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Atzo Atzokoa

Autores:   Campión Jaime Bon, Arturo
Titulos:   Conferencia acerca del programa nacionalista, el separatismo y el antinacionalismo dada en Gernika el 23 de Mayo de 1920
Materias:  Nacionalismo - Euskadi
Editores:  Editorial Vasca, Bilbao, 1920?
 
Localizacion              Sign.Topografica         Situacion        Devolucion
FONDO DE RESERVA          C-94 F-4                 No prestable

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CONFERENCIA

ACERCA DEL PROGRAMA NACIONALISTA

EL SEPARATISMO Y EL ANTINACIONALISMO

DADA EN GERNIKA

EL 23 DE MAYO DE 1920

POR

D. Arturo Campión

Editorial Vasca

Bilbao
 
 
 
 

CONFERENCIA

Acerca del Programa Nacionalsta

el Separatismo y el Antinacionalismo

DADA EN GERNIKA

EL 23 DE MAYO DE 1920

POR

D. ARTURO CAMPIÓN
 
 
 
 

Queridos compatriotas. Decía Victor Hugo: "El que estuvo en el país basko quiere volver." ¿Qué hubiese dicho de haber venido a Gernika, tierra de insignes tradiciones históricas; tierra genuinamente baska; hospitalaria, liberal y amable al forastero; tierra pintada por los más suaves pinceles de la naturaleza, entre marina y montañosa? Hubiese dicho lo que yo: "quiero volver a Gernika", y he vuelto, después de doce años, a estrechar las manos de sus hombres leales, y a contemplar el rostro de sus mujeres hermosas.

Doce años es brevísimo espacio en la vida de los pueblos, y suelen marcar leves variaciones de ellos; pero los transcurridos desde mi venida fueron fecundos cual pocos. Ellos comprenden la conquista de la opinión bizkaina por las ideas nacionalistas, y su rauda inundación en Alaba, Gipuzkoa y Nabarra, donde baten los muros cuarteados de las antiguas fortalezas españolistas, y amenazan sumergirlas pronto. Los artífices del movimiento regenerador y emancipador de la Patria baska, merecen ceñirse de laureles. Difícil, tenaz y aspérrima fué la lucha. El espíritu indomable de Sabino inflamaba a sus apóstoles y arrollaron al enemigo. Entre esos artífices contamos al Batzoki de Gernika, cuya fundación vine a celebrar antaño y cuya labor enaltezco ahora, heraldo de sus méritos. Méritos que perdurarán, sin duda, mientras no se agote el período de la persecución recientemente abierta, la cual, miradas las cosas desde arriba, llanamente se explica, pues nunca llegaron los pueblos a la tierra de promisión, sin padecer antes las penalidades del desierto.

El resultado próspero de la propaganda nacionalista y la persecución del nacionalismo son casos correlativos. Lo adviritió el historiador romano: se persigue a lo que se odia: Oderint dum metuant. Os voy a hablar del por qué vencemos y del por qué nos persiguen. Delante de vuestros ojos se pondrán, así, de manifiesto, las partes más nobles y las más ruines del hombre.

Vencemos, porque las ideas nacionalistas se fundan en la razón, la verdad y la justicia; porque se llevan en sí disueltas, en armoniosa y difícil proporción, la cantidad de lo ideal que necesitan para ser grandes, y la de lo real que piden para que en ellas prenda la vida. El pueblo basko, expansión étnica de una raza particular, llegó tarde, pero ha llegado al fin, al sentimiento de su unidad nacional, rota y disgregada durante varios siglos en nacionalidades diferentes, ora existiendo de por sí, ora unidas entre ellas, ora confederadas a otras extranjeras de sangre e idioma. Los "Amigos del País", en el siglo XVIII, vislumbrada parte de la unidad, la proclamaron debajo de la fórmula Irurak-bat. El el partido euskaro de Nabarra, en el XIX, preparó el camino de la confederación baska, estirando la fórmula hasta el Zazpiyak-bat, y los modernos nacionalistas, instruídos por Arana y Gorii, desentendiéndose de la historia y partiendo de la noción de la raza, redondean el pensamiento unitarista, exclamando a su vez: Euskaldun-danok-bat.

Este proceso evolutivo es perfectamente lógico. Desde el instante que la conciencia de la unidad baska florece en el corazón de cada uno de los baskos, se produce el sentimiento de amor a la raza y se torna invulnerable, puesto que los sentimientos no se razonan, se sienten, y los argumentos con que se les combate, lejos de apagarlos, los avivan. Poco importa que al nabarro que se sienta basko le muestren los cañones del escudo de Gipuzkoa y le digan: esos cañones, traídos de Francia para la reconquista de tu independencia, te los tomaron los gipuzkoanos. Sí: -replicará-, pero se equiparan al reloj de Pamplona, que apunta y no da. Se los podéis regalar a la Liga monárquica de Bizkaya.

La fuerza que a las reivindicaciones nacionalistas comunica la idea de raza es tan patente, de suyo, que los enemigos nuestros, a toda cosa procuran destruirla, sobre todo en lo que mira a la consanguinidad de baskos y nabarros, la más odiosa y temible para ellos, de las verdades nacionalistas y se afanan por divorciarnos étnicamente, como ya lo estuvimos, aunque no siempre, históricamente. A toda costa, digo, sin omitir la del ridículo que cae sobre la ciencia piñosa, cuando afirma, p. ej: que los nabarros son baskones y los bizkainos, cántabros. Esta novedad estupenda, zurzida de vejeces, es uno de los consabidos cañones del escudo gipuzkoano.

Los argumentos contradictores de la unidad y la especialidad baska, ya los temple la ciencia de sabios verdaderos, ya la ignorancia de pretenciosos politicones, quedan refutados por medio de una observación sencilla. Héla aquí, escuetamente expresada: en Francia hay baskos qu eno son españoles; en España, baskos que no son franceses. Luego lo característico y esencial de ellos, no estriba en la nota variable del hispanismo y del francesismo, sino en la constante del baskismo. El basko español no es francés, pero es basko; el basko francés, no es español, pero es basko. Luego el basko no es español, ni francés: es basko. Aquí tenéis, queridos compatritoas, la íntima esencia del nacionalismo. Al basko le hicieron español y francés las constituciones políticas que escriben los hombres; pero le hizo basko la constitución escrita por Dios en el libro de la naturaleza.

Ahora yo pregunto: ¿qué principio de justicia y derecho natural quebranta el enunciado de esta verdad evidente? qué principio de justicia y de derecho conculcan los baskos cuando procuran conservar las notas características de su personalidad étnica, defendiéndola con el escudo de las instituciones nacionales de ella derivadas? Por qué han de sentirse agraviados los españoles y los franceses, ni maravillarse de que, aun consistiendo en vivir unidos a pueblos extraños, se resistan los baskos a vivir sometidos? Si los antinacionalistas de dentro y fuera de casa levantasen el corazón y ensanchasen el cerebro y pusieran los ojos en las formas que la ciencia política conoce y con esas formas nos brindasen, las cuestiones propuestas por el nacionalismo basko saldrían de la esfera de la fuerza donde obstinadamente las recluyen ellos y entrarían en la serena esfera del derecho, restablecedor de la perturbada armonía. Mientras se niegue o menosprecie la plena personalidad baska, tal y como la hemos disfrutado inmemorialmente, ni queremos, ni podemos, ni debemos cesar un momento de libar las cadenas que "por furto e maña", y por traición y felonía nos han remachado en las manos los injustos gobiernos de España.

No me olvido al expresarme de esta manera, que los anti-nacionalistas suelen argüirnos ponderando la prosperidad del país, las ventajas de cierto orden que le favorecen, y hasta el caso de algunos cuantos señores, hijos de nuestra tierra, que por méritos contraídos sirviendo a banderías polítcias, enemigas todas de nuestros derechos, llegan a ministros, subsecretarios y gobernadores civiles, y a fumarse las brevas de Consejos de administración opulentos. Nosotros, dejados aparte los provechos particulares de los baskos, nos quejamos porque nos arrebataron la soberanía de nuestras Cortes y Juntas. Nadie podrá negar, discurriendo con la sana razón, que no sea ese motivo justo de queja, al hablar de comunidades políticas. Y así se quejaron, se quejan, y se quejarán, cuantos pueblos antiguos y modernos se han visto desposeídos de su independencia legislativa. No hemos de inventar los baskos otro lenguaje por dar gusto a los renegados.

Recogeré mis miradas a los territorios baskos peninsulares en obsequio a la brevedad apetecible. Pero la situación elgal fué la misma en ambas vertientes del Pirineo. Alaba, Bizkaya, Gipuzkoa y Nabarra entraron a ser parte de la monarquía castellana en diversas épocas y por diversos títulos. Gipuzkoa, entre las naciones baskas, fué la que madrugó más para recorrer esa vía que pudo ser de bienandanza y es hoy de desventura; Nabarra, la más tardía, poruqe era la que siempre vivió más apartada de la común vida de España, de quien no recibió ni la luz religiosa, ni los elementos de su cultura política, jurídica, artística y social. Nabarar apenas conoció a los españoles fuera de los campos de batalla, donde peleó reciamente contra asturianos, leoneses, castellanos y aragoneses, y si alguna vez se unió militarmente con ellos, como en Las Navas y Algeciras, no fué por amor a Castilla y a uss reyes, insaciables usurpadores y depredadores del patrimonio baskónico, sino por amor santo a la cruz.

Gipuzkoa y Alaba se unieron a la corona castellana por voluntarias entregas paccionadas. Bizkaya por el título de herencia señorial. Nabarra por la fuerza, la falsedad y la traición. Mas ni aún entonces perdió su personalidad nacional absoluta, pues el usurpador Fernando que falsificó Bulas, de acuerdo con la gran Isabel, para casarse con ella, y por cuenta propia para ceñirse la corona de Nabarra, ratificó en Burgos el 12 de Junio de 1513, delante de los Embajadores del Reino pirenaico, el juramento que el Alcaide de los Donceles, Virrey de Nabarra, había prestado en las Cortes de Pamplona el 23 de Marzo, de cumplir y respetar la Constitución íntegra del Reino. De esta suerte, "la incorporación del Reino de Nabarra a la corona de Castilla, fué por vía de unión egüe-principal, reteniendo cada uno su naturaleza antigua, así en elyes, como en territorio y gobierno", según textualmente lo declara la ley, 33, tit. 8.º, lib. 1.º de la Recopilación de leyes de dicho Reino.

Quiere esto decir, queridos compatriotas, que el estado legal de los cuatro territorios baskos cis-pirenaicos en sus relaciones de coexistencia con la antigua monarquía castellana y la moderna monarquía española es el mismo, puesto que consiste en el régimen jurídico del pacto. Nuestros enemigos exteriores jamás han dudado de ello. Esta añagaza estaba reservada a los enemigos interiores. Los mismos monarcas absolutos y los mismos gobiernos liberales, en virtud de los mismos principios y doctrinas y por los mismos procedimientos y trazas, socavaron, mutilaron, desnaturalizaron y destruyeron las cuatro constituciones baskas. Por tanto, el nacionalismo tiene razón cuando de las cuatro reivindicaciones quiere hacer una, y la tendría, igualmente, aunque no mediasen, como median, las razones de raza, lengua y costumbres. Hoy es verdad que Nabarra y las llamadas Provincias Baskongadas no comparten ya el estado legal anterior a la ley de 25 de Octubre de 1839; pero esto nada dice contra la tesis nacionalista, que no mira le ley de 16 de Agosto d e1841 y los conciertos económicos, consecuencias de aquella, sino debajo de la especie de hipótesis foral y mal menor, y en cambio pretende restaurar la soberanía que los estados baskos perdieron entonces.

Al inscribir el nacionalismo basko en su programa la derogación de la ley de 1839, no olvidó, ciertamente, que esa conculcación fué precedida de otras, y que el día 24 de Octubre de 1839 las constituciones baskas, de hecho, estaban abolidas y el país sometido al régimen nivelador de las Diputaciones provinciales. Fúndase, para pedir la derogación, en el hecho patente e incontrovertible, de que por su incorporación, ni Alaba, ni Bizkaya, ni Gipuzkoa, ni Nabarra enajenaron su soberanía, ni adquirieron ni pudieron adquirir ésta los Reyes de Castilla y las Cortes de Castilla, o los Reyes de España y las Cortes de España, según consta de las leyes escritas y de los juramentos reales. Así, la objeción de los antinacionalistas, que a los antiguos estados baskos no le aprovecharía la derogación de la ley de 1839, puesto que permanecerían vigentes las anteriores conculcaciones, es una despreciable argucia, ya que la nulidad contra ella alegada se extendería a las demás. La ley de 1839 es la única conculcación hoy viva y eficiente; de ella dimanan laley de 16 de Agosto de 1841, destructora de la independencia de Nabarra, las leyes y decretos de asimilación provincial y municipal, la supresión del pase foral, la traslación de las aduanas da las costas y fronteras, la ley de 21 de Julio de 1876, todas las disposiciones lesivas dictadas de continuo para ocmpletar la unidad constitucional con la administrativa y la civil. Los gobiernos y las Cortes pretenden cohonestar sus tropelías con el estribillo jurídico-farisácio de cumplir la ley de 1839. Así comenzó sus maquinaciones el señor Cánovas del Castillo mediante la R. O. de 6 de Abril de 1876, cuyo artículo tercero ordenó que las provincias de Alaba, Gipuzkoa y Bizkaya eligiesen "dos o más comisionados para cada una de las antedichas provincias, que en representación de las mismas serán oídos por el Gobierno, sobre el inmediato cumplimiento del artículo 2.º de la ley de 25 de Octubre de 1839". No es menos execrable el artículo 5.º que convocó a los comisionados de Nabarra "a fin de preparar la modificación que en la ley de 16 de Agosto de 1841 hacen el transcurso del tiempo y las circunstancias indispensable". Así pagó el desleal Gobierno español a Nabarra su apocamiento de 1841. Las otras conculcaciones yacen muertas, pertenecen a la historia negra de España, mas la citada ley de 1839 es la trituradora perpetuamente activa que reducirá a los baskos a polvo inerte de la estepa.

El artículo 2.º de ella despojó de su soberanía a los estados baskos. Ya no serían nuestras Cortes ni nuestras Juntas generales quienes modificarían las leyes de Alaba, Bizkaya, Gipuzkoa y Nabarra, si es que les conviniese modificarlas; esa prerrogativa preciosa incumbiría a las Cortes españolas, y éstas efectuarían la modificación conciliando el interés de los territorios baskos con el general de la Nación española y de la Constitución de la monarquía, o sea, en términos más sinceros, sacrificándose a éstas.

Destruído nuestro estado jurídico inmemorial ocupó el solio vacante la fuerza. Los hombres y los pueblos están subordinados al poder, o por las condiciones del derecho, o por los imperativos de la fuerza: no existe otra alternativa. El derecho, entonces, fué basko; la fuerza, española. Los causantes de nuestras desventuras lo suelen reconocer así, de vez en cuando, apremiados por la realidad de las cosas. El secretario de la Reina doña María Cristina, desterrada en París, repetía palabras de su Señora que incluían entre las causas del unánime alzamiento contra el felón Espartero el año 1843: "el imprudente y escandaloso empeño del Gobierno, de no guardar cumplidamente la fe jurada en Bergara, hollando, como ha hollado, los antiguos y respetables fueros de los nobles vascongados y navarros". La conciencia pública estimaba que la ley de 1839 violó arteramente el convenio de Bergara. El año1841, al saltar los primeros chispazos de la sublevación contra el pandillaje soldadesco de Espartero, el general Montes de Oca escribía las siguientes palabras en su manifiesto de Vitoria, fecha 4 de Octubre: "La ley que modifica las instituciones de Navarra, será declarada de ningún valor ni efecto. Ni ahora, ni después, vascongados y navarros, tendréis más modificación ni arreglo en vuestros fueros seculares, que aquellos que vosotros mismos, porque así os convenga, queráis establecer por medio de la sola, exclusiva y legítima representación del país, por vuestras Juntas generales y vuestras Cortes." Aunque éstas y otras promesas análogas del general O’Donell en Pamplona sean sospechosas de interesadas, no se puede negar que expresan la buena doctrina. Pasan los años, y cuando después de otra guerra civil, el Gobierno de España prepara nuevas aplicaciones mortíferas de la ley de 1839, el Rey Alfonso XII les dice a sus soldados en Somorrostro: "Fundada por vustro heroísmo la unidad constitucional de España, hasta las más remotas generaciones llegará el fruto y la bendición de vuestras victorias." Y durante el mes de Junio de 1876, al discutirse el régimen foral, don Antonio Cánovas del Castillo, hombre erudito, culto, dialéctico consumado, opone a los razonamientos histórico-legales del diputado nabarro señor Morales, la razón de Brenno: "Cuando la fuerza causa estado, la fuerza es el derecho." ¿Lo oís, queridos compatriotas? Vivmos en una Zulutania jurídica, vestida a la europea; pero los negrazos sacan las faldas de la camisa por encima de los pantalones galoneados.

Substituir el estado de fuerza por el de derecho, debía de ser y fué el fin político del nacionalismo. Creyó que la mejor manera de lograrlo, estribaba en la derogación de la ley infausta tantas veces nombrada, fuente inagotable de las aborrecidas usurpaciones. Discurrió con lógica, así como los contradictores del nacionalismo discurren sin ella, si no es con sobra de bellaquería y malicia, particularmente, cuando le motejan de separatista. El separatismo proviene de otras causas, ya hablaremos de ello, pero no del programa nacionalista. Entre el programa político nacionalista y el separatismo hay contradicción en los términos. La razón es patente y deslumbra su luz. El estado legal anterior a la ley de 1839, era el de unión a la Corona de España. Los territorios baskos no vivían entonces separados de ella. Derogada la ley, renacería el antiguo estado de cosas; renacería, ipso facto, el Rey de Nabarra, el Señor de Bizkaya, el Rey o Señor, o como quiera llamársele, de Alaba y Gipuzkoa, provisto de sus preeminencias y prerrogativas propias, por medio de las cuales Carlos I y Felipe II, reyes de España, reinaron en Alaba, Bizkaya, Gipuzkoa y Nabarra. El separatismo no tiene por qué, ni para qué pedir la derogación de la ley del año 1839: se contradeciría si la pidiese. La separación no se pide en las Cortes, se toma en las montañas. Más: la derogación presupone que las dos partes, la española y la baska, los dos términos de la unión egüe-principal, han de negociar y pactar necesariamente, de nuevo. Porque el estado legal que renacería de la derogación, en parte se ha vuelto inaplicable, en parte perjudicial y en parte reclama nuevas soluciones. Citaré, p: ej: las funciones judiciales del Corregidor, el derecho del Rey a conceder asiento en las Cortes de Nabarra, el establecimiento de las aduanas en el Ebro. La materia de los vínculos confederales pide revoques y retoques, suplemento en lo deficiente, reducción en lo excesivo, de modo que el estatuto de la nueva interdependencia resulte claro y armónico con las mudanzas irreformables de los tiempos. Los territorios baskos proseguirían independientes como antes, súbditos de su soberanía particular, gobernados y administrados por sus gobernantes y administradores propios, unidos, pero no sometidos a España.

El separatismo es un superpuesto fuera de las líneas regulares del programa nacionalista. No late hipócritamente en la abolición de la ley del año 1839; donde arriaga, crece, florece y fructifica, con el abono de la persecución y el riego de la denegación de justicia es en el estado de fuerza actual. Mirando a la ideología pura del derecho y de la justicia eternos, es indudable que baskos y españoles estamos separados.

La sentencia de divorcio fue pronunciada el 25 de Octubre de 1839. Merecen el calificativo de insensatos los españoles y los españolistas mecidos en la ilusión de que el separatismo, temprano o tarde, no bajaría del mundo de las ideas al de los hechos. Bajó, y les espanta. En vez de chillar como los murciélagos delante de inesperado foco de luz, id enhoramala, y pedidles cuenta de la catástrofe al mentiroso Espartero, a los legisladores falaces de los años 39 y 41, al ensoberbecido rey Alfonso XII, al ejecutor testamentario del Conde-Duque de Olivares y de D. Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, D. Antonio Cánovas del Castillo, pues por el santo nombre de Dios os juro, que no es de ella responsable el nacionalismo!

El programa político nacionalista le hizo suyo el país cuando la actuación de la minoría patriota en el Congreso desató una ráfaga de entusiasmo, reivindicador de los derechos por los partidos españolistas completamente olvidados, no sin sobresalto y esquivez de sus planas mayores, temerosas de que la ráfaga deshiciese los vetustos tinglados. "¡Restauración foral! Derogación de la ley del año 1839! eran los gritos que los Ayuntamientos, las Diputaciones, las asambleas y mítines de los ciudadanos proferían, con tanto entusiasmo, con ardimiento tanto, que en Iruña fueron silbados y denostados los prohombres de las antiguas nóminas políticas, sospechosos de tibieza y malquerencia oculta. Cuatro exdiputados forales, independiente el uno, maurista el segundo, conservador el tercero y jaimista el cuarto, al evacuar el informe que la Diputación de Nabarra les pidiera para el plan de reintegración foral se expresaron como perfectos nacionalistas. Suyas son las siguientes palabras: "No: nuestra reintegración foral, así hay que proclamarlo en todo momento, es una devolución de facultades y derechos que nos fueron injustamente arrebatados por el Poder Central y cuya devolución, con el reconocimiento de que constituyen un patrimonio propio de Navarra, no sometido a la arbitraria voluntad del Estado y con la derogación de todas las leyes contrarias a nuestro régimen, entre ellas, como principal, la de 25 de Octubre de 1839, ha de ser la primera obra de reparación de éste". N. S. Jesucristo resucitó a Lázaro, y los sacerdotes de la antigua ley se juntaron y dijeron: "Ese hombre hace muchos milagros. Si le dejamos obrar, todos creerán en él. Desde aquel día deliberaron sobre la manera de matarle". Así al nacionalismo. Los sanhedrines españolistas le condenaron a muerte por taumaturgo, y de no lograrse esta, por lo menos a la persecución.
 
 

* * *

La persecución rompió aquí, en Bizkaya, fortaleza insigne y motor potente del nacionalismo. Las elecciones de 1918 fueron gallardísimo alarde de fuerza, tan gallardísimo cuanto imprudente, acaso. Expulsados de la representación parlamentaria como ya lo habían sido de la predominancia municipal y provincial, los partidos históricos comprendieron que iban a ser definitivamente borrados de la vida pública bizkaina. Las vanidades, las codicias, las ambiciones acostumbradas a hartarse y regodearse en los encasillados ministeriales y en los contubernios de las cuadrillas políticas, no se avinieron con el ayuno a pan y agua que les amenazaba. Se escalofriaron de miedo y de ira, lanzaron por encima de la borda del zozobrante bajel los motivos honestos y deshonetos que les separaban y abrieron el Bar piñoso llamado Liga Monárquica, de cuyas panoplias simbólicas la mano revolucionaria de Indalecio Prieto podrá sacar el arma que mejor le convenga, ora la bomba anarquista, ora la espada de gentil hombre, para herir al régimen fomentador de la nauseabunda congerie.

La piñosería liguera palatina, no sólo necesitaba de la cooperación republicana y socialista, fácil de alcanzar echándole carne a las fauces, sino también de la gubernamental. Sin ministros de por medio, no hay iniquidades, atropellos y falsedades fructíferas. El diablo, de quien sin duda son devotos los piñosos, les sirvió a las mil maravillas, proporcionándoles el instrumento dócil de sus venganzas, desafueros y pecados capitales. Ese instrumento ¡mentira parece! fue D. Antonio Maura. Hay que ver lo que el señor Maura representaba en la política española, para explicarnos el inaudito asombro que nos causó su actuación anti-nacionalista baska! El Querub radiante de la justicia y el saneamiento social, se despeñó de las alturas del Lucero, al infierno de fango en que él mismo, durante varios años de propaganda cívica, había sumido a los políticos prevaricadores de España!

La política personal del señor Maura no ha sido política de programa doctrinal. Comprendía que todo eso estaba recubierto por una espesísima capa de menosprecio y desconfianza; que la "masa neutra", de la cual intentaba enseñorearse, no acudiría al señuelo de una declaración de principios más o menos altisonantes, y buscó la novedad atrayente donde de veras estaba: en que a España la gobernasen y administrasen con rectitud y probidad, prestándole los servicios que liberalmente pagaba. Y como el señor Maura, por haber vivido muchos años dentro del régimen y dentro de varios de los partidos fracasados que le explotan, sangran y chupan, conocía hasta los menores ápices de su corrompida naturaleza, y como Dios le favoreció con el don de altísima elocuencia, trazó el cuadro más parecido y sombrío de la política y de los políticos imperantes. Oigámosle, y a la luz de sus austeros pensamientos le juzgaremos a él: "Nosotros no formamos un gremio de los que se estilan para los esquilmos de la dominación política." (Discurso de Beranga). Esto en cuanto al desinterés de los propósitos.-"¿Qué les ocurrió a nuestros padres, a nuestros abuelos? Ellos, en efecto, se dispensaron de mirar cuál se gestionaban, cuál se manejaban las cosas del imperio colonial español, y dejaron a los profesionales de la política despacharse a su gusto, enviar allí aquellos empleados, aquellos comilitones, aquellos desechos de la sociedad podrida. Y llegó un día en que todo se liquidó, y se liquidó a costa de cientos de miles de vidas, y de miles de millones de pesetas, y del honr y la grandeza de España." (Id.) Esto en cuanto a las consecuencias, en el orden nacional, de la política de pandillaje.-"Nosotros no podemos hacer una campaña subversiva, para la cual, a cada momento están brotando los incentivos y las armas de tantos manantiales cuantos son los órganos del poder público; porque no hay en España nada más subversivo que el mismo Poder, tal como se ejerce." (Id). Esto en cuanto a las lecciones de amor y respeto a la legalidad que dan los gobiernos españoles.-"¿Qué solución singular podrá aprovechar a Cataluña, si está enclavada dentro de esa monstruosidad, de ese artefacto caduco que no calificamos por respeto al lenguaje, porque al tal artefacto no le podemos poner epíteto que sea decoroso?" (Discurso en el Congreso el 30 de Junio de 1916).-"nos encontramos con que, injerta la Mancomunidad en una organización y dinámica caciquiles, se os acusa de ser también un cacicato, porque es parte de una organización en que el Poder público está enterrado, amenazado y envilecido por el cacicato." (Id.) Esto para los que prometen la felicidad a Baskonia dentro de la unidad constitucional española.-"Tener una Hacienda sin Administración y con un cacicato que puede más que todos los gobiernos y que quiere convertir a la autoridad en prevaricadora de profesión, porque en España la autoridad es una prevaricadora de profesión." (Id.) Esto para los que estimen que los gobiernos españoles merecen otra cosa que el menosprecio y el boy-cottaje.-"Lo primero es que España afirme que quiere existir y que quiere tener justicia en toda su vida, que en toda ella no la tiene ni la conoce."-"Cuando alguna vez no se atropella el derecho es por favor, o porque no se repara en él; pero no hay ningún interés ni ningún derecho que esté seguro de ser respetado, ni ninguna tropelía que no se peuda cometer, ni yo sé decir que tal cosa no puede ser, porque he aprendido que todo puede ser en España." (Id.) Esto para los que opinen que aún debe africanarse más la nación, apoderándose de Marruecos.-"Dentro de la dinámica y de la organización (de los partidos gobernantes), lo que prevalece es el impulso de los que no son corregibles, porque la corrección es en ellos el suicidio." (Id.)

Parad la atención en la acerbidad dantesca de esa última frase. Los partidos gobernantes no pueden enmendarse, porque al enmendarse se suicidarían. Su vida consiste en la trama de los abusos, de las arbitrariedades, de los despilfarros, de las injusticias, de las tropelias, de las iniquidades que perpetran. Verdad, mil y mil veces verdad, como no lo es menos otra imprevista, inverosímil a priori y es: que el señor Maura, despés de haber gastado un quinquenio, lo menos, de su vida, predicando la política del saneamiento, la política del formol y del sublimado corrosivo, tampoco quiso suicidarse, y después de haber subido al poder con la reputación del Hércules que va a limpiar los establos de Augias, imitó a algún otro hombre público extranjero de quien se dijo que, en vez de limpiarlos, echó más fiemo a dentro.

Sí: el señor Maura, debelador oficial del caciquismo enfocó a Bizkaya todos sus amores y energías de gobernante, por levantar, robustecer y resguardar el cacicato de sus clientes, el cacicato de sus amigos, el gremio de los esquilmadores españolistas, el españolismo fabril, industrial y neo-heráldico, el españolismo que se substrae, cuanto puede, a servir a España con las armas, y a contribuir al Estado en proporción de los haberes, el dulce, sabroso y substancioso españolismo de las ollas de Egipto, de los monopolios, de los aranceles y de los favores ministeriales. El señor Maura reanimó con el calor de su pecho, aún jadeante de tan fustigadoras arengas, la aterida culebra de la Piña, contra la cual no hubo en Bizkaya, durante los últimos tiempos de su oprobioso imperio, azadón que no la persiguiese por descuartizarla. El señor Maura puso al servicio de las viejas causas las viejas mañas del cacicato que convierte a la autoridad en prevaricadora de profesión, todos los órdenes, la justicia, el gobierno, la administración, y se estableció la ley de castas, por aquello de que todas las cosas se pueden hacer en España, sobre todo, escarnecer la justicia, que ni la tiene ni la conoce. ¡Lamentable ocaso el del señor Maura a quien no regatee ni mi admiración ni mi aplauso, cuando la chusma de la izquierda vociferaba: "¡Maura no!". La experiencia lo ha demostrado: no era ningún Catón, era el retórico de la virtud ciudadana! ¿Qué importa? siempre le quedará el consuelo de haber nombrado senadores vitalicios a su hijo y otros parientes. ¡Ah se me olvidaba! y de haber regalado el acta al señor Prieto, filibustero y bolchevike, según declaraciones propias, en honor de la monarquía, de la integridad de España, de la propiedad y del orden social.

El señor Maura arruinó sus "prestigios", como dice la jerga moderna por servir a la Liga piñosa. Pocas veces habríase aplicado el galicismo con mayor propiedad, puesto que prestigio en castellano castizo significa: "fascinación que se atribuye a la magia o es causada por medio de sortilegio. Engaño, ilusión o apariencia con que los prestigiadores emboban y embaucan al pueblo. Cesó el embaucamiento; los piñosos soplaron el prestigio y le apagaron. Me parece que se observa bastante despropoción entre los ligueros y la apostasía del decoro político, y que el señor Maura pecó de pródigo al sacrificarles su buena fama. Al fin son ellos gentes menudas en política, que pueden taponarse en frascos y se reexpedidos al laboratorio unitarista del señor Royo Villanova. Empero, dos pasiones intensas aletean en sus pechos que les hacen grandes, cual suelen serlo en sus consecuencias ciertos microbios patógenos, el gomococo de Neisser o el bacilo de Pfeiffer, por ejemplo. Esas dos pasiones son el pseudo-españolismo y el antinacionalismo, o más puntualmente dicho, el anti-baskismo. Así el españolismo les mueve a imitar las cosas feas que en ciertas ocasions hicieron los españoles. Cuando los árabes invadieron la Península, la mayoría de los habitantes se avino con la dominación musulmana, y gran parte de ella apostató de la fe; este es punto histórico puesto hoy fuera de duda, aunque se procuró ahincadamente, mantenerle oculto. Los españoles que se refugiaron en las montañas de León y Asturias por no pactar con los invasores, fueron pocos: los bien avenidos con ellos, pero no apóstatas, recibieron el nombre de mozárabes; los otros, el de muladís. Los ligueros piñosos son a modo de los muladís de Bizkaya. Nosotros los nacionalistas, estamos con el Pelayo euskaldun. Somos, por tanto, un molesto reproche vivo, una especie de espectro de Banko que se aparece en medio del festín españolista. ¿Os acordáis de la inmortal escena de Shakespeare? El espectro ocupa el sitial de Macbeth. Sólo a los ojos de éste es visible y la visión le hace desvariar. Su mujer le vitupera la flaqueza, y él exclama: "Desde que el mundo es munod, se han cometido crímenes atroces. Pero antes el muerto, muerto se quedaba. Ahora las sombras vuelven y nos arrojan de nuestros sitiales". El nacionalismo es el remordimiento que dislacera la conciencia de los malos hijos de Euskaria; por eso le aborrecen, y sobre todo, porque arroja a los muladís de sus sitiales.

Al recibir la Liga piñosa su impulso soberano, los periódicos divulgaron las siguientes palabras: "Sed buenos vascongados; cuanto mejores vascongados seáis, seréis mejores españoles." Si en esa cualidad del buen vascongadismo estriba la excelencia del españolismo, ¡infeliz de España!, puesto que el baskismo de los tales piñosos, parece muladí de pura raza. Creedme, queridos compatriotas; me duele sobremanera poner en balanzar el patriotismo de ningún basko, y creedme, a la vez, que yo no le vinculo en el nacionalismo, aunque dentro de éste, le califique de más perfecto. Reconozco gustosamente el patriotismo de muchos baskos adscritos a partidos españoles y alabo sus esfuerzos por añadir a la política de dichos partidos, parte mayor o menor, de las reivindicaciones baskas. Pero ese no es el caso de la piñosería, y su antivasquismo salta a los ojos como gato rabioso. Oid el testimonio de mi querido amigo particular don José de Orueta, liberal y españolista: "...los partidos todos, como partidos tienen buen cuidado de tremolar la bandera autonómica, pues saben bien que para tener masas en el país vascongado, no puede prescindirse de esa parte esencial en sus programas. Sólo recientemente la Liga Monárquica de Bilbao hizo un ensayo prescindiendo de la autonomía del país, y aun alardeando a pretexto de españolismo, de antivascongadismo". (Impresiones de la vida provincial de Guipúzcoa, pgs. 9 y 10.) ¿Lo queréis más claro, ni dicho por testigo más irrecusable?

El antibaskismo le llevan a todos los órdenes de su actuación personal, aun a aquellos que no enlazándose directamente con la política, se disfrazan de propagandas culturales. Ora hablen de la Independencia primitiva del país, ora de la índole de sus instituciones, ora de sus acaecimientos históricos, o de su lengua, o de sus clases sociales, siempre aceptan, propagan, difunden y encomian las opiniones más denigrativas de la buena fama baska y más demoledoras de sus derechos. Son los escasos intelectuales piñosos, editores, copistas y vulgarizadores de los Llorentes y Sánchez Silvas, de todos los vascófobos en la historia, en la política y en la lingüística. Se sienten hermanos de los montañeses santanderinos y burgaleses a la par que "víctimas de las perfidias históricas y campales de los baskos", gente pastoril que a una con los vascones (sic), agotes, aquitanos y bearneses ha sido siempre sometida por los godos. Y como quiera que la raíz, el substratum, el nervio de la nacionalidad baska es la clase campesina, la clase popular, admirada por el insigne Le Play, a ella injuria bestialmente, proniéndola muy por debajo de las hordas esteparias que ilustran su hidalguía con la navaja y su cultura con la blasfemia.

Los actos de la piñosería corresponden a sus ideas, y especialmente a sus pasiones, desenfrenadas por la pérdida de la dominación sobre Bizkaya, cuya recuperación ha de lograrse pisotenado cuantas veces sea preciso la moral política y las leyes, la justicia y la hombría de bien. Pero quien atiende a la pasión y desatiende a la conciencia, sólo alcanza la deshonra. Dar el atraco a la mayoría de la Diputación, demarcar interesadamente nuevos Distritos electorales, instaurar censos falsificados, procesar y suspender sin motivo legal al señor Araluze, anular injustamente tres actas en el Congreso, tirotear y encarcelar a los patriotas de Usánsolo, asesinar a Gareazabal, dejar morir desamparado a Orbe y ejecutar otros actos facinerosos que callo por no alargar esta lista, son cosas, como dijo el señor Maura, que pueden hacerse en España. No pertenecen, casi, a la jurisdicción de los tribunales, sino al de la policía urbana. El vengador de ellas será el trapero de Baskonia. Le imagino adelantarse, banasta al hombro, metiendo el gancho en la basura piñosa. Saca objetos menudos, pues los grandes los lleva ya embanastados. Le oigo el monólgo: -"Nuevo pavo real en campo de oro", escudo para título nuevo: ¡al cesto! –"Uso exclusivo de armas para jóvenes bárbaros anti-nacionalistas": ¡al cesto! –"Un pagaré de Altos Humos" a la orden de "La Raza Española pura": ¡al cesto! –"Un bonete prieto de jesuita": ¡al cesto! "Un método de entrenamiento españolista", por un Oriental: ¡al cesto! La historia es así: si ve ciertas ignonimias, llama a Tácito: si otras, al trapero.

Así como el señor Maura entendió que voceando "descuaje del caciquismo" y "desinfección de la política" congregaría en torno de su cajón a gentes honestas, bien intencionadas y bien trajeadas, de viso social y suficientemente cándidas para no enterarse pronto del clásico escamoteo del programa, sus clientes y favorecidos de la Liga palatina escribieron en el prospecto de la taifa la truculenta frase: "extirpación del separatismo". Genial invento, por cuya virtud resolvían la cuadratura del círculo de la política profesional; ser situacioneros de todas las situaciones, turronistas de todas las turronerías y segismundeadores de todos los Segismundos. Captaban, a perpetuo, el poder del Estado, "lo más subversivo que hay en España", según dijo el señor Maura, para privar del agua y del fuego a sus adversarios. ¿Qué guardia civil se negaría a arrear culatazos a los separatistas, ni qué juez a precesarles, ni qué gobernador a detenerles, ni qué comisión de actas a anulárselas? A la Liga piñoso-palatina le trae cuenta, no que el separatismo se apague, sino que se difunda. Donde no hubiese separatistas, los inventará: donde los hubiese, los exacerbará. El delator completa al persecutor. Ya les conocemos de antiguo, Con otros nombres, esos ligueros piñosos son los orangistas de Irlanda, los incondicionales de Cuba, los que echan al campo a los sinn-feinners, y a la manigua a Máximo Gómez y a Maceo; son los sucesores directos de aquellos españolistas al rojo cereza de Flandes, contra los cuales fulminó Guillermo el Taciturno su despreciativa sentencia: "antes turco que español". ¿Desean que eso se repita en Baskonia? Pues reclamen para sí el título, nada glorioso en su caso, de verdaderos y eficaces separatistas.

La persecución actual, queridos compatriotas, concluirá. La Liga palatina tendrá el fin natural de la Ligas: se desligará. El odio ata; sólo el amar une. La Liga es engendro del odio y del provecho propio. El nacionalismo puede adelantar la hora de la liquidación ayudando, cuando hubiese buena coyuntura, a unos elementos del conglomerado en perjuicio de los otros. La elección de Alcalde de Bilbao fue una magistral maniobra. Hay que cocer a los calamares mauropalatinos en la salsa de Prieto. El día que se vean eliminados de la vida política, abandonarán la partida. La monarquía, y la por ellos denominada unidad de España, son puras plataformas electorales. Si de veras las amasen, no las aventurarían cual las están aventurando. Pero cese o no cese la persecución, es evidente que nosotros debemos permanecer unidos, inquebrantablemente unidos. Oigo hablar de derechas e izquierdas nacionalistas. Francamente os declaro que no entiendo esa especie. Los nacionalistas aspiramos a restaurar la antigua soberanía baska. En esto no existe discrepancia ni divergencia ninguna; ¿no es cierto? Este propósito nos basta, por ahora. Lo demás es prematuro y sobra. El día que se restaure nuestro poder legislativo, es decir, cuando podamos decretar motu propio, soluciones de izquierdas y de derechas, entonces surgirán, naturalmente, los partidos baskos que las sustenten. Mientras tanto, huelgan por innecesarios, dentro del nacionalismo. Reflexionad que hasta ese día futuro, las soluciones izquierdistas y derechistas nos las impondrán desde Madrid. ¿Por cosas que no serán obra nuestra nos habíamos de dividir? Los males de nuestra tierra los vertió sobre ella la desunión. Mantengamos la integridad del programa cuyo primer lema es Dios, Jaungoikua, que es quien da y quita la victoria a los pueblos, premiando su fidelidad y castigando su apostasía. Yo pido una tregua a los que abriguen el deseo-que yo no comparto, ni compartiré-de desvirtuar nuestro lema católico, con la interpretación liberal, y aún socialista. Hombres de ideas muy radicales, pero muy patriotas, opinaban de manera análoga el año 1918. Me refiero a los exdiputados provinciales señores Gaskue, Treku, Garay, Aguirrezabal y Azpiri en su "Informe a la Comisión de Fueros de la Diputación de Gipuzkoa", fecha 14 de Diciembre: "La serenidad y circunspección características de nuestra raza-decían-han sido sustituidas en muchos vascos, por apasionamientos y ligereza lamentables. Así, determinada parte de la Prensa, en estos mismos momentos en que las diferencias referentes a la mal llamada cuestión religiosa, y a algunas otras, debían quedar para debatirse más tarde, y una vez obtenido lo que unánimente ansiamos todos los vascos independientes, hace ostentación y gala de la más absoluta tolerancia." Yo las derechas e izquierdas las soporto, no en relación con las Cortes de España, sino con las Juntas Generales y Cortes de nuestra tierra.

De la desunión del nacionalismo, no puede dimanar ningún bien. De ella brotarían males sin cuento, iguales o mayores a los que leemos en las páginas más sombrías de nuestra historia. Es imposible que tan eximios patriotas caigan en el yerro de preparar el triunfo irrevocable de nuestros enemigos. Hasta los más feroces banderizos de la Edad Media supieron sobreponerse o sus odios, mirando al bien común; cuanto más los nobles nacionalistas que no abrigan ninguno y sólo disienten en ideas, materia inestable de opiniones que hoy parecen verdad y acaso mañana descubren su mentira. Vivamos primero: después filosofaremos. He dicho.


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