de la "Liga", durante el ejercicio de 1905-1906, alcanzaron la respetable cifra de 14.966 libras esterlinas(más de 420.000 pesetas), de las cuales 1.915 procedían de la venta de libros y folletos, y más de 10.000 libras habían sido recaudadas por el insigne Douglas Hyde en un viaje de propaganda realizado entre los irlandeses de América.
Esta es la organización de la "Liga". Veamos ahora sus métodos de actuación.
Lo primero que hacen las ramas locales de la "Liga" es organizar clases de lengua gaélcia, clases completamente públicas y gratuitas. Estas clases están dirigidas unas veces por profesores á sueldo, otras veces por gratuitos de buena voluntad, que casi siempre trabajan mucho y bien, por medio de los métodos de enseñanza, admirablemente concebidos y muy prácticos, que proporciona la "Liga". Existe, entre otros, un texto de lecciones de gaélico destinado al uso de los comerciantes y compuesto por el difunto sacerdote O’Growney, que es una maravilla de sencillez, claridad y espíritu práctico.
Existen "ramas" especiales de obreros, de estudinates, de señoras; hay clases de lengua gaélica especializadas para principiantes y para veteranos; se dan también clases de historia irlandesa, de cantos y de danzas nacionales. Hasta las cieguitas del Asilo de Santa María, de Dublín, tienen su clase de lengua gaélica. ¡Exactamente igual que entre los vascos!...
Durante las vacaciones del verano, los fervientes del idioma gaélico se reunen por grupos en "escuelas de verano", en las aldeas del Oeste, donde se dedican á escuchar á los viejos aldeanos para aprender de ellos la buena pronunciación gaélica, y el espíritu y las tradiciones de la antigua cultura nacional transmitida oralmente de generación en generación. También se realizan, durante el verano, excursiones á los sitios históricos, á Galway, á Tara, á Armagh, etc.
Durante el invierno, cada "rama" local de la Asociación celebra periódicamente reuniones de instrucción: conferencias y discusiones sobre asuntos irlandeses, conciertos de música nacional, y lo que ellos llaman ceilidhe, es decir, reuniones improvisadas, en las que la conversación, en irlandés, alterna con la música y con el recitado de una narración histórica ó de una leyenda popular, y algo de esto podían hacerlo muy bien nuestros Batzokis.
Anualmente se celebra en toda la isla la fiesta gaélica y nacional de San Patrick: ese día los ojales ostentan la flor nacional, el shammrock, y se organiza una imponente manifestación en la que va la "Liga gaélica" con sus jefes á la cabeza con todos los fervientes del renacimiento, estudiantes, sacerdotes, Hermanos de las escuelas, mujeres y niños. Clubs atléticos y Asociaciones diversas, marchando todos gravemente, al son de viejos himnos nacionales!...
& II
Como llevamos dicho, la médula y el nervio del renacimiento celtista de Irlanda es la Liga gaélica, cuya acción podría imitar nuestra Sociedad Euskal Esnalea, si entre los vascos existiese una conciencia, siquiera rudimental, de los vitales intereses de su raza. La Liga, aún contando con una inmensa mayoría de católicos y nacionalistas, ha tenido desde su comienzo el buen sentido de declararse apartada de toda lucha política y religiosa, porque así lo demanda el objeto de su acción; puede y debe estar alejada de las luchas de este género. Y así, en lo político contiene en su seno desde los intransigentes orangistas ulsterianos hasta los más irreductibles partidarios de la independencia absoluta. Belfast mismo, la capital de la protestante y unionista provincia del Ulster, posee una revista gaélica, Uladh y un teatro irlandés, lo mismo que la católica y nacionalista Dublín.
Claro es que los sacerdotes católicos pertenecen en masa á la Liga: pero el presidente y alma de ella, Douglas Hyde, es protestante, y uno de los más firmes sostenes de la agrupación era el difunto doctor Kane, leader de los orangistas de Belfast, el cual se complacía en decir que, aunque protestante y unionista, no podía olvidar que procedía de la familia O’Cahan, de cuyo apellido era una corrupción anglizada el suyo, Kane.
El clero católico, y en especial el clero joven –porque no faltan algunos viejos que, por la invencible rutina, son refractarios al movimiento gaelizante de la Liga. El cardenal Logue, el arzobispo de Dublin monseñor Walsh y la mayor parte del Episcopado irlandés favorecen firmemente el movimiento gaélico; se publican ya Pastorales en irlandés, y el seminario de Maynooth es hoy, después de Dublín, el principal foco gaelizante de toda la Isla.
Toda esta labor comienza ya á dar frutos visibles. El gaélico se habla ya, con ostentación, en las calles de Dublin, que tan completamente anglizadas parecían no hace aún diez años; se ven anuncios, muestras y cartelones en irlandés; los nombres de las calles aparecen ya en este idioma; casi todos los periódicos publican cotidianamente artículos gaélicos; las autoridades municipales de algunas localidades comienzan á exigir que todos sus empleados posean la lengua gaélica.
Pero lo más admirable de todo, lo verdaderamente ejemplar para nosotros, los vascos, es el entusiasmo profundo, serio, intenso, de todos los hombres, jóvenes y viejos, "industriales" y burgueses, empleados y artesanso, clérigos y obreros, reunidos en una sala medianamente iluminada, y que, después de la jornada de trabajo, se encuentran allí, texto en mano, con los ojos brillantes de emoción patriótica y de deseo de aprender, escuchando ávidamente la lección del idioma nacional que da, con verdadero "amore" el profesor. Sin el sentimiento patrio que agita los corazones de los oyentes, jamás hubiera venido á la mente de éstos la idea de aprender una lengua distinta del inglés, del idioma comercial y utilitario. Pero habló, allá en los senos misteriosos donde se dejan sentir las potencias afectivas y místicas, la voz de la sangre y de la raza, de la nación y de la patria, y estos hombres se han transformado completamente, y se dan cuenta de la importancia del quehacer social que les incumbe, y se sienten contentos, porque además el renacimiento gaélico les ha proporcionado un interés, un objeto, un ideal para la vida, dichosos relativamente á tantos desgraciados, cuya vida carece de interés, de ideal, de objeto.
Pocos irlandeses se dedican al estudio de la lengua gaélica sin percibir, pero muy pronto, lo que este estudio tiene de reconfortante para el corazón, de estimulante para el espíritu: sienten muy pronto una especie de "fascinación", mejor dicho, algo como una "revelación de sí mismos", como una "recuperación de su íntegra personalidad". Es que, para el hijo de la Isla Verde, el idioma gaélico no es una lengua muerta, ni una lengua extraña, sino una parte integrante, aunque olvidada, de su propio ser.
"Cuando comencé á estudiar el gaélico –dice una irlandesa- las palabras se me hacían familiares y mi espíritu iba naturalmente con ellas. Era como si yo sacase de mi cerebro cosas cuya existencia allí ignoraba completamente. Me parecía que hasta entonces yo no había sido yo, y que entonces me encontraba á mí misma plenamente; ó bien, que bajo mi ser anterior, encontraba otro yo, el verdadero, con nuevas é ignoradas posibilidades de ideas, de sentimientos y de expresión. (The Irish Language... pág. 6.)
Por otra parte, el doctor Douglas Hyde escribe lo siguiente: "La mayor parte de los espíritus irlandeses no pueden ser emocionalizados más que por medio de la cultura ancestral: pero la lengua nacional es para el irlandés un excitante que abre y aguza las inteligencias, y remueve las almas hasta el fondo." (University Commission, III, pág. 515).
Hay que añadir que, si el hombre ha hecho el idioma, éste á su vez reacciona sobre el hombre. La lengua nacional encarna y encaja el genio nacional, lo inspira y lo propaga, forma el espíritu y determina el ambiente nacional.
Este renacimiento gaélico, que Dios bendiga y favorezca, no es en rigor más que un episodio, aunque excepcionalmente interesante é instructivo, del profundo movimiento nacionalista iniciado durante el siglo XIX en tantas pequeñas nacionalidades europeas, y que prosigue ahora "desde Islancia hasta el País Vasco, desde las regiones eslavas hasta Erin", según la expresión, en cierto número de La Revue, del entusiasta celtista Yann-Morvran Goblet. Hace un siglo escaso, la lengua y la literatura txeques estaban casi del todo extinguidas, cuando se reunieron en una casa de Praga tres hombres, el historiador Palacky, el arqueólogo Schafarik y el lingüista Jungmann, para examinar los medios de restauración de la lengua nacional: si el techo de la habitación que cobijaba á los tres patriotas se hubiera desplomado, la nacionalidad txeque se hubiera perdido para siempre. Lucharon, y vencieron. Unos años más tarde, Luis Gaj, Francisco Racki y el Obispo Strossmayer realizaron la misma labor en una de las nacionalidades iugo-eslavas, la nacionalidad cróata. Casi al mismo tiempo, el País de Gales iniciaba su magnífico renacimiento, cuyo éxito ha superado á los mayores optimismos. Simultáneamente, los magyares conseguían salvar su idioma sustrayéndolo de los ataques del pangermanismo; más tarde, los fineses, en el extremo septentrional de Europa, creaban á fuerza de voluntad su literatura nacional, desligándola de la influencia sueca; los flamencos de Bélgica, guiados por el gran literato Hendrick Conscience, hacían resurgir su lengua patria; los catalanes con su Gayter del Llobregat, realizaban parecida labor; en Noruega, la Norske Samlag, asociación patriótica para la restauración del idioma nacional fundada por el filólogo Ivar Aasen, llevaba á cabo una obra parecida á la desarrollada por la "Liga gaélica" del Dr. Douglas Hyde...
Por fin... aunque los últimos en este movimiento... también nosotros los vascos hemos comenzado á marchar penosamente, como un paralítico multicentenario á quien la poderosa voz de un taumaturgo gritase: "¡Jagi ta abil!"...Hemos comenzado á marchar desde el último tercio del siglo pasado, y no puede negarse que se dibuja cada vez más claramente en nuestro País euzkadiano el deseo de restaurar el antiquísimo idioma nacional, de tomar puesto, con nuestros caracteres propios suficientemente desarrollados, en el conjunto de los pueblos cultos. Algo hacemos ya en este sentido, aunque, á la verdad, no todo lo que pudiéramos hacer; hay que reconcoer, en efecto, que al lado de la febril agitación restauradora de las citadas nacionalidades, nuestro movimiento es quietud, y nuestra acción resulta imperceptible: como el murmullo de una apacible brisa al lado de los rugidos de un huracán deshecho.
Poco hacemos, muy poco, en comparación de lo que tenemos que hacer y de lo que pudiéramos llevar á feliz cabo. Muchos de nuestros compatriotas se pasan la vida como embobados, contemplando las repugnantes ficciones de la política del Sur, y los que miramos á nnestra casa, fuerza es decirlo, no damos señales de gran actividad. Todo, ó casi todo, está aún por hacer. Otros pueblos en el caso del nuestro hubieran fundado ya Asociaciones populares, escuelas, Sociedades editoriales, hubieran derrochado entusiasmo, energía y trabajo por una causa tan noble y tan bella como la de nuestro renacimiento patrio. Cada uno de nosotros, comenzando por el que traza estas líneas, pudiera desarrollar una labor quíntuple de la que desarrolla, si consiguiera desligarse de todo género de necias preocupaciones, restos de nuestra educación exótica, mohos que adquirimos en el ambiente enervante y exotizado que tenemos que respirar.
Y es un dolor y una vergüenza, vascos, que, al lado de los cróatas, de los fineses, de los catalanes y de los irlandese, nosotros sigamos distraídos en todo género de tonterías y tan atrasados, tan atrasados...
CAPÍTULO IV
Los obstáculos del renacimiento gaélico
Frente al grupo de fervientes del renacimiento gaélico, existe otro grupo, por ahora mucho mayor, de indiferentes –por no decir "hostiles", que sí lo son, con latente hostilidad –formado por burgueses é hidalgüelos demasiado anglizados para comprender el alcance del movimiento celtista; por negociantes y utilitarios que dicen que la lengua irlandesa, comercialmente, no "paga" y que una Irlanda gaelizada no valdría un "penny" más –y es sabido que para este género de gentes, el "penny", ó sea la perra chica, es la medida de la bondad de todas las cosas-; por escépticos y hombres de poca fe que no ven en el movimiento de restauración de una lengua muerta otra cosa que una especie de "sport", un medio de llamar la atención, de singularizarse... El renacimiento vasquista, y todos los renacimientos, conocen adversarios de todas estas categorías.
La oposición que esas buenas gentes hacen al renacimiento gaélico es, por lo general, completamente pasiva. El burgués sentencioso y lleno de "suficiencia", y el hidalguillo que se pasa la vida mirando hacia las regiones de donde vienen los títulos, las condecoraciones y zarandajas tales, tienen para los partidarios del renacimiento la más protectora y compasiva de sus sonrisas, como para gentes que no están en el "tono".
No parte de estos pobres diablos la oposición viva, activa y tenaz al celtismo: procede de quienes son capaces de darse cuenta de la transcendencia del movimiento gaelista. El foco principal de esta resitencia está en "Trinity College", es decir, en la Universidad oficial dublinesa. Los profesroes de este viejo centro de enseñanza, y entre ellos algunos de reconocida competencia científica, como Mahaffy, por ejemplo, no ocultan el desdén que les merece esta labor de resucitar "artificialmente" una lengua muerta. Según ellos, esta tarea equivale á un paso hacia atrás, una retrogradación, algo como volver á las edades de la barbarie y á la torre de Babel, una cosa irracional y deshonrosa, sí, por fortuna, no fuese completamente imposible –y ¡cuántos hay entre los vascos que piensan y hablan de esta misma manera!
Siguen diciendo los anticeltistas de la Universidad dublinesa, que la lengua irlandesa moderna no tiene ningún valor "educacional"; que no puede servir má que para ir á pescar el salmón ó á cazar sordas en los condados del Oeste.- Y además, ¿qué se debe entender por lengua irlandesa moderna? –Dios lo sabe, contesta el profesor de Filología de "Trinity College", Atkinson. No es una lengua, ni un dialecto, ni siquiera un mal "patois": es un galimatías, un embrollo, un omnium ghaterum. A lo cual añade Mahaffy que todo el movimiento gaélico no es más que un juguete para el pueblo, un medio de engañarle el hambre, ideado por los rebeldes separatistas para acentuar la divergencia entre Irlanda é Inglaterra: "los nacionalistas irlandeses –sigue diciendo el profesor Mahaffy sabe bien que su triunfo es inevitable y sólo cuestión de tiempo, si consiguen mantener vivas las diferencias de raza y de sentimiento entre los dos pueblos, á cuyo fin quieren ahora añadir la diferencia de lengua". Entre nosotros, nadie se atreve á expresarse con la franqueza brutal de este profesor; pero todos los antivasquistas, así indígenas como exóticos, guardan in petto estas mismas ideas acerca del renacimiento euzkerista. Por cuya razón tiene este renacimiento tantos falsos apologistas, que en resumen no son más que ocultos Judas.
Las deprecaciones de los universitarios de Dublín contra la literatura gaélica van más allá de cuanto se puede imaginar. Mahaffy asegura que no hay un solo texto gaélico, fuera de los religiosos, que no sea un pináculo de estupidez ó una indecencia. No queda atrás Atkinson, el cual declara que toda la antigua literatura gaélica es insoportablemente bajuna, degradante, vil, shocking!... "Guardaos cuidadosamente de su contacto..."
Estas declaraciones se desvirtuaban por su misma violencia de tono. Bien está que los universitarios de Dublín sean conservadores anglófilos y anti-irlandeses: pero está mal que dejen traslucir tan claramente sus pasiones políticas. Los celtistas extra-britanos ajenos completamente á la cuestión del Nacionalismo irlandés, se encargaron de rectificar á los universitario sde Dublín.
El doctor Windisch, de Leipzig, escribía: "Para el irlandés, la lengua irlandesa DEBE tener un valor como materia escolar, porque contribuye á mantener entre los irlandeses sus características intelectuales".
El doctor Zimmer, de Greifswald, después de hacer notar que la falta de moderación en los ataques de los universitarios destruía todo su valor, y que n o había necesidad de refutar tan inhábiles imputaciones, añadía que un error parecido había hecho decir á Federico el Grande la tontería insigne de que los "Nibelungen" no valían una carga de pólvora, y que no había necesidad de sacarlos del olvido. Seguía después en estos términos: "Respecto del idioma irlandés, como materia de enseñanza en el período secundario (el de los Institutos) de Irlanda, no conozco lengua modena que, considerada solamente como lengua, posea mayor valor educador para un niño que sepa ya el inglés. Prácticamente, y desde el punto de vista de la literatura moderna, el conocimiento del alemán ó del francés le sería más útil, fuera de Irlanda; pero para la cultura completa y la educación del espíritu, el irlandés es, por lo menos, igual á las dos lenguas precitadas, y hasta muy superior desde cierto punto de vista, porque, siendo como es más característico, da más materia de pensar..."
El profesor Dottin, de la Facultad de Rennes, se expresaba como sigue: "Creo, y no soy el único en creerlo, que siendo inseparables las ideas y las palabras, toda lengua lleva en sí misma cierto número de conceptos que le son peculiares... Por consiguiente, suprimir una lengua que ha formado, ha producido, por así decirlo, los espíritus de tantas generaciones humanas, me parecería una vuelta á la barbarie... Si enseñáis el irlandés á un niño irlandés, no hacéis otra cosa que subir al origen de su vida intelectual, y de esta manera aseguráis su desarrollo normal; si procedéis de otra manera, detenéis su crecimiento, los esterilizáis, suprimís esta forma de espíritu humano que es el espíritu céltico, ó por lo menso corréis el riesgo de suprimirlo. ¿Cómo se entiende que teniendo la suerte de poseer en Irlanda dos lenguas, muy distintas entre sí, y cuya comparación es preciosísima para formar el espíritu pensador entre los niños, queráis delibradamente destruir una de ellas? Tal intento sólo podrá tener su razón de ser en la política (de la cual no tengo para qué hablar, siendo como soy extranjero); pero no puede justificarse en ningún motivo pedagógico. Se dice que las razones políticas lo justifican todo: pero ¿cómo podrían justificar el crimen de lesa humanidad que consistiría en suprimir la enseñanza del irlandés, y en detener ese admirable movimiento de renacimiento lingüístico que se manifiesta hoy en Irlanda?..."
Además de estos testimonios, se expresaron también con tanta razón como elocuencia, a favor del renacimiento gaélico, sabios tan autorizados como Stern, de Berlín, y Petersen, de Copenhague.
En realidad, los ataques de los anticeltistas tenían un objeto mucho menos literario del que querían hacer ver. La cuestión era, bajo apariencias pedagógicas, puramente política: se deseaba, á todo trance, proseguir la metódica anglización de Irlanda, para conseguir de esta manera la sumisión completa de la Isla Verde. ¿Y qué mejor medio de anglización que la muerte de la lengua gáelica? ¿Y qué mejor medio de matar la lengua gaélica que su proscripción de todo grado de enseñanza? En todas partes proceden lo mismo los conquistadores.
Como se ve, la lucha está empeñadísima entre gaelistas y antigaelistas: del éxito de esta lucha depende que la siguiente generación sea nacional ó antinacional. De aquí que pueda decirse que el porvenir de la nación irlandesa está íntimamente unido por el de la "Liga gaélica".
CAPÍTULO V
Los fenianos
Dondequiera que exista un movimiento popular de opinión, se distinguirán luego dos tendencias. Una es la de los que se proponen proceder por evolución contínua, influyendo constantemente sobre las ideas, los sentimientos y las costumbres, modificando de un modo lento todos estos elementos del alma nacional, á fin de que la transformación de las instituciones, del estado social, de la política, sea una derivación necesaria de la transformación de la mentalidad y de la moralidad del pueblo. Estas son las verdaderas y profundas revoluciones que se operan en los pueblos; pero tan lentas, tan imperceptibles en sus detalles que les conviene mejor el nombre de "evolución" que el de "revolución".
Otra tendencia está representada por los que pretenden acelerar esa evolución en tal grado y forma que se deciden desde luego á derribar por la violencia las instituciones establecidas, para sustituirlas inmediatamente por las que juzgan en armonía con sus teorías: y esa tendencia, así como el conjunto de actos derivados de ella, son lo que propiamente se denomian "revolución".
En todo movimiento popular habrá existido, ó existe, ó existirá tendencia "revolucionaria". Exceptúase el Cristianismo, el cual, por su naturaleza, se sale completamente fuera del cuadro de los movimientos de opinión puramente humanos.
Pero los movimientos nacionalistas no son de excepción de esta regla general. Ha existido y existe la tendencia "revolucionaria" en el Nacionalismo polaco: ha existido y existe, en el Nacionalismo irlandés. Los "fenianos" no son otra cosa que la fracción más avanzada de la tendencia revolucionaria del Nacionalismo irlandés: los terroristas del Nacionalismo.
En un sentido lato, el fenianismo data del primer irlandés que blandió una espada contra la invasión inglesa. Podría atribuírsele también un precursor en aquel Roberto Emmet, un héroe romántico á lo Walter Scott, que, en 1803, sin más ayuda que el juvenil ardor de su patriotismo, se puso á la cabeza de algunos cientos de exaltados como él, con el propósito de apoderarse del castillo de Dublín: fracasó la intentona, y Emmet, que se había refugiado con los últimos restos de sus "fuerzas" en las montañas de Wicklow, cometió la cara imprudencia de presentarse en Dublín, á despedirse de su prometida Sarah Curran, antes de embarcar para Francia; fue preso, condenado á horca y ejecutado.
Pero más directa se halla la filiación del fenianismo en las sociedades secretas de los "Whiteboys" y de los "Ribbon", y en la insurrección de 1848. El huracán revolucionario que rugió furiosamente en toda Europa el citado año, no dejó de sacudir la Isla Verde, determinando en ella algunas convulsiones de insurgencia. O’Connell habí amuerto en 15 de Mayo de 1847; su sistema de "fuerza moral" y de "agitación legal" había fracasado decididamente: puesto en el caso de resistir con razón y por la violencia á insoportables arbitrariedades del Gobierno inglés, el viejo "leader" –que en su horror á la efusión de sangre humana parecía, más que un católico, un "cuákero"- había preferido plegar banderas y tomar, entristecido y fracasado, el camino del destierro. La depresión en Irlanda fue inmensa.
Sin embargo, el partido nacionalista contaba, ya en vida de O’Connell, con un grupo de jóvenes –Thomas Davis, Blake Dillon, Duffy, D’Arcy Mac Gee, Meagher, John Mitchell, Smith O’Brien, Clarence Mangan, O’Hagan, Fergusson, Kells Ingram –que fue el núcleo del partido de "Joven Irlanda". Este partido quiso completar la obra de O’Connell por medio de una labor de educación, de formación de opinión. El Nacionalismo de la "Joven Irlanda" –con reserva de su latitudinarismo religioso- se parece más á nuestro Nacionalismo vasco que al de O’Connell. La "Joven Irlanda" poseía un concepto de la nacionalidad mucho más elevado que el predicado por O’Connell: este "leader" no consideraba más que los entuertos materiales ó políticos que sufrían sus compatriotas; pero la "Joven Irlanda", elevando la nacionalidad por encima de la política, la fundamentaba sobre la tradición, la historia, el idioma y la literatura. O’Connell, aristócrata y conservador de origen, conducía al pueblo sin educarlo: más democrática, la "Joven Irlanda" entendía que la priemra labor que había que realizar era la educación nacional del pueblo y la formación de la opinión popular. Finalmente, la "Joven Irlanda" entendía –como análogamente entendemos los nacionalistas vascos- que la principal misión del partido nacionalista consistía en desligar políticamente á los irlandeses de todos los partidos ingleses ó anglófilos, constituyendo un núcleo de opinión independiente de todas las fluctuaciones de la política de Londres, y en este sentido, verdaderamente "nacional".
Pero cumpliéndose en el Nacionalismo irlandés la regla de dualidad enunciada en el comienzo de este artículo, no tardó en aparecer dentro de la "Joven Irlanda" la fracción de tendencias revolucionarias, acaudillada por John Mitchell: entre este frenético agitador y Thomas Davis, verbo y alma de la "Joven Irlanda", no había menos distnacia que entre Davis y O’Connell. Entonces se fundó la "Fueza física" como contraposición de la "fuerza moral" que formaba la base del método de O’Connell. Al frente de este partido de guerra estaba Mitchell, quien en su periódico United Irishman predicaba las mayores violencias con el único objeto de provocar un conflicto de orden público. Ocurría esto en 1848. La revolución había estallado en París, en Berlín, en Viena, en Praga, en Italia: Mitchell esperaba que estallase también en Irlanda: cuando esto ocurriese, allí estaría él á la cabeza de sus partidarios, para dar el grito sagrado de ¡Viva la República irlandesa!... La opinión pública iba caldeándose: los mismos evolucionistas de la "Joven Irlanda" se sentían envueltos, á pesar suyo, en el movimiento: el plan parecía por momentos viable. Pero el Gobierno británico no se dormía: arma en secreto á los orangistas, ocupa Dublín militarmente y detiene á Mitchell, el cual es enviado inmediatamente á un buque de guerra... La revolución, privada de su jefe, está ya vencida antes de estallar... Sin embargo, se ha avanzado demasiado para retroceder sin intentar algo. Por el honor, Smith O’Brien –protestante, aristócrata, landlord y jefe del elemento evolucionista de la "Joven Irlanda"- se lanza al campo, á organizar partidas. ¡No era un Mitchell, sino un pobre revolucionario de ocasión! Además, el clero católico se mostró muy hostil al movimiento armado. En fin, después de una mínima y ridícula escaramuza policiaca, el pobre O’Brien y los demás "zumalakarregis" de cartón-piedra se ven apresados, recluídos en calabozos y enviados al destierro! Lección merecida para los evolucionistasque se dejaron ganar por las impresiones de momento, olvidando que cuando se es evolucionista hay que serlo en toda consecuencia, y que cuando se decide á correr aventuras revolucionarias, hay que adquirir previamente el temple de alma necesario para "echarlo todo por la borda", como suele decirse. Todo, menos vivir con un pie en la evolución y el otro en la revolución, porque así no se hace más que el ridículo, con daño de la causa –así sea la más noble y justa- que se quiere defender.
* * *
Pasaron doce ó catorce años. Tras del fracaso lamentable de la "Joven Irlanda", tras del hambre horrorosa de 1847, parecía que la causa nacionalista había muerto para siempre en la Isla Verde. Al frente del clero católico estaba un prelado, monseñor Cullen, excesivamente amigo de los ingleses y muy poco partidario de las reivindicaciones irlandesas. Bajo la presión de este prelado, el clero católico se abstenía de tomar ninguna parte en el movimientonacional, viéndose obligado á apoyar en las elecciones á los candidatos gubernamentales, fuesen católicos ó protestantes, pero incondicionalmente amigos de la dominación inglesa... Solo el ilustre obispo Mac Hale sostenía bravamente en los condados del Oeste la bandera de la Patria irlandesa: cuando fue menester, este gran obispo supo colocarse en frente del cardenal Cullen.
Por entonces surgió el "fenianismo", nombre nuevo de una cosa vieja, reencarnación ó reorganización con mejor plan, con más medios, del movimiento revolucionario nacionalista. Se fundaron numerosas sociedades secretas, sindicadas en una "Fraternidad revolucionaria irlandesa" que dirigen hombres muy determinados como Stephens, O’Donovan Rossa, O’Leary, Kickham, Mac Manus –á cuyo cadáver había de negar en 1861 la sepultura eclesiástica el cardenal Cullen-, y en América, donde se funda otra sociedad similar, el terrible O’Mahony.
Estos fenianos eran primeramente antiparlamentarios, y después, terroristas. Sus furiosas diatribas contra el Nacionalismo parlamentarista no dejan de encontrar algún eco simático en nuestros corazones vascos, en razón de la repugnancia que nos inspiran las farsas del charlamentarismo indecente que tiene por campo de acción la política madrileña. Véanse algunos botones de muestra:
"...Qué ha ganado Irlanda en toda esa farsa de Westminster? ¿Tiene nuestra Patria el derecho de comprometerse enviando representantes á un país enemigo, á un Parlamento que no es más que un foco de corrupción, una fábrica de explotación y el eterno testigo de su servidumbre? Durante muchos años, nuestra Patria ha tenido en la Cámara de los Comunes un "leader" de primer orden y un partido compacto y unido: y ese "leader" y ese partido no han conseguido rebajar en un penny la sobretributación de Irlanda. Juego inútil y degradante, escuela de esclavitud y de anglización, el Parlamento no es bueno más que para propagar el espíritu de indiferencia y de oportunismo, y sacrificará siempre la causa nacional ante las satisfacciones de la vanidad ó los regateos de personalísimos intereses! ¡Y mientras os hipnotizáis con ese Westminster, del cual hacéis el centro del mundo, ni siquiera véis que la pobre Irlanda se muere, y que se muere por vosotros!"
Después de estas declaraciones casi "nihilistas", el fenianismo pone manos á la obra. Se trata de aterrorizar á los ingleses y de arrancar del Gobierno de Londres por la fuerza lo que jamás pudo conseguir la elocuencia de todos los "leaders" parlamentarios. Comienzan los golpes de audacia y los atentados: canta la dinamita. Ante estos actos, la opinión se enerva y el Gobierno empieza á inquietarse y á pensar, acaso por vez primera, que respecto á Irlanda se ha ido demasiado lejos al desoir sistemáticamente todas sus reclamaciones... Los fenianos cobran nuevos ánimos. Se multiplican los atentados, no sólo en Irlanda, sino en Inglaterra: vuela por la dinamita la cárcel de Clerkenwell é inténtase un audaz golpe de mano en Manchester. Fracasa este golpe, y sus tres autores, Allen, Larkin y O’Brien, suben valerosamente al cadalso, no sin tener la satisfacción de dirigir al parcialísimo tribunal que los sentenció estas memorables palabras: "Nos váis á enviar á la presencia de Dios: estamos dispuestos. No tenemos nada que lamentar, nada que rectificar, y sólo diremos God save Ireland, que Dios salve á Irlanda!" Estos tres hombres son para el irlandés patriota los "Mártires de Manchester..."
* * *
Han pasado los años y ya no se producen en la Isla Verde los atentados fenianos. Y es ya la ocasión de preguntar: ¿Qué juicio nos merecen el fenianismo y sus actos?
El crimen es siempre crimen y jamás se justifica. Pero los legistas y aun los moralistas admiten en ciertos casos las "atenuantes". La opresión excesiva, sobre todo la hipócrita opresión "legalizada", el desprecio sistemático del derecho natural, no pueden producir más que frutos de destrucción y de muerte. ¡Malhayan los grandes, los poderosos, los caciques y mandones que no tengan cuenta de estas cruentas lecciones de la historia! Caiga sobre sus cabezas la sangre vertida.
* * *
Lo bochornoso en todo este episodio del fenianismo fue el miedo de Inglaterra. Esta orgullosa nación que dormía tranquila en su optimismo, pensando que no valía la pena de escuchar á poor Paddy, al mísero irlandés hambriento y desnudo, tuvo que despertar con el mismo pavor de quien viese "caer un rayo de un cielo sereno", como dice Stuart Mill. El caso es que el fenianismo triunfó allá donde había fracasado O’Connell -¡mísera condición de la humanidad!- Una reforma electoral de 1867 –del mismo año del atentado de Manchester- tuvo por efecto abrir las puertas del Parlamento de Westminster á un número mayor de diputados nacionalistas. A continuación Gladstone hizo votar la ley de "Desestablecimiento" de la Iglesia anglicana en Irlanda –hasta entonces, la ley obligaba á los "católicos" de Irlanda á sostener con sus diezmos á la iglesia "anglicana": un colmo de opresión estúpida y odios –y un poco más tarde, en 18691870, se votó ya la primera de las famosas leyes agrarias, que permitieron "siquiera respirar" á la Isla Verde.
Así, pues, según todas las apariencias, quien abrió para Irlanda la tardía era de las concesiones y de las reformas fue el fenianismo.
¡Buena enseñanza para los gobernantes, tanto como mala para los gobernados!
TERCERA PARTE
Fineses, pelasgos y nipones
CAPÍTULO I
Finladia por su autonomía
& I
Todos los nacionalistas europeos, albaneses, bretones, catalanes, cróatas, eslóvacos y eslovenos, fineses, helenos, lituanios, polacos, irlandeses, txeques, etcétera, y con todos ellos, nosotros los nacionalistas vascos, profesamos y formulamos el principio de las nacionalidades en los siguientes términos.
"Cada uno de los grupos nacionales muy diversos que constituyen la actual Europa, tiene derecho á la vida y al porvenir; es necesario que cada uno de esos grupos nacionales subsista y que, desarrolle su genio peculiar para que Europa ueda realizar el destino que le ha impuesto la Providencia, cuyo destino debe cumplirse, no por la nivelación populicida, sino por una síntesis de sus variados elementos, por la conciliación de sus grupos nacionales, diferentes y complementarios, en una armonía cada vez más perfecta."
Cada uno de esos grupos nacionales –posea ó no un Estado propio- es un elemento de la Europa actual, y tendrá su intervención en la Europa futura. Y como lo presente se explica por lo pasado, así también lo presente es uno de los factores importantes del porvenir: "dime lo que eres, y te diré lo que aproximadamente serás." De aquí la inexcusable necesidad de que las nacionalidades se conozcan a sí mismas del modo más completo posible, y de que se conozcan entre sí para darse mutuos ejemplos y enseñanzas.
Una de estas nacionalidades es Finlandia, país que como tantos otros, ha tenido su despertar nacional durante el siglo XIX, y cuya peculiar fisonomía quisiera tener acierto de trazar, aunque sólo fuera en un fugaz croquis, por medio de estas líneas.
Geográficamente, Finlandia es un país septentrional, de 374.000 kilómetros cuadrados de extensión, con algo más de tres millones de habitantes, cuatro veces menos poblado que nuestra Nabarra peninsular, puesto que la densidad de población finlandesa no pasa de 8. Los límites naturales de Finlandia son: el Océano glacial y el Mar Blanco por el N.; Suecia y el golfo de Bothnia por el O.; y el golfo de Finlandia por el S.; la frontera oriental de este país no está geográficamente delimitada. El país es llano, pantanosos, lleno de bosques y de lagos, frío y de no muy variados productos.
Etnicamente, los finlandeses pertenecen á dos distintas razas: la "finesa" del grupo uralo-altáico (con cuya lengua pretenten algunos lingüistas que tiene cierto parentesco nuestro Euzkera), constituída por individuos braquicéfalos, de ojos negros ú oscuros, estatura regular y pelo castaño; y la "sueca", del grupo indoeuropeo ó arya, cuyos individuos dolicocéfalos, son también la minoría de la población, no llegando acaso á un 13 por 100 de ella. El elemento sueco habita principalmente en las regiones próximas al mar hacia Wassa, en la región media del golfo de Bothnia, en el extremo occidental del de Finlandia, y en las islas Aland, muy próximas ya á Upsala, es decir á la costa de Suecia.
Durante largos siglos, la minoría sueca ha estado más avanzada en civilización que el elemento indígena finés. Debíase esta diferencia de nivel intelectual á las corrientes de cultura que incesantemene recibían, de la Suecia propiamente tal, los finlandeses suecos, al paso que el elemento finés, étnica y lingüísticamente una isla, no tenía contacto con ninguna civilización similar, y sólo podía contar con su propio esfuerzo.
Hasta 1860, el idioma oficial y "culto" era el sueco, aún entre los fineses; pero á partir de aquella fecha, se había iniciado ya el renacimiento literario finés, provocando la indignación de los suecos y suecómanos: "Estos txudas, estos bárbaros que quieren tener un teatro!..." Pero los txudas, los bárbaros fineses, tuvieron un teatro y además una cultura exclusivamente nacional.
"-Es una locura querer suprimir en el porvenir la influencia de la antigua cultura sueca. ¿Con qué la váis á sustituir? Con un montón de ideas modernas que ni siquiera habéis sabido digerir... No se gobierna así á un país, porque os falta el equilibrio y la mesura que distinguen á una raza verdaderamente culta.
-Sea, lo concedo nuestra cultura es joven. Pero cada cultura ha tenido su infancia, y la nuestra tiene el porvenir".
Así hablan un sueco y un finés en la novela finlandesa "Sed de Ideal", de Hilma Pylkkanenen.
De hecho, el renacimiento finés contó con el apoyo de las autoridades moscovitas, las cuales proyectaban basarse en este renacimiento para contrarrestrar la influencia sueca en Finlandia. El caso es que ya desde 1863, un "ukase" imperial ordenó la admisión de la lengua finesa en los tribunales y en la administración, y más tarde se estableció la igualdad oficial de las dos lenguas, tomando como modelo, para el concierto entre ellas, las reglas que tiene establecidas la trilingüe Suiza para valerse de sus tres idiomas oficiales, el alemán, el italiano y el francés. (Véase "La Suisse et la question des langues" por René Henry). En la Dieta, Cámara finlandesa, las leyes y los informes se redactan en las dos lenguas; cada orador habla en su idioma propio, y el presidente ha de ser bilingüe, para contestar á cada orador en la lengua en que se haya expresado. Además, existe cierto número de intérpretes para repetir en finés lo que haya dicho un orador sueco, ó viceversa.
Finlandia se halla bajo la soberanía del Tsar moscovita: no es, sin embargo, una mera provincia rusa. Posee el país finlandés una constitución peculiar que le hace en cierto modo independiente. El país se titula "Gran Ducado de Finlandia". Poseen los finlandeses, desde 1906, una cámar única, para la cual son elegibles las mujeres. La instrucción pública está muy extendida: el profesorado pertenece casi completamente á la raza finesa.
Es de interés para nosotros los vascos el saber que en estos últimos años se han establecido algunas corrientes de amistad entre los patriotas fineses y los nacionalistas euzkadianos, corrientes que no se han estrechado más á causa de la enorme distancia de las lenguas que nos son conocidas. Con todo, la prensa nacionalista de Helsingfors, capital de Finlandia, reprodujo en finés la relación hecha por el difunto Arana-Goiri (g. b.) del asalto al Centro Vasco de Bilbao, ocurrido hace once á doce años, y con frecuencia solemos recibir revistas patrióticas finesas, editadas con un primor que desconocemos por acá. Estas corrientes de amistad y simpatía que se establecen, á través del espacio, entre dos razas tan distintas como la finesa y la vasca, son signo de la solidaridad de afectos que indudablemente se origina entre quienes bajo distintos cielos y climas, luchan por el mismo ideal de renacimiento nacional, sostienen análogas aspiraciones y necesitan vencer parecidos obstáculos... No será extraño que estas corrientes de amistad y simpatía se condensen un día bajo la forma de un Congreso de nacionalidades que se reuna en Suiza ú otra tierra neutral, en cuya Asamblea, eslavos y celtistas, fineses y vascos, representantes de nacionalidades que carecen de Estado propio, nos conozcamos mútuamente y aprendamos á estimarnos más y más y á prestarnos recíproca ayuda.
Hecho, á vuela pluma, el bosquejo general de Finlandia, reservemos para otro artículo el relato de las luchas que actualmente sostiene el país finlandés en defensa de sus instituciones privativas.
& II
Para comprender bien el carácter de la Constitución finlandesa, que es como el palladium de esta nacionalidad, preciso es que conozcamos primeramente algunas noticias históricas de este país.
Antes de 1809, Finlandia formaba parte de Suecia. Titulábase el país "Gran Ducado", y aún tenía cierta autonomía rudimentaria; pero en rigor estaba el país finlandés constituído en varias provincias suecas, regidas en todo análogamente á las actuales de la costa occidental del Golfo de Bothnia. Pero ya durante el siglo XVIII, á consecuencia de las guerras entre Rusia y Suecia, de resultado desastroso para esta última nación, el moscovita se apropió varios territorios que hasta entonces habían pertenecido a la corona sueca tales la Livonia, la Esthonia y la Ingria: entre ellos algunos trozos de Finlandia cedidos por Suecia en 1721 y 1743, con los cuales el moscovita formó la provincia rusa de Viborg, pura y simplemente anexionada al imperio.
A principios del siglo XIX, toda la Finlandia fue segregada de Suecia, quedando bajo el poder y á la disposición del Tsar Alejandro I. Este generoso monarca, desoyendo los consejos de quienes pretendían la pura y simple anexión de Finlandia al imperio y su rusificación inmediata, entendió que era más conforme con la justicia dejar á Finlandia su carácter propio y su libertad interior, sin forzarla á una rusificación á la que, desde luego, opondría natural y legítima resistencia el sentimiento nacional finlandés. Fiel á esta recta y prudente política, el autócrata suscribió, en Marzo de 1809, un acta de garantía de la autonomía finlandesa, devolviendo á este país la provincia de Viborg, y presentándose ante la nación finlandesa, no como Tsar, sino como gran duque de Finlandia. En virtud de dicha acta, subsistían en Finlandia todas sus peculiares leyes, con la única excepción de las referentes á la representación diplomática exterior y á la sucesión al trono. Por consiguiente, el acta de garantía reconocía la vigencia legal de las instituciones fundamentales de la Constitución finlandesa, que son: la "forma de gobierno" establecida en 1773, y el "acta de unión y seguridad" de 1789. En estas circunstancias históricas se basan ahora para sus reivindicaciones políticas los nacionalistas finlandeses: porque saben bien que los grandes Estados de la Europa central y oriental no reconocen ningún linaje de derechos nacionales que no esté sólidamente asentado en fundamentos históricos. Las razones puramente etnológicas no tiene reconocido ningún valor, como fundamenteo de reclamaciones reivindicatorias, en Viena, en Berlín ni en San Petersburgo.
Veamos, pues, de describir, en líneas generales, cuál era la organización del Estado finlandés, reconocida por Alejandro I.
El Gran Ducado era una especie de monarquía constitucional, cuyo monarca era el Tsar. En San Petersburgo, corte del Tsar, residía un ministro finlandés encargado de las relaciones entre el Gran Ducado y su gran duque, el Tsar. En Helsingfors, capital de Finlandia, residía un gobernador general moscovita, representante del Tsar-gran duque. Este gobernador general presidía una Corporación llamada "Senado", la cual se componía de dos departamentos: una especie de Tribunal Supremo de Justicia, del cual dependía toda la organización judicial del país, y la Dieta, ó sea una Corporación político-administrativa, cuyos jefes de sección eran los ministros del Gran Ducado. Todos los jueces y empleados que dependían de estas dos Corporaciones habían de ser finlandeses.
La Dieta se componía de cuatro clases de representantes: nobleza, clero, burguesía y aldeanos: sus facultades legislativas estaban limitadas en los siguientes puntos:
Primero. La esfera de los decretos del gran duque y su representante era más extensa de lo que suele ser en otros Gobiernos parlamentarios, porque comprendía no sólo los decretos propiamente tales, sino aun las leyes relacionadas "de cerca" con estos decretos. Sin embargo, existía todavía una esfera legislativa muy extensa, en la cual no se podían hacer las leyes sin el concurso de las voluntades del gran duque y de la Dieta.
Segundo. Hasta los tiempos de Alejandro II, al gran duque competía exclusivamente la iniciativa de las leyes.
Tercero. La Dieta no podía discutir los presupuestos "ordinarios".
Cuarto. Hasta Alejandro II (1869), el gran duque podía, sin violar la Constitución, no convocar la dieta.
Así, Alejandro I no la convocó más que una vez, para "jurar los Fueros" –como diríamos vascamente, aunque nuestros Fueros eran bajo todos conceptos bastante más que esta Constitución finlandesa- en la Catedral de Borgo, y Nicolás I no convocó nunca la dieta finlandesa. Esto, sin embargo, no equivalía á concular los derechos políticos de la nación finlandesa, porque habiendo legislado el mismo Nicolás en esfera que no era, constitucionalmente, la suya, se excusó ante el país, alegando la urgencia del caso y la circunstancia de no estar, á la sazón, reunida la dieta. Nuestro "pase foral" valía, sin embargo, algo más que estas excusas imperiales. Puede observarse, en efecto, que nuestras Constituciones nacionales, llamadas "Fueros", eran bastante más completas y garantizaban la libertad del pueblo harto mejor que esta Constitución finlandesa. Con todo, los tratadistas de quienes me he documentado (René Henry, por ejemplo, en La question de Finlande au point de vue juridique) aseguran categóricamente que esa Constitución, tan incompleta, tan vacilante, tan débil, es un verdadero escudo protector de la nacionalidad finlandesa. Observará asimismo el lector que el fundamento histórico de nuestras Constituciones nacionales, llamadas "Fueros", es incomparablemente más sólido y menos indiscutible, que el de la Constitución finlandesa. Con todo, los Poderes moscovitas admiten la base histórica de esta Constitución; como que en este terreno, exclusivamente, plantean los patriotas finlandeses el pleito de sus reivindicaciones nacionales. Hago estas observaciones, porque parece en ocasiones notarse cierta tendencia entre los patriotas vascos á pasar por alto el fundamento histórico de sus reivindicaciones, como atribuyéndole importancia muy secundaria, y es un error y una imprudencia grave: nuestro fundamento histórico es indestructible y eficaz.
Prueba de esta eficacia, el obstinado aunque inútil empeño que en destruirlo pusieron en su tiempo los Llorente, González y Godoy, y ponen los Llorenticos y Godoyetes que nos han salido ahora en las torcidas "derechas" de casa.
El gran amigo de Finlandia fue el Tsar Alejandro II. Bajo el reinado de este monarca, se introdujeron muchas é importantes mejoras en la Constitución finlandesa. Alejandro II estableció que la dieta sería convocada obligatoriamente cada cinco años, y luego redujo á tres años el plazo de esta convocatoria. En la apertura de la dieta, en 1863, el Tsar gran duque pronunció estas palabras:
"Manteniendo el principio monárquico constitucional inherente á las costumbres del pueblo finlandés y cuyo carácter llevan todas sus leyes é instituciones, quiero admitir un derecho todavía más extenso que el que poseían ya estos Estados."
Y, sancionando en 1869 la nueva ley sobre la dieta, Alejandro Ii se expresaba así.
"Bajo expresa reserva de nuestros derechos, tales como han sido garantizados por la "forma de gobierno" de 1772 y por el "acta de unión y de seguridad" de 1789, nuestra voluntad es aprobar y sancionar esta ley orgánica de la dieta, como ley fundamental irrevocable."
Pero no tardaron en suceder á este soberano otros que conculcaron sin escrúpulo los derechos de la nación finlandesa, aunque no sin resistencias por parte de esta nación, cuyas luchas por su autonomía veremos en otro artículo.
& III
Mientras el Tsar respetó la autonomía finlandesa, jamás tuvo súbditos más respetuosos y más leales que los hijos de esta nación. Las pruebas de esta lealtad abundan. En 1812, tres años después de la instauración de la autonomía finlandesa, mientras todas las tropas moscovitas estaban combatiendo á Napoleón, los finlandeses se encargaron de la custodia de la ciudad de San Petersburgo. Durante la guera de Crimea, toda la marina mercante finlandesa fue destruída por los ingleses, sin que consiguieran éstos quebrantar en lo más mínimo la adhesión de Finlandia á la causa moscovita. Durante la guerra turco-rusa, las tropas finlandesas no quisieron hacer uso del derecho que tenían á prestar servicio en su propio país; combatieron bravamente, por Rusia, en los Balkanes. En la historia rusa del siglo XIX se pueden citar muchos nombres ilustres de finlandeses que prestaron servicios eminentes, no al Gran Ducado, sino al Imperio de los Tsares: el almirante Avelane, entre otros. Jamás dieron los finlandeses el menor pretexto para que fuera conculcada su autonomía.
El ataque á la autonomía finlandesa se inició bajo el imperio de Alejandro III. Sin herir el cuerpo mismo de la Constitución finlandesa, este monarca comenzó á introducir ciertas reformas en materia de aduanas, de moneda y de comunicaciones, reformas que eran, más que lesiones propiamente á la autonomía de Finlandia, brechas abiertas en el cuerpo de esta Constitución y que habían de facilitar un ulterior ataque á fondo. Este ataque se realizó bajo el imperio del actual Tsar Nicolás II, triste personaje cuyo enigma tendrá mucho trabajo en descifrar la historia; es, en efecto, una paradoja viviente el Romanoff que actualmente empuña el cetro de todas las Rusias: intachable personalmente, afectuoso y bueno en el terreno privado, es á la vez un amo duro é implacable para las desgraciadas nacionalidades no rusas sometidas á su imperio: personalmente pacifista y enemigo de la efusión de la sangre humana, consintió sin embargo que estallase la cruenta guerra de la Mandchuria, por no ceder á las razonables reclamaciones del Nippon.
Le estaba también resrvado á este triste monarca el ofender cruelmente á los polacos que, sin ceder en la afirmación de su nacionalidad, mostraban sin embargo –y más con actos que con palabras- deseos de llegar á una leal reconciliación con los Poderes moscovitas; asímismo, le había de caber á Nicolás II la escasa gloria de destruir, por un simple manifiesto fechado en 15 de Febrero de 1899 la autonomía de la nación finlandesa. Este manifiesto de 1899 se parece algo á aquella famosa confirmación de nuestro Fuero "sin perjuicio de la unidad constitucional" que votaron las Cortes españolas en 25 de Octubre de 1839. Nicolás II se guardó bien de declarar anulada la Constitución finlandesa; pero la englobó en una "legislación del imperio" creada especialmente para anular aquella Constitución, y el efecto era el mismo. "Se confirman los Fueros... SIN PERJUICIO de la UNIDAD constitucional:" á sesenta años de distancia, Olozaga y Nicolas II emplearon el mismo procedimiento de hipcresía, la misma fórmula de falsía y engaño para matar á dos nacionalidades que vivían al amparo de sus legislaciones privativas.,
Las líneas generales de la "reforma," es decir de la destrucción de la autonomía finlandesa, eran las siguientes. Toda ley finlandesa relativa á la "legislación del imperio" había de hacerse en San Petersburgo por el Tsar y sus ministros, reservándose á la dieta finlandesa una función meramente "consultiva." Es decir, que en lo sucesivo y de hecho, el régimen de Finlandia, en lo que afecta á la facultad legislativa, se constituía en tres esferas concéntricas: la interior, la más restringida, era la esfera de las leyes elaborados por el concurso del Tsar-gran duque y de la dieta; envuelve á ésta, la esfera de la "legislación del imperio," que envuelve á las otras dos, y en la cual tienen un poder ilimitado el Tsar y su consejo de ministros sin haber cuenta ninguna de la dieta finlandesa.
Con fiestas y regocijos –que de ningún modo queremos calificar, por respeto al honor de nuestra raza acogieron la ley de 25 de Octubre de 1839 los vascos de aquella época –á quienes tampoco queremos dar el merecido calificativo. No así los finlandeses, los cuales protestaron del manifiesto imperial, alegando los derechos históricos de su nación. Se celebraron imponentes manifestaciones de protesta nacional y de duelo patrio: la muchedumbre de los hijos de Finlandia, apiñada en Helsingfors al pié de la estatua de Alejandro II, de venerada memoria, entona el canto nacional de Runeberg, mientras cubre de flores el pedestal de la estatua del Tsar amigo de los finlandeses. Todas las mujeres visten de luto, el luto de la patria. Millares de patinadores y de "skidunes" llevan hasta las últimas cabañas del país, allá en los confiens de la Laponia, los pliegos de protesta, que se cubren con más de medio millón de firmas...
Todo en vano: el monarca no se deja ablandar; antes bien, surge impulsada por el jingoísmo moscovita, una legión de publicistas, jurisconsultos, profesores de Universidad, periodistas, historiógrafos, etcétera, que se encargan de demostrar como dos y dos son cuatro, que Finlandia no tiene la menor sombra de derecho histórico, étnico ni de ningún otro género, á linaje alguno de su autonomía, y que, por consiguiente, lo que se impone es la rusificación inmediata y á ultranza de esa "rebelde" provincia... Y entonces fue cuando desapareció, acaso para siempre, el lealismo de los finlandeses para con la nación moscovita. Y comienzan á producirse, con los actos de opresión moscovita, las violencias y los atentados.
En 1905 se produjo un intenso movimiento revolucionario en todo el Imperio, y los altos Poderes de San Petersburgo debieron de sentir el miedo; el caso es que se relajó algo el férreo lazo que los rusos habían arrojado sobre todo el país finlandés, y esta nación pudo tener algún respiro. Además, las dos primeras Dumas, donde abundaban los elementos hostiles al absolutismo, mostraron cierta simpatía á los finlandeses; pero en la tercera Duma, pasada ya la racha revolucionaria, los jingoístas rusos se mostraron francamente enemigos de la causa finlandesa, invitando al Gobierno que presidía Stolypine á rectificar, en sentido represivo, la política de Finlandia. El jefe del Gobierno aceptó gustoso la invitación, y en efecto, el 2 de Junio se dictó ya un decreto imperial estableciendo que en lo sucesivo las autoridades finlandesas, cualesquiera que fuesen, no podrían comunicarse con el Tsar-gran duque sino por mediación del Consejo de Ministros moscovita. En definitiva, la acción de Nicolás II y de los jingoístas rusos tiende á convertir á Finlandia en mera provincia rusa, con algunas libertades locales del último orden, y aún éstas meramente toleradas por el buen placer de su majestad –el régimen que tenemos los vascos desde 1839- en suma.
Este proyecto de asesinato de la Constitución nacional finlandesa fue discutido en la Duma el mes de Junio de 1910: pereció Finlandia por 164 votos contra 23, habiéndose abstenido de votar 120 diputados que salieron del salón. Pereció Finlandia, pero no sin haber sido ardientemente defendidos sus derechos por varios grupos de diputados del centro y de la izquierda.
A nosotros los vascos, ningún partido nos ha defendido, ni de la derecha, ni del centro, ni de la izquierda; nadie absolutamente, porque si alguien lo quiso, no supo hacerlo, ó no tuvo el valor necesario para plantear nuestra cuestión en el terreno único en que ella es defendible contra todo y contra todos.
Y en resumen de cuentas, es un bien positivo que no debamos nada, absolutamente nada, á ninguno de los partidos que hasta ahora han enviado representaciones al Congreso de Madrid.
CAPÍTULO II
Las tribus albanesas.
En esa Península balkánica, que es el más abigarrado mosáico de razas, nacionalidades y religiones de toda Europa, existe, á pocs horas de navegación del puerto italiano de Brindisi, un país no mucho más conocido que el Thibet, Alaska ó la Tierra de Fuego. La pobreza del suelo, la falta de vías de comunicación, la brava rudeza de los habitantes, el continuo estado de guerra en que se hallan, lo rudimental de su organización social y política, son cosas poco atrayentes para el indecente turismo, para esa pestífera moda angloamericana que padecen tantos otros países. En cambio, esas mismas circunstancias llaman hacia el pueblo albanés –pues de él se trata- la atención de los aficionados á observar las etapas de la evolución de los pueblos, de la resurgencia de las nacionalidades.
Albania es la región más occidental de la Península balkánica, en contacto con los mares Adriático y Jónico, y confinando con Montenegro y Serbia por el Norte, con Macdonia por el Este, y con Grecia por el Sur. Tiene una extensión superficial de 28.700 kilómetros cuadrados (algo menos que Bélgica), y las estadísticas oficiales – la del Bureau de longitudes, por ejemplo- le asignan una población de 821.000 habitantes. El albanés, en contacto con el eslavo, con el magyar, el latino y el turco, no pertenece á ninguna de estas razas que, respecto de la suya, son modernas. El albanés es el representante actual de los antiguos pelasgos, de aquellos férreos hombres de armas con las cuales su compatriota Alejandro, rey de Macedonia, conquistó Grecia y Asia. Su actual existencia social y política es casi la misma que en aquellas remotas edades: divididos en tribus y "clanes", viven del pastoreo, del cultivo de escasos campos de cereales y, principalmente, de la depredación de los aldeanos búlgaros y de los mercaderes griegos que caen en sus manos. No existe entre ellos unidad política ninguna: todos hablan la misma lengua, pero la costumbre de vivir aislados en estrechos valles, sin mutuo trato entre las diversas tribus, ha fraccionado su idioma en multitud de dialectos locales. Las tribus meridionales de las riberas del río Ussa, han recibido la influencia lingüística de los helenos, al paso que los montañeses del Norte tienen un dialecto contagiado de eslavismo.
Otra causa de división es la diferencia de religiones: ciertos clanes son "ortodoxos", es decir, cismáticos de Bizancio, pero cuando la invasión turca, muchos de los albaneses se hicieron musulmanes, aunque de un islamismo bastante tibio; y recientemente, los misioneros jesuítas procedentes de Roma y de Viena, han ganado para el catolicismo á varias de las principales tribus, entre ellas la de los Malissores. En resumen, ni unidad política, ni unidad religiosa.
Con todo, poseen un cierto sentimiento de comunidad de origen, de solidaridad racial, sentimiento confuso sin duda, pero muy eficaz. Han sabido dar muy gallardas muestras de él. Así, por ejemplo, cuando en 1878 acordaron las potencias conceder á Montenegro dos de los distritos septentrionales de Albania (los distritos de Gussina y Plava), los clanes albaneses se reunieron, la emprendieron á tiro limpio con los representantes de la culta Europa, y obligaron á las Potencias á anular su acuerdo.
"Oficialmente", Albania ha pertenecido á Turquía hasta 1912; pero en realidad, el albanés jamás ha sido conquistado por el turco. Los jefes de clan han solido tratar con las autoridades turcas –los escasos walíes y mutessarifes que el Gobierno de Constantinopla se aventuraba á enviar á ciertas localidades albanesas- de igual á igual, mirando á los funcionarios turcos como si fuesen cónsules de alguna potencia extranjera. Los albaneses jamás se han considerado como sometidos á nadie, y la autoridad del sultán sobre ellos ha sido puramente nominal. Jamás el sultán, Abd-ul-Hamid se atrevió á someterlos al servicio militar, pero recibía de muy buena gana á todos los albaneses que se prestaban como voluntarios á servir en la guardia imperial, formando con ellos un verdadero cuerpo de pretorianos, como lso "varanghianos" de los antiguos emperadores de Bizancio. Estos guardias albaneses fueron muy fieles, pero, manteniéndose en constante relación con sus clases, sabían defender, apelando hasta á motines militares, las libertades de sus tribus originarias. De consiguiente, el autoritario Abd-ul-Hamid jamás se atrevió á tocar á las libertades de las tribus albanesas.
* * *
Pensarán muchos que en un pueblo de estas circunstancias, libre en sus montañas, colmado de favores en la corte, no sometido al servicio militar, no pagando más impuestos que los buenamente aceptados; que en un pueblo de estas condiciones no podía surgir un movimiento nacionalista como el que concibe nuestra mentalidad occidental. Realmente, si el nacionalismo no tuviera otro objeto que el de obtener la primitiva y rudimental libertad del pastor en sus montañas, el gratuito favor de la corte y la exención del servicio militar y del pago de los tributos, el nacionalismo albanés no hubiera surgido nunca, porque no tenía para qué surgir. Pero el nacionalismo es muy otra cosa que todo eso: como lo hemos dicho ya en otras ocasiones, el nacionalismo no es una cuestión de tarifas, ni de aduanas, ni de privilegios, ni de exenciones.El nacionalismo aspira á que cada grupo nacional, cada nación, viva su propia vida y desarrolle sus modalidades peculiares, para que el progreso de la humanidad resulte del progreso armónico de todos sus grupos nacionales. Tan natural es esta tendencia, con tal espontaneidad se impone á la razón humana, aún poco cultivada, que hasta en pueblo tan inculto como el albanés ha podido surgir un movimiento nacionalista exactamente del mismo carácter que los que se advierten en las razas occidentales más adelantadas.
Este movimiento albanés se inició hacia 1870: algunos jóvenes albaneses estudiantes y oficiales del ejército otomano, influídos por las aspiraciones nacionalistas de los rumanos, serbios, búlgaros y helenos, fundaron en Constantinopla una Sociedad editorial y un periódico en lengua albanesa para propagar el ideal nacionalista. Este movimiento, al principio tolerado por el sultán Abd-ul-Hamid, y hasta apoyado cuando en 1878, el patriota Frakheri agrupó todos los clanes del Norte en una "Liga albanesa" y obligó á las potencias europeas á anular los acuerdos del Congreso de Berlín, no tardó, sin embargo, en parecer sospechoso al receloso sultán, y los nacionalistas albaneses se vieron obligados á transportar á Bucarest, capital de Rumanía, el centro de su propaganda literaria.
La cual, por otra parte, no pareció al principio influir mucho sobre las tribus: bien es verdad que la inmensa mayoría de los montañeses no saben leer. La lengua albanesa es tan poco literaria, que aún se debate la cuestión del alfabeto que deba adoptar: mientras los católicos y los partidarios de la mentalidad occidental optan por el alfabeto latino, los musulmanes prefieren el abecedario árabe, para que sus hijos puedan seguir leyendo el Qorán. Y es probable que los "ortodoxos" sean partidarios de los caracteres llamados "cirílicos" de la grafía griega.
En resumen, hasta el año de 1908, este movimiento nacionalista albanés no penetró muy adentro del país. Pero en el citado año, la revolución realizada en el imperio por el famoso Comité "Unión y Progreso" cambió radicalmente la faz de las cosas. Al principio, el régimen constitucional fue aceptado sin dificultad por los albaneses, pensando acaso que el nuevo estado de cosas sería menos hostil á la propaganda nacionalista, y esperando probablemente que el imperio acabaría por constituirse en una federación de nacionalidades autónomas. Pero el Comité "Unión y Progreso" no entendía las cosas de esa manera: al contrario, en su programa se contenía el más radical unitarismo: nada del reconocimiento de nacionalidades diversas dentro del imperio; una sola categoría de ciudadanos otomanos, un solo código, un solo parlamento, una sola lengua oficial, un solo servicio militar, una misma ley de tributos. Contra estas tendencias se pronunció bien pronto la opinión de los albaneses, á cuya cabeza se puso el diputado Isamil-Kemal-bey, el mismo que recientemente ha sido el jefe del Gobierno provisional de Albania. El 13 de Abril de 1909, Ismail-Kemal y la guardia albanesa disolvieron el Parlamento, destruyeron el nuevo régimen y restauraron el antiguo poder absoluto del sultán Abd-ul-Hamid.
Pero el desquite de los vencidos fue rapidísimo: el general Xefket-pachá, á la cabeza de 30.000 hombres, entró en Constantinopla, destituyó al sultán, licenció la guardia albanesa y obligó á Ismail-Kemal á buscar refugio en el destierro. Como, á la noticia de estos sucesos los clanes albaneses comenzaban á agitarse, se lanzó contra ellos un cuerpo de ejército, mandado por Djavid-pachá, el cual operó con poco éxito desde Mayo á Septiembre del mismo año 1909.
Durante el invierno de 1910, los albaneses hicieron un esfuezo de unión. Reunidos en asamblea todos los clanes, diputados del grupo parlamentario y los emigrados, redactaron un programa de reivindicación nacionalista que se elevó al Gobierno de Constantinopla, y cuyos principales puntos eran los siguientes:
Lengua albanesa oficial.
Lengua turca facultativa en las escuelas.
Servicio militar en regimientos exclusivamente albaneses, y acuartelados exclusivamente en Albania.
Conservación de la antigua forma de tribuación, condonándose los atrasos.
Amnistía general.
El Gobierno de Constantinopla contestó enviando á Uskub una división de 10.000 hombres y cuatro baterías de artillería, con el "ultimatum" siguiente:
Estado de sitio.
Empadronamiento general.
Tributación con arreglo á la ley general.
Reclutamiento militar con arreglo á la ley general.
Catastro.
Destrucción de todas las torres fuertes.
Para establecer el orden entre los albaneses, el general Dorghut-pachá, que mandaba las fuerzas expedicionarias, se dedicó á desarmar á las clases, operación que dio por inmediato resultado la insurrección de toda la Albania.
Los últimos episodios de esta lucha y la inesperada complicación que resultó de la intervención un tanto ostentosa y teatral de los confederados balkánicos, son cosas demasiado recientes para que sea preciso hacerlas recordar. Baste saber que actualmente la independencia de la nación albanesa es cosa reconocida por todas las potencias, y que un grupo de patriotas dirigidos por Ismail-Kemal, se ocupa en estos momentos de organizar el país para ponerlo en condiciones de ejercitar dignamente sus nuevos derechos y su bien ganada independencia.
CAPÍTULO III
Nippon
El lector benévolo que haya tenido la paciencia de seguirme en estas rápidas correrías á través de PAÍSES Y RAZAS, habrá podido observar que cada país trae su enseñanza particular y ofrece algún especial ejemplo: cada nación, en efecto, tiene sus virtudes propias, de las que en ocasiones, se dan heróicas pruebas. Y así, es necesario que cada nación brille con su luz propia del modo más completo posible. Esto es lo que se llama "Nacionalismo."
En el caso del Japón, quisiera tener la suerte de saber presentar el ejemplo de la indecible exaltación patriótica de aquel pueblo insular, que en su memorable lucha con el Imperio moscovita se constituyó en el campeón de todos los pueblos asiáticos frente á la voracidad imperialista de los blancos.
Impónese, sin embargo, una prudente reserva. El Japón no es un pueblo cristiano; por consiguiente, su patriotismo, que no está encauzado y dirigido pro la Revelación al verdadero fin, es más susceptible de extravío y de aberraciones que el de los pueblos cristianos. No siempre los hechos nacionales del Japón se ajustan á los dictados de la moral, y no se dan, por tanto, aquí como ejemplares. Lo ejemplar es la exaltación patriótica del nippon: si los vascos tuviéramos una fracción alícuota de ella, bien dirigida y encauzada por la doctrina cristiana, cambiaría radicalmente la faz de las cosas en nuestra nación. * * *
Los rusos ocupaban la Mandchuria indebidamente. Los japoneses entendieron, con razón, que esta vecindad del coloso moscovita, cuyo afán de expansión territorial es bien conocido, era una amenaza para la independencia del país del Sol levante, y estalló la guerra. El Japón la preveía ya desde 1900, año en el cual habían ocupado los rusos la Mandchuria, cuya evacuación prometían siempre y no cumplían nunca. Bien decidido á lanzar de la Mandchuria á los moscovitas, el Japón preparó el plan de campaña con tal unidad de pensamiento y tal análisis de todas las contingencias posibles, que el éxito no podía fallar humanamente. Toda la labor preparatoria del Nippon se resume en estas palabras: "No fiar al azar lo que pueda ser preparado." Es decir: "Preverlo todo y proveer á todo." El moscovita, fanfarrón é imprevisor, estaba descuidadísimo: despreciaba profundamente al japonés, creyendo que jamás este insular malayo se atrevería á medir sus armas con las de ningún europeo. Pero mientras los altos oficiales del Ejército ruso se entregaban á fastuosas fiestas, sin tener la menor aprensión de la tempestad que se les venía encima, nuebes de espías japoneses invadían Port-Arthur, Vladivostock, Kharbin, Mukden y demás lugares importantes, y las oficinas del Estado Mayor de Tokyo recibían diariamente planos, fotografías, diseños y estadísticas.
En el mes de Julio de 1903, el Gobierno japonés intervino en el diálogo diplomático entablado entre China y Rusia, relativamente á la evacuación de la Mandchuria: las reclamaciones de Tokyo eran cada vez más urgentes, las espuestas de San Petersburgo cada vez más evasivas ó más desdeñosas, hasta que sobrevino la ruptura diplomática entre el conde Lamsdorf y el embajador japonés Kurino, en San Petersburgo, el día 5 de Febrero de 1904. Entonces entraron en escena las escuadras y los ejércitos.
Apenas la "Gaceta Oficial" hubo publicado la noticia de la ruptura diplomática, la escuadra japonesa, compuesta de ocho acorazados, ocho cruceros acorazados, quince cruceros protegidos, quince destroyers, setenta y ocho torpederos, cuatro avisos, un crucero porta-torpedos, doce cañoneras y cinco guardacostas, zarpó de Sasebo la noche del 5 al 6 de Febrero, á media noche. La mandaba el célebre almirante Togo.
No podemos entrar aquí á referir las peripecias de aquella campaña que todavía está muy presente á la memoria de todos, ni es ese nuestro objeto. Bástenos recordar que cada mes del año 1904 está señalado por alguna terrible derrota de las armas rusas: Port-Arthur, en Febrero y Marzo; el río Yalú, en Abril; Nanxan, en Mayo, Tehlistzé, en Junio; Kaiping y Taxikiao, en Julio: Haixeng, Anxantien y Txaotxampao, en Agosto; Liao-Yang, en Septiembre; Xaho, en Octubre; y Port-Arthur, en Noviembre y Diciembre –alfa y omega de esta serie.
* * *
Ya se ocupó alguien, hace aun poco tiempo de "El tifón". Se trata de un drama estrenado en Berlín hace muy pocos años; su autor se llama Melcho Lengyel, húngaro, de nación. La acción se desarrolla en torno de un numeroso grupo de japoneses, que forman una especie de misión secreta en la capital de Alemania. Se trata, pues, de una colonia de espías, en el más amplio sentido de la palabra. Todos estos nipones, jóvenes en su mayoría, bajo la dirección de un jefe llamado Tokeramo, asisten á las Universidades alemanas, visitan los laboratorios y talleres, se mezclan con todas las capas sociales, con el objeto de sorprender los secretos de la civilización occidental, y asimilárselos en provecho de su país.
El drama, en sí, tiene poco interés para nosotros: lo más saliente de él es una escena del primer acto, en la cual está bien trazada la exaltación patriótica de los hijos del Sol naciente.
En dicha escena, todos los japoneses, reunidos en casa de su jefe Tokeramo, reciben la visita de dos alemanes; el profesor universitario Bruck, viejo pedante, lleno de suficiencia y egoísmo, y el periodista berlinés Lindner, hombre suspicaz y retorcido, no menos egoísta y utilitario que el precitado profesor. Ante la reunión de los sagaces amrillos, estos dos europeos muestran impúdicamente sus almas plagadas de vanidad, de sen sualismo, de todas las úlceras que en tantos espíritus produce nuestra decadente civilización postcristiana. Al fin se marchan, quedando solos los japoneses. Y sigue así la escena:
TOKERAMO: ¡Cidado que son imbéciles?
VARIOS JAPONESES. Son idiotas, grotescos.
JAMOSY (imitando a Bruck): ¿Ha leído usted mi libro? ¿De veras lo ha leído?
(Carcajadas generales).
JOSIKAWA: ¡Qué imbéciles!
KOBAYAKI: El viejo chorlito lleva treinta años trabajando en su libro...
OMAYI: Cuya sustancia le robaremos en quince días.
TOKERAMO (los demás le escuchan atentamente): Amigos, recordad bien esto: el secreto de nuestros estupendos progresos está en la investigación de la ciencia. Generaciones enteras se han estenuado por esta famosa civilización europea: ha habido mártires que por ella han derramado su sangre, por extenderla, por profundizarla y realzarla hasta el punto en que la vemos hoy. A nosotros nos han bastando quince años para hacerla totalmente nuestra.
JOSIKAWA: Ese es el buen método. ¡Dejadles que busquen, dejadles que lo profundicen todo; y cuando han conseguido arrancar á la naturaleza alguno de sus secretos, nos lo apropiamos en seguida!
TOKERAMO: Habéis visto á ese Lindner, que va y viene se agita y se mueve como un moscardón apresado en una telaraña? Anda sin saber lo que quiere ni lo que busca, sin saber para qué vive. No vive seguramente para su patria, puesto que se ríe de ella. ¿Para la literatura? Es su oficio, y, por consiguiente, lo desprecia. Y todos ellos, poco más ó menos, son lo mismo. Van y vienen sobre la teirra á ciegas, desmantelados, sin rumbo fijo. Corrompidos hasta la médula, se desplomarán bajo el peso de una energía joven, de una fuerza viva que caiga sobre ellos.
JOSIKAWA: Nosotros seremos esa fuerza.
KOBAYAKI: Somos más valientes y más puros.
HIRONARI: El Nippon debe estar á la cabeza del mundo.
TOKERAMO (solemnemente): Los cincuenta millones de japoneses deben reinar sobre el mundo.
TODOS. ¡Nippon, Nippon! (Silencio solemne).
YOTOMO (joven japonés idiota, que ha estado silencioso hasta aquel momento, se echa á reir á carcajadas). Heu... heu...
VARIAS VOCES: Yotomo, silencio... Cállate, Yotomo...
TOKERAMO: ¿De qué te ríes, Yotomo?
YOTOMO (asustado): De nada. Reir por reir...
JOSIKAWA: No debes contar lo que se dice aquí, Yotomo, á nadie, en ninguna parte. ¿Entiendes?
YOTOMO: ¡Sí!
JOSIKAWA: Acaso fuese preferible que ese desgraciado no estuviera con nosotros.
TOKERAMO: Al contrario. Es conveniente que esté. Es un precioso y vivo testimonio de que hay japoneses inofensivos. (Llama). Un instante... (Entra el criado) El thé. Y después te puedes retirar, que no te necesitaremos.
EL CRIADO: Está bien, señor.
(Sale y vuelve en seguida, trayendo el thé.)
TOKERAMO: Bien. (Espera á que haya salido el criado). Ya estamos entre nosotros. Aprovecharemos el momento para ir al Japón. A la una, á las dos... ¿Cada cual sabe dónde están las cosas?
(Los japoneses entienden esteras por el suelo).
OMAYI: En marcha para el Japón.
VARIOS (riendo): ¡En marcha!
TOKERAMO: Ahí está el monte Fushiyama, con su altiva cumbre. (Abre un biombo que representa un paisaje japonés.
(Todos los japoneses abren biombos, desdoblan alfombras y extienden esteras: la escena toma aspecto japonés).
TOKERAMO: Los trajes. (Todos se revisten de "kimonos").
KOBAYAKI: El thé.
HIRONARI (conmovido): Es maravilloso: me parece estar en la patria.
TOKERAMO (sonriente, sirviendo el thé): De cuando en cuando, nos ofrecemos el regalo de esta pequeña escapatoria improvisada, los días de fiesta, cuando nos reunimos para hablar de las cosas que nos son caras...
JOSIKAWA: Del Nipon.
KOBAYAKI: De su porvenir.
JOSIKAWA: De su pasado, que también es bello. En la fiesta del nobori-no-sekku, es costubre entre los niños referirse viejas leyendas japonesas. Conoces algunas de ellas, Hironari?
HIRONARI: Cierto que sí.
KOBAYAKI. Entonces, cuéntanos alguna hermosa y viejísima historia, una historia del tiempo antiguo, la del emperador Anntonokou, á quien su mujer, la valiente Niidono, arrastró á las aguas para sustraerle de la vergüenza de una derrota.
HIRONARI: Ahora, en las fiestas, los niños cuentan otras leyendas.
VARIAS VOCES: Cuenta, cuenta.
HIRONARI (con sencillez): Cuando comenzó la guerra, llamaron á un joven que se había casado hacía muy pocos días. Estaba muy enamorado de su mujer, Sin embargo, se despidieron sin debilidad, y con la sonrisa en los labios. Pero el deseo de volver á ver á su mujer le torturaba de tal manera, que olvidó á su patria y sus deberes. La noche del día siguiente corrió á su casa y encontró á su mujer dulcemente dormida. Entonces, incliándose sobre ella, la besó largamente y la mató. Se incorporó enseguida á su regimiento, se distinguió entre sus compañeros y cayó en Mandchuria.
JOSIKAWA: ¿Quién era ese hombre?
HIRONARI: Mi hermano.
(Todos fuman en silencio).
KOBAYAKI: ¿Sabes algún otro episodio?
HIRONARI: Sí. Un novicio del templo de Hokkedo se había mirado al espejo. Se encontró feo, y pensando que ninguna mujer podría amarle á causa de su fealdad, no se reunía con los hombres. Vivió en la soledad y la pena. Y cuando comenzó la guerra, obtuvo el permiso de marchar y su corazón se alimentaba con la esperanza de morir. Pero en Mukden, una bala le atravesó los pómulos. Cuando después de largos dolores valientemente sufridos por el Japón volvió á Yeddo, todas las mujeres le rodeaban solicitando de él el honor de una mirada. Y todas decían. "Es hermoso, es hermoso el que tiene la cara destrozada por el Japón". Y una alegría inundó su corazón.
(YOTOMO: una gran alegría... heu... heu...
VARIAS VOCES: Cállate, Yotomo.
JOSIKAWA: Yotomo, no debes hablar. Entiendes?
YOTOMO: Bueno.
JOSIKAWA: Este simple nos quita toda la ilusión.
TOKERAMO: Qué importa! La ilusión se va, pero los hechos quedan. Nadie puede ya destruirlos. (Un silencio). Nippon, Nippon!
Me parece á veces que su potencia ha llegado hasta aquí, y que en una tierra extranjera, en una ciudad extranjera, somos nosotros sus primeros soldados. Allá donde llegue un japonés, mira en torno de sí, como yo, y comienza ya la conquista... Cuándo terminará plenamente? Qué importa! Nosotros habremos sido los primeros... Nippon! Me parece que, por instantes, aspiro el amargo perfume de las matzuras y de los crisantemos... Tokyo!... También allí comienza ahora á bajar el día, y todas las lámparas se enciende á la vez. Hace ya dos años que lo he visto por vez última. Los hombres cantaban por las calles.
Omayi entona á media voz una canción japonesa. Los demás hacen coro, cantando á media voz)
FIN
(1) Acerca de lo impropio de esta denominación de "serbio-cróatas", véase el cap. IV, &I, de la presente obra.
(2) Acerca de Francisco Racki y del obispo Strossmayer, véase el capítulo V de esta obra.
(3) Iugo-eslavo quiere decir "eslavo del Sur".
(4) El presente artículo se escribió durante el período álgido de la primera guerra balkánica.
(5) Véase acerca de las "pesmas" serbias el capítulo IV de esta primera parte.
(6) El presente artículo se escribió el día 30 de Julio de 1914: pocos días después se desencadenó la furiosa tormenta que sacude á toda Europa.
(7) El poeta Kollar, eslóvaco de nacimiento y txeque de adopción, recorrió impulsado por su ardiente patriotismo todos los países eslavos situados en ambas vertientes de los montes Karpathos. Depositó los recuerdos de esta peregrinación patriótica en un libro extraordinario, titulado Slavitsera (La hija de la gloria y también La hija eslava), escrito todo él en sonetos: de setecientos á ochocientos. En estas composiciones poéticas canta Kollar la gloria de los héroes eslavos, la poesía de todos los lugares históricos de las naciones eslavas. En uno de sus sonetos dice así Kollar: "Ayuno y derramo lágrimas en los aniversarios nefastos de la historia eslava: me recluyo y guardo abstinencia el día de la batalla de Kossovo, de la batalla que destruyó la independencia serbia; el día de la batalla de Weissemberg (La Montaña blanca), en la cual fue asesinada la vieja Bohemia; el día en que Kotziuszko cayó en el campo de Matsielowitse." Y esto no era una ficción poética, porque Kollar realmente hablaba con lágrimas en los ojos, de los desastres nacionales de los txeques, de los polacos y de los serbios. (Add. Mickiewicz).
(8) Téngase en cuenta que estas líneas fueron escritas meses anes del crimen de Sarajevo (28 de Junio 1914) en el cual perecieron el archiduque y su esposa la duquesa de Hohenberg (condesa Sofía Chotek), á manos del estudiante bosniaco Prinzip.
(9) Conocemos una trista nación, cuyo clero (salvas egregias excepciones), parte por ignorancia, parte por otra cosa, se convierte en el más eficaz agente de desnacionalización. ¡La mano de Dios pesa duramente sobre ese triste pueblo!
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Depòsito de esta obra: Pedro de Torróntegui, San Francisco, 46, 4.º izq.- Bilbao
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Otras obras del mismo autro:
Apuntes para una teoría de las figuras circulaers.- (Madrid, 1904), laurleko bi, dos pesetas.
Raza, lengua y nación vascas.-(Biblao, 1911), laurleko erdi, media peseta.
Morfología de la conjugación vasca sintética.-Tomo I (Bilbao, 1913), iru laurleko, tres pesetas.