Autores: Echevarría, Tomás de
Titulos: La Liga de Naciones y el problema vasco
Materias: Nacionalismo - Euskadi - Estudios, ensayos, conferencias, etc.
Editores: Tipografía de V. Fernández, Eibar, 1918?
Localizacion Sign.Topografica Situacion Devolucion
FONDO DE RESERVA C-138 F-30 No prestable
CASA DEL PUEBLO
DE
EIBAR
LA LIGA DE NACIONES
Y EL PROBLEMA VASCO
T. ECHEVARRÍA
PRECIO: 25 CTS.
Tipografía de V. Fernández, Barrencalle 22.-Eibar
CASA DEL PUEBLO
DE
EIBAR
LA LIGA DE NACIONES
Y EL PROBLEMA VASCO
T. ECHEVARRÍA
PRECIO: 25 CTS.
Tipografía de V. Fernández, Barrencalle 22.-Eibar
Nota preliminar
Hay épocas en la Historia en que los temas más transcendentales no caben en las Academias y llegan a debatirse en los corros de las humildes plazuelas y en las tiendas de los artesanos. En aquellos tiempos clásicos de la democracia frailuna, como calificaba Menéndez Pelayo a la sociedad española del siglo XVII, las cuestiones más árduas de la teología eran completamente del dominio popular, y los artesanos que asistían a los autos de fé, llenos de metafísica, los trataban seguramente con una agilidad especulativa que hoy asombraría a muchos de la profesión. En todo el período de la Constituyente, durante la Revolución Francesa, las clases más humildes del pueblo, metiéndose con el Derecho político, debatieron con calor los grandes problemas constitucionales.
Hoy, que la humanidad vive un periodo de los más transcendentes de la Historia, en que las empresas más asombrosas van a ensayarse en la realidad, no ha de tomarse a atrevidencia el que los obreros pasemos también revista y hagamos juicios en orden a cuestiones del más alto linaje, como son el proyecto de Liga de las Naciones y los problemas político-jurídicos que viene a suscitar, aquí como en tantos otros lados, sino como signo de la grandeza de los tiempos.
Por otra parte, la misma Comisión de Fueros de la Excelentísima Diputación de Guipúzcoa ha tenido la atención de dirigirse a la Casa del Pueblo, como entidad social, invitándole a que informe acerca de cómo entiende que habría de adaptarse a la vida actual el estado de derecho consiguiente a la derogación de las leyes abolitorias de los Fueros, tanto en lo que se refiere a las atribuciones de la provincia en su régimen interno como en sus relaciones con el Estado, y cómo deben adaptarse o transformarse los organismos forales en atención a las necesidades y circunstancias del día.
Claro está que a esta invitación habrá de contestar la misma entidad y en forma distinta a este trabajo que es personal –si bien producto de nuestras discusiones en esta Casa,- y escrito sin conocimiento de aquella invitación, pero quiere decirse que este hecho de la invitación viene a abonar la pertinencia y la oportunidad del asunto.
Por lo demás quedan señalados algunos puntos esenciales que puedan servir de criterio para el informe que haya de estudiarse y remitirse con carácter privado.
El proyecto de Liga de las Naciones
La Liga de las Naciones, este hermoso sueño acariciado por más de un filósofo tachado de utopista, es hoy una posibilidad tangible, una realidad que se impone con la marcha acelerada de los acontecimientos que se precipitan unos tras otros, de tal forma, que es de temer si nos cabrá el tiempo necesario para hacer nuestra composición de lugar antes que los pueblos sean llamados a comparecencia para decidir la magna empresa.
Este proyecto ha tomado cuerpo, merced a haberlo propuesto el Presidente Wilson en el punto décimocuarto de su famoso discurso de 8 de Enero, y merced a haberse llegado a concluir el armisticio, que ha dado fin a las hostilidades, sentando como base de discusión de la paz los catorce puntos del citado discurso.
Esta Liga o Sociedad en proyecto viene a ser una especie de super-Estado, a quien incumbirá la policía internacional; castigar las infracciones al Derecho de gentes y aplicar las sentencias arbitrales, con que en lo sucesivo habrán de dirimirse las diferencias inter-estatales.
Es, en realidad, un paso más en ese proceso de evolución que se desarrolla a través de la Historia, y que en un principio hizo pasar a la persona pública el derecho de reivindicar los agravios entre los individuos y estableció la jurisdicción de la sociedad política sobre el de la familia, y luego llegó a establecer las grandes nacionalidades para dar fin a las guerras locales y a la anarquía feudal.
Las naciones que hasta ahora, en su vida de relación, no han tenido una moral,-ya que la astucia y la mala fé han sido la virtud de la diplomacia,-y que en sus pactos y tratados no tenían una garantía efectiva, por defecto de un poder superior que velara por su cumplimiento, no han practicado otra justicia que la guerra, a modo de prueba de Dios, pero procurando siempre, para el caso, prepararse con muchas armas y grandes efectivos; de modo que en este orden nos encontrabamos aún bajo el imperio de la ley del más fuerte.
La Liga de las Naciones tiende a establecer un estado jurídico, una ley moral en las relaciones internacionales, para que no decida la fuerza las cuestiones sino el derecho, para que así como el individuo no toma ya la justicia por su mano sino que la confía a la Sociedad, y así como ahora ya no hay guerras locales, si no, en todo caso, pleitos y litigios en lso que entienden los tribunales, deje de haber también guerras entre Estados, ya que no diferencias y cuestiones; pero diferencias y cuestiones que no darán lugar más que a sentencias arbitrales de obligatoria aceptación.
Condiciones en la Liga de las Naciones
Este organismo super-estatal traerá como primera consecuencia la posibilidad inmediata de suprimir los ejércitos permanentes de carácter nacional, porque a los Estados no les quedará, en este orden de cosas, más que la policía interior administrativa, siendo función de la Liga de las Naciones el garantizar la seguridad exterior de cada Estado asociado.
Así, por primera vez después de la constitución de las grandes Monarquías, se plantearán en términos que permitan resolverlo, el tema de los ejércitos permanentes, poniendo fin a la loca política de armamentos, que tras arruinar a las naciones ha acabado por dar lugar a esta terrible guerra que hemos presenciado hororizados.
Por otra parte, de la misma manera que el Estado ejerce una policía sobre las asociaciones particulares, exigiendo para su funcionamiento la previa aprobación de sus estatutos por la autoridad gubernativa, y reservándose la facultad de presenciar sus deliberaciones, con objeto de que no laboren contra la seguridad del Estado ni persigan fines contrarios a la ley, así la Liga de las Naciones exijirá que los Estados a ella asociados tengan en sus constituciones, como condición necesaria, la soberanía del pueblo y el carácter público de toda su gobernación.
Esto a fin de que no haya poderes arbitrarios e irresponsables, que en ciertos Estados ocasionan intrigas y tuercen a la sombra los destinos de sus pueblos, una vez que ha terminado la diplomacia secreta por el triunfo de la revolución de los socialistas mayoritarios en Rusia.
Así que, todos los Estados atrasados políticamente, que pretenden formar parte en la Liga, tendrán que revisar su Constitución y acondicionar su código político a aquellas exigencias generales, que vienen a ser como el pié de igualdad necesario para que puedan constituirse en sociedad.
Y como la soberanía del pueblo no puede asentarse más que en la libertad política del individuo-ciudadano, de ahí que han de venir a ser postulados universales el sufragio universal y la aptitud universal también de todos los ciudadanos para alcanzar todos los oficios del Estado, incluso el más elevado, con lo que vienen a anularse, de derecho, las Monarquías.
De las nacionalidades
La Liga de las Naciones tiene por objeto garantizar la paz de los pueblos, pero esto conseguido no quiere decirse que hayan desaparecido los conflictos internacionales, sino que éstos, en vez de resolverse por la fuerza, se resolverán con arreglo a derecho. Sin embargo, siempre constituirán estos conflictos un sério peligro y una contigencia desagradable. Por ello es de la más alta importancia el que se eviten en todo lo posible esta suerte de rozaduras.
El mayor y más fecundo semillero de cuestiones es la lucha por el territorio, resultado, principalmente, de los conceptos en pugna de imperio y nacionalidad. Es, pues, necesario que esto acabe y los pueblos encuentren su natural acomodamiento en el mundo.
¿Cuál es el criterio preconizado a este efecto en el proyecto de la Liga de las Naciones? A juzgar por el espíritu que infomra los catorce puntos del discurso de Wilson, que han de servir de base a la discusión de la paz, acontecimiento que, a su vez, ha de determinar la formación de la Liga, ese criterio es el de la nacionalidad. Todas las nacionalidades tienen derecho a su libre desenvolvimiento. Todos los pueblos han de ser dueños de sus propios destinos. El derecho de los pueblos débiles es tan respetable como el de los más fuertes.
Este pregón de tan alto idealismo ha hecho que todos los pueblos que se creen con derecho a ser nación, absorvidos en otros Estados, se hayan sentido llamados a la vida, como Lázaro a la voz del Maestro, y hayan presentado sus memoriales al Presidente Wilson.
El eco del mundo dentro de nuestra casa
Estos acontecimientos, y ya antes, la previsión de las probables consecuencias de la guerra, han exacerbado el sentimiento nacionalista en Cataluña y Vascongadas. El espectáculo de tantos pueblos resucitados en el centro de Europa; el haber presenciado, en medio de universal asombro, las revoluciones rusa y austriaca, que de la manera al parecer más sencilla han resuelto vastos imperios en numerosas nacionalidades, ha prestado extraordinarios alentos a los que creen en una nacionalidad vasca y en una nación catalana, determinando movimientos de opinión de enorme importancia en la vida pública de la nación española.
Por otra parte, la fuerza de los acontecimientos que empuja la política general, ha planteado imperiosamente el pleito de la revisión constitucional y todas las fuerzas democrátcias se acusan con nuevo vigor, y surje con más ímpetu que nunca un estado de opinión que reclama un hondo cambio político, la democratización de todos los poderes del Estado.
Y esas fuerzas democráticas, que actúan en la política general, se encuentran con esas dos agitaciones nacionalistas, y se plantea el problema de averigüar si no podrína ser, no solo un coeficiente, sino tal vez indicación clara de la corriente, la dirección, la norma que hoy señala el mundo para el acomodamiento orgánico, digámoslo así, de los pueblos, y aun para determinar su propia extructura interior, allí donde se produzca la crisis.
¿Cómo debemos asistir los demócratas socialistas a estos sucesos, y con especialidad los actuamos en el país vasco? ¿Con solemne indiferencia, con la pasión de los prosélitos o con un criterio racional de la cantidad y calidad de eficacia progresiva que pueda entrañar el movimiento?
Necesidad de un criterio
Desde luego, los socialistas se han sumado expontáneamente a ese movimiento democrático que se ha acusado a favor del ingreso de España en la Liga de las Naciones, por considerar a este organismo como un gran paso en la senda del progreso, y, por consecuencia, se han sumado también a aquella masa de opinión que reclama un hondo cambio político; la democratización de los poderes del Estado.
La razón determinante de esta actitud de los socialistas, que seguramente se hará oficial en el Congreso que estos días tiene lugar, no es precisamente que este afianzamiento internacional y político sean justamente episodios de la lucha de clases, en la que estamos alistados como soldados, sino que vienen a constituir el terreno sobre el que luego se han de dar desembarazadamente las grandes batallas por la justicia social.
Respecto a los nacionalismos ibéricos, no se ha dado un criterio general socialista, a causa de la relativa inanidad de estos movimientos antes de la contigencia internacional que ha venido a señalar su posibilidad práctica. Ahora que se dá esta circunstancia, no puede un partido, que actúa en las realidades de la vida, sustraerse a la necesidad de señalar un criterio con relación a un problema que ha alcanzado tamaña importancia.
Antecedentes
Como antecedente o elemento de juicio para formar este criterio, podría aducirse en primer término, la actitud resuelta del partido socialista cuando la guerra de Cuba, que reclamaba el derecho a gobernarse a sí misma.
También es de recordar, al mismo objeto, la repulsa unánime que merecieron los propósitos alimentados en ciertas esferas contra la joven República de Portugal, propósitos de tendencias netamente imperalistas, y la campaña que sobre el particular hizo la prensa socialista.
Por lo que respecta a la tradición foral del país vasco, que es lo que más directamente nos interesa y constituye nuestro objeto inmediato, podrían recogerse innumerables manifestaciones hechas en la prensa socialista, entre las que destacan aquellas campañas de nuestro querido Tomás Meabe, para que adoptaramos el Guernikako-arbola como himno nuestro. Y las manifestaciones de nuestros representantes obreros en las Corporaciones locales, todas ellas perfectamente unánimes en pronunciarse a favor del espíritu democrático, liberal y autonómico de nuestras viejas instituciones.
Pero estos antecedentes no llegan a constituir un criterio acabado en lo que respecta al movimiento de los nacionalistas ibéricos, entre los que está el vasco, cuya mayor fuerza está representada por el partido llamado bizcaitarra. Por ello es forzoso teorizar un tanto sobre el asunto.
Las grandes nacionalidades
La consideración general de que la formación de las grandes nacionalidades ha constituido un progreso, que justamente se apuntan en su haber las Monarquías absolutas, parece a primera vista que se contradice con este renacimiento de los nacionalismos.
Para resolver esta contradicción aparente es esencial distinguir aquel nacionalismo, que en la literatura socialista, a lo menos, es sinónimo de imperialismo;-nacionalismo que se caracteriza por un concepto de superioridade y en que juzga y mide odas las cosas con el único criterio de la utilidad y conveniencia exclusiva de su país,-de aquel otro nacionalismo que es expresión del derecho de un pueblo a su libre desenvolvimiento pacífico. Y estos dos nacionalismos, de aquel otro que es espíritu localista y retrogrado y que pretende encerrarse en sus muros y separarse de la corriente universal de los pueblos.
Si el proceso de formación de las grandes nacioalidades se ha verificado con una idea imperialista, sometiendo a un mismo rasero pueblos distintos, armando una especie de aparato ortopédico para rectificar su morfología natural, y si se ha pretendido soldar las partes por presión borrando la fisonomía de los pueblos agregados, entonces falta a la obra una condición esencial de progreso. Porque a la integración de las masas políticas no sigue el proceso concomitante de determinación de los caracteres específicos de las partes; y no solo esto, sino que, al contrario, lo que se ha hecho es borrar esos caracteres en busca de un todo uniforme y amorfo.
Aquí la lucha, cuya evitación es el principal motivo de la concentración, se perpetúa en forma de resistencias, y hay pérdida de eficencia social por falta de coordinación de las acciones de las partes, a las que falta expontaneidad.
En un gran Estado que se haya integrado sin menoscabar la personalidad de las partes, a base de federación, estableciendo lazos naturales, basados en la necesidad creciente de la cooperación, el progreso es claro y evidente. En este caso a una integración mayor corresponde una mayor diferenciación de las partes, y los pueblos asociados alcanzan cada vez una más propia personalidad.
Concepto del despotismo
Despotismo es un poder absoluto no limitado por leyes, y se manifiestan sus efectos por la ingerencia de ese poder en el círculo de los derechos naturales del individuo, que son superiores y anteriores a todo poder de convencion humana.
Hay, pues, una jurisdicción privativa, por la naturaleza misma de las cosas, del individuo, y éste está sujeto a despotismo cuando un extraño le compele, manda o se inmiscuye en esa jurisdicción. Luego viene la esfera de sus relaciones con los demás, que han de ser regulados por leyes, porque todos sus movimientos en esta esfera tienen un valor y una moralidad social, porque entrañan consecuencias que afectan a los demás.
Y el llamado intervencionismo del Estado no ha venido a desvirtuar esta doctrina liberal como algunso creen, puesto que Socialismo no es negación de la libertad individual sino, muy al contrario, su afirmación y efectividad y garantía para todos los individuos, incluso en el terreno económico, que es el de mayor virtualidad y transcendencia.
Y de la misma manera que hay un círculo privativo del individuo, en el que éste es soberano y puede ejercer plena soberanía, existe también para las asociaciones políticas, (y aun para las demás), como son el Municipio y la Nacionalidad, un círculo de intereses y determinaciones privativo de ellas mismas, dentro del cual deben ser soberanas y actuar con plena soberanía. Y habrá despotismo, a pesar de que rijan las más amplias libertades individuales, cuando en un Estado hay poderes que no respetan aquel círculo, interviniendo arbitrariamente en él y menoscabando aquella soberanía. De ahí el fundamento de la autonomía municipal y la necesidad de montar los Estados a base de federación.
La personalidad del país vasco
La personalidad del país vasco está determinada por caracteres diferenciales profundos, de una realidad innegable, como son su lengua, su origen, su tradición foral y sus costumbres.
La lengua no parece tener parentesco con ninguna de las que se hablan en Europa. En cuanto al origen de la raza vasca, no se han puesto aun de acuerdo los sabios sbore su procedencia y ni es fácil que se pongan por algún tiempo a causa de las sombras que cubren el misterio.
Sin embargo, lo indudable es que mientras en el resto de la península, dentro aun del periodo histórico, ha habido grandes desplazamientos de pueblos y numerosas combinaciones de razas diferentes, el vasco es autoctono, o aborigen, es decir, que desde mucho tiempo antes de la Historia este país está ocupado por la misma raza.
Por otra parte, es sobradamente sabido que hasta el siglo XIX, en cuyos trastornos políticos (y por culpa de los que extraviaron al país haciéndole tomar armas a favor de un rey absoluto y extranjero para imponerlo a los demás) naufragaron los llamados Fueros vascongados, las Hermandades vascas se regían por leyes propias, que se daban a sí en sus famosas Juntas Generales. Estas Hermandades venían a ser una federación de Municipios, y los procuradores nombrados por éstos constituían aquellas Juntas. Una Diputación del mismo carácter ejercía funciones ejecutivas, y existía asimismo una organización judicial propia.
Junto a estos caracteres se dán costumbres peculiares al país que aun se mantienen, y no con menos persistencia que en otros lados en esta misma población. Todo esto reunido, no puede menos de dar fisonomía y personalidad distinta a un pueblo.
La reintegración foral
Correspondiendo a esta personalidad, cuyos atributos políticos han dejado de existir, se ha agitado siempre el anhelo de obtener el restablecimiento foral.
¿Cuál es el significado de esta aspiración? Los llamados Fueros, en su parte formal y casuistico, no corresponden seguramente a las necesidades de los tiempos actuales. La vida se ha vuelto muy compleja y han surgido tantos favores nuevos, que es de sentido común que habría necesidad de transformarlos y ampliarlos extensamente. Sin embargo es igualmente claro también, que esta transformación y ampliación puede y debe hacerse, en su caso, respetando los principios esenciales del Fuero, tales como por ejemplo, el principio de la supremacía incondicional del poder civil y el sistema de pura democrácia, en lo político; el régimen de tributación directa y de conciertos en lo fiscal, y aquella sabia política forestal que es una de las preocupaciones del Fuero de Guipúzcoa, en lo administrativo, etc., etc.
La reintegración foral no puede significar necesariamente la vigencia literal de aquella legislación, sino el restablecimiento o restitución a favor de este país de aquellas facultades legislativa, ejecutiva, judicial y administrativa que gozó hasta la abolición de los Fueros. Lo cual significa su plena soberanía política. Y que soberanamente después haría su legislación conforme pluguiera a su albedrío.
El separatismo
Pretender los derechos correspondientes a esta personalidad del país vasco para encerrarse dentro de su muros resulta una verdadera incongruencia. Sin embargo, no hay por qué juzgar esta pretensión según el prejuicio patriótico de los nacionalista-imperialistas, ganados por la superstición de los kilometros cuadrados, que vinculan a la extensión teritorial la grandeza y el honor de la patria.
El separatismo es contrario al sentido en que marcha el mundo, y contrario, sobre todo, a la conveniencia histórica nuestra. La tendencia progresista es hacer de la humanidad un gran todo unido, respetando el libre desenvolvimiento de las partes, que cada vez adquieren una mayor personalidad. Esta complejidad creciente, que tan manifiestamente se señala, es lo que dará carácter justamente a las estructuras sociales del porvenir.
Podrán alegar los separatistas que aunque se separaran de España podrían unirse directamente a la Liga de las Naciones, pero a esto cabe contestar, que el grupo natural (ya que el verdadero nacionalismo es el respeto a las agrupaciones creadas por la naturaleza) el grupo natural nuestro, como pueblo, es España.
Además, no han de olvidar los que tal crean, que el pueblo promotor de este proyecto de la Liga de las Naciones tiene uno de sus más brillantes timbres de gloria, en su historia, en haber vencido en la guerra llamada de cesión a los separatistas del Sur.
Los vínculos comunes
Si fuera dado bastarse uno a sí mismo y vivir sin relaciones podría realizarse el ideal de los nacionalistas de espíritu localista. Pero como la verdad es todo lo contraio, a medida del progreso técnico, y a medida que van asentándose y perfeccionándose las sociedades políticas, surgen relaciones entre ellas, relaciones que cada vez son más numerosas y van afirmándose con el tiempo y convirtiéndose luego en vínculos históricos o nexos orgánicos, dando por resultado la formación de las grandes nacionalidades.
El Dr. Madinabeitia, en su última conferencia en esta Casa, nos citaba algunos de esos vínculos que nos unen a Castilla y al resto de España, y señalaba:
Los siglos de historia vividos en común con los castellanos, después que nuestros abuelos se dieron sus Señores en los Reyes de aquéllos, participando en junto de las glorias y de las desgracias que han tejido su historia. El patrimonio espiritual de la religión católica, que de ellos hicieron parte a estas tierras, y que para la mayoría del país es o debe ser el primer beneficio de este mundo, si bien pagado con insultos por ciertas gentes. La cultura, ya que no tenemos otra cultura que la hispana, y la vasca, si se dá algún día, tiene que ser una hija espiritual de aquélla.
La lengua, que es ya la lengua vulgar de medio país vasco y la lengua culta de todo él, pues el vascuence no responde a las complejidades y a los múltiples conceptos intelectuales de la vida moderna. Y, sobre todo, está el vínculo de la economía, que, seguramente, es el más decisivo. La economía nacional, tomando esta palabra en el sentido de los economistas alemanes, como conjunto o sistema de todas las economías particulares, incluso la del Estado, conjunto que tiene sus leyes y su desarrollo; la economía nacional de España comprende al país vasco en la misma relación de dependencia que a las demás regiones, con las que constituye un todo geográfico.
Y que este factor es algo decisivo, seguramente más determinante que los factores raza, lengua y territorio, nos lo prueba a la inversa el hecho de Portugal existiendo como nación perfectamente caracterizada, sin deseos de unirse a Madrid.
Portugal es una continuidad geográfica del centro de España como lo indican el curso de los grandes ríos, y una continuidad etnica igualmente de aquella población del centro.
El portugués es un romance como lo es el castellano, y, no obstante todo ello, forma una nación aparte conforme, con su apartamiento, y así constituye una colectividad tan separada de nosotros, que son rarísimas las noticas que tenemos de aquel país, y a cualquiera que nos hablen de Portugal nos produce la sensacion de un país remoto, mucho más lejano que cualquiera otro de Europa y muchos de América.
¿A qué obedece ello? Principalmente a que forma economía aparte, propia, por razón del antagonismo político en que ha vivido con España, y, por ende, a la escasez de relaciones que ha tenido con nosotros, y a que esto ha evitado que ambas economías se ligaran como se han ligado las de las demás regiones.
La Federación Ibérica
Si se llegara, pues, a que se reconociera la personalidad del país vasco reitegrándose sus Fueros, o sea la facultad de hacer leyes, ejecutar, juzgar y administrar los servicios que organice, lo más probable es que no hubiera más que una Hermandad vasca, o, a lo menos, que no prevaleciera un extremo espíritu localista, ya que en nuestras viejas instituciones, siendo el Municipio (Repúblicas les llamaban entonces) el centro donde radica la soberanía y la Hermandad su federación, o su unión conforme, como dice el Fuero de Guipúzcoa, habría pueblos como Oñate, que con arreglo a su tradición, podría dejar de pertenecer a ninguna de las Hermandades y regirse como Estado con todos los atributos de tal.
Esta misma consideración lógica, llevada a sus naturales consecuencias, nos conduce al reconocimiento de la necesidad de federarnos con los demás pueblos de la península, incluso Portugal,-a la que habrá de atraerse por la multiplicación de ls relaciones de cambio-para formar la Federación Ibérica. Y por medio de esta Federación unirnos a la comunidad del mundo civilizado en la Liga de las Naciones.
Al Estado federal Ibérico, se le reservarían, por pacto constitucional, aquellos servicios y funciones de carácter general, que las Diputaciones, en sus gestiones con el Poder Central cuando la crisis política de 1917, concretaron en: Relaciones Exteriores, Guerra, Marina, Aduanas, Deuda Pública, Moneda, Correos y Pesas y Medidas.
En el caso de ingresar en la Liga de las Naciones, los servicios de Guerra y Marina, a su vez, pasarían a ser funciones del super-Estado internacional.
El Ayuntamiento de Eibar, al ser consultado en 1917 sobre el particular de aquellas gestiones, indicó que consideraba conveniente atribuir también al Estado central la Enseñanza general de la cultura hispana.
Los derechos individuales
Una de las inteligencias del nacionalismo vasco, Ramón Belausteguigoitia, en un folleto que acaba de publicar con el título de "Bases de un Gobierno Nacional Vasco" escrito con el lema de ni derechas ni izquierdas, frente único, dice: "Todas las ideas y sistemas y creencias, serían, lo creemos, consentidas plenamente. (En Euzkadi libre se entiende). El respeto absoluto a las libertades individuales es una de las futuras bases de la Sociedad de las Naciones".
Pero en el folleto se advierte que los conceptos vertidos en él son de la exclusiva responsabilidad del autor, y, en efecto, el órgano de la comunión nacionalista vasca, "Euskadi" se ha apresurado a salir al paso a las afirmaciones contenidas en el folleto con el "Syllabus" en la mano para hacer contrafirmación de ortodoxia católica e intransigente religiosa.
Este incidente, ha desbaratado justamente un mitín de afirmación vasca anunciao en Eibar, en el que habían de tomar parte personalidades de la izquierda, tan significados como D. Francisco Gazcue y D. José Madinabeitia, a causa de que éste, por de pronto, se negó en absoluto a tomar parte en el acto mientras no procediera una declaracion de que el partido bizcaitarra aprobaba las conclusiones de Belasuteguigoitia, en lo concerniente a los derechos individuales.
Y es lo lógico, porque los derechos del individuo son más sagrados y primordiales que los de la colectividad. Porque si el individuo no es libre, no vale nada que lo sea la colectividad a que pertenece.
Con esta misma lógica, el Ayuntamiento de Eibar ha aprobado últimamente una proposición relativa al problema vasco, que entre otras cosas dice: "que este cambio, (el de la reintegración foral) po rsu carácter fundamental, implica la revisión de la Constitución español, y ya que la reintegración de las facultades legislativa, ejecutiva, judicial y administrativa que gozó este país con sus Fueros, desde luego significa su soberanía política, es menester consignar que entre aquellos servicios y funciones como Relaciones exteriroes, Guerra, Marina, Aduanas, Deuda Pública, Moneda, Correos, Pesas y Medidas y Enseñanza general, que por pacto constitucional, en este caso, habrían de reservarse al Estado Español o Ibérico, tiene que figurar, antes de todo y sobre todo, la función superior de garantizar subsidariamente los derechos individuales que hoy ya figuran en la actual Constitución y aquellos otros que como la libertad de cultos, por ejemplo, son ya patrimonio de todo pueblo civilizado.
Los bizcaitarras, al descubrir su lado intransigente, que les viene de cuanto tiene de carlistas, han incurrido en un grave error. En España hay muchos nacionalismos de esos: pedazos de territorio donde no mandan las leyes españolas, ni la administración española manda, y la fuerza pública tampoco cuida los intereses de la nación, sino los de un poder local absoluto, que generalmente se concentra en algún ricacho o en una cuadrilla de ricachos, que tampoco reconocen los derechos individuales de los demás pobres vecinos. De esta suerte de sistema político en castellano no se dice nacionalismo, sino que se le llama con otra palabra: caciquismo.
Final
Si llega la ocasión, y debemos desear que llegue, debemos dar nuestro voto por que se resuelva el problema vasco a base de una amplia autonomí, y aún a base de Estado, siempre que precedan aquellas garantías que nos interesan y hemos dejado señaladas.
Y si consiguieramos resolver en esta crisis el problema vasco y el de la República por la Federación Ibérica, y si al mismo tiempo se suprimiera el problema militar con nuestro ingreso en la Liga de las Naciones, nos encontraríamos de lleno, desbrozado el suelo, sobre el terreno de nuestra lucha de clases,-la de los trabajadores y los detentadores del patrimonio social,-donde han de darse las grandes batallas por la justicia social.
Estas ideas que aquí se dán no son nuevas precisamente; sin embargo, representan un mayor esfuerzo lógico que de erudicion. Están espigadas, principalmente, en nuestro propio campo socialista, y por aquello de que es tan difícil inventar una nueva idea, generalmente las gentes nos debatimos sobre unos mismos conceptos que se visten de diversas maneras; esto a pesar de qu "en el mundo hay más cosas que las que están escritas en los libros de filosofía".
Eibar, 25 Noviembre 1918